Puigdemont y Torra torpedean la estrategia de ERC contra Cs
Puigdemont se apropia del discurso del diálogo y agrava la irrelevancia de ERC de cara a la negociación de los Presupuestos
La campaña electoral de unos comicios que ni siquiera han sido convocados se aventura larga. La incertidumbre en torno a cuántas semanas faltan para las elecciones catalanas (las fechas que más suenan en las quinielas son el 15 de noviembre o principios de 2021) no interrumpe la guerra entre los socios independentistas del Govern de Quim Torra, que no da tregua. Y, con ello, tampoco merma el ‘efecto distorsión’ de Cataluña sobre la política española, con la mirada puesta ya en los Presupuestos Generales del Estado, que el Gobierno de Pedro Sánchez proyecta presentar a finales de septiembre.
En otro momento, la negociación de las cuentas con el PSOE y Unidas Podemos habría sido adrenalínica para ERC, pero este no es ese momento. Bien lo sabe el Ejecutivo de Sánchez, que —pese a remar los de Pablo Iglesias en contra— acercó posiciones con Ciudadanos desde tiempos del estado de alarma para seguir instalado en la geometría variable que obliga su simpatía con el separatismo. Este sorpresivo entendimiento entre Sánchez e Inés Arrimadas irritó a Esquerra desde el minuto uno, pero ninguna de sus amenazas de tumbar la legislatura ha surtido efecto, y más bien le ha aislado políticamente.
ERC comenzó el año cargada de objetivos políticos por cumplir, sabiéndose actor esencial para la estabilidad de la legislatura y líder indiscutible en Cataluña al tenor de las encuestas de aquel entonces, que ahora no reflejan la misma suerte. En esta segunda mitad del ejercicio, los de Oriol Junqueras se ven cada más cerca de la tesitura de no tener espacio político definido, tras calcinar la pandemia del coronavirus todo su orden de prioridades —llevándose además críticas por su gestión desde el departamento de Salud de la Generalitat— y ceder espacio a Carles Puigdemont, ahora dueño de la marca Junts per Catalunya.
Después de haber sido ninguneados por el Gobierno de Sánchez de cara a la segunda reunión de la mesa de diálogo —que si la primera quincena de julio, o la segunda, o mejor agosto, o quizá septiembre—, los republicanos se han estancado en las últimas semanas en el debate sobre la Monarquía, aprovechando la marcha de España de Juan Carlos I. Un debate que no necesariamente supedita a la negociación de los Presupuestos, pero que se ha convertido en su única arma para presionar a Sánchez por medio de Iglesias y Podemos, a los que sugiere rebelarse ante la cercanía del PSOE con el Rey Felipe VI.
«Si hay republicanos en el Gobierno del Estado se tiene que notar», afirmaba este pasado fin de semana el vicepresidente de la Generalitat, el republicano Pere Aragonès. «El PSOE muchas veces el 14 de abril cuelga banderas republicanas en Twitter, pero a principios de agosto protege la huida de Juan Carlos. Es a ellos a quienes debemos exigir responsabilidades», ha añadido, además de reclamar la abdicación de Felipe VI, a quien responsabiliza de «consentir» y «apoyar» a su padre en su «fuga». «Nosotros en Cataluña tenemos muy claro que el camino se llama república, que es república catalana», ha insistido.
Puigdemont, ahora a favor del diálogo
El debate sobre la Monarquía no aflora discrepancias en el independentismo. Cabe recordar que hace poco más de una semana, ERC, JxCat y la CUP aprobaron en el Parlament una moción que declaraba que «Cataluña es republicana«. Lo que más diferencias provoca en el separatismo ahora mismo es la relación con el Gobierno central, y Esquerra no solo ha perdido mucha relevancia en las negociaciones de los Presupuestos (en el tanto Cs está cada vez más dispuesto a pactar con Sánchez) sino que, desde la perspectiva de la propaganda de Puigdemont, al partido de Junqueras se le ve sumiso con el PSOE.
Mientras Torra y Puigdemont intentaron por todas las vías arruinar la mesa de diálogo que ERC consiguió en su pacto con Sánchez e Iglesias para facilitar la investidura, los de Junqueras la han defendido como la única forma de solucionar el llamado conflicto catalán. «Tenemos que persistir en la vía política porque, ¿qué otra vía tiene mayoría democrática en Cataluña? No hay otra», decía Aragonès este lunes, mismo día en que Puigdemont dio un giro sorprendente a su estrategia de confrontación con el Estado y se apropió del discurso pro diálogo de ERC, pero desde una óptica muy diferente a la de sus rivales electorales.
En una carta publicada en La Vanguardia, firmada por Puigdemont y los exconsellers fugados Clara Ponsatí, Toni Comín y Lluís Puig, el espacio de JxCat —que ahora controla el expresident huido a Bélgica— se abre a la vía del diálogo, pero primero el Gobierno ha de «corregir» la deriva judicial del procés. «Harían bien en entender que la sentencia que afecta al conseller Lluís Puig es el preludio de un efecto dominó que solo podrán evitar si sacan de la vía judicial, de la manera más rápida y clara posible, el conflicto entre Cataluña y España, y lo reubican en la vía política», reza la misiva.
La carta se fundamenta en la decisión de un tribunal belga de denegar la extradición a España de Puig, que ya ha sido recurrida por la fiscalía de ese país. Pero, al margen de ello, la trascendencia del escrito radica en que escenifica la apuesta por el diálogo de un Puigdemont más popular que hace seis meses (según las encuestas más recientes, JxCat y ERC casi empatarían). Una apuesta que ERC ha monopolizado, y que no supone que el expresident rinda pleitesía a la mesa de diálogo que tantas veces ha pretendido boicotear, sino que se apropia del discurso y deja tocado a ERC con una crisis de identidad en plena precampaña.
Los de Junqueras ahora no pueden hacer campaña afeando a Puigdemont y Torra su postura anti diálogo, mientras JxCat aprovechará para defender ante el electorado independentista que solucionar el llamado conflicto a través de la «vía política» no tiene que ser sinónimo de «sumisión». Aunado a ello, si se postergan las elecciones incluso al punto de que no las pueda convocar Torra y tenga que hacerlo el Tribunal Supremo, ERC está ante la amenaza de tampoco poder capitalizar electoralmente su trabajo en Madrid, contando el Gobierno de Sánchez e Iglesias con la mano aún tendida de Arrimadas.
Así las cosas, ERC se ha quedado sin mesa de diálogo (por ahora), no es imprescindible para los Presupuestos (ni, por ende, para garantizar la continuidad de la legislatura) y las probabilidades de que sus aspiraciones republicanas sean cumplidas previo pressing a Podemos son bajas, estando la formación morada a otras cosas y Sánchez satisfecho de su relación con Arrimadas, lo que desaira las grandes pretensiones de Iglesias de dominar la negociación presupuestaria.