Balance de los riesgos de Sánchez en su excursión a Barcelona
La única esperanza de Sánchez es una ruptura en el bloque nacionalista antes de su visita a Barcelona, en la que se juega hasta el apoyo de su partido
El 28 de agosto de este año, en rueda de prensa en el Palacio de La Moneda de Santiago de Chile, el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, informó a los periodistas que antes de que terminara el año celebraría dos reuniones de Consejo de Ministros fuera de Madrid. Una en Andalucía y otra en Barcelona.
Contestaba a los periodistas al inicio de su gira latinoamericana sobre la situación en Cataluña. Afirmó que sus consejos itinerantes eran para acercar las políticas del Gobierno a los ciudadanos. El de Sevilla ya se ha celebrado y el de Barcelona será el próximo viernes.
Evidentemente, cuando Sánchez informó de los consejos itinerantes, no se había producido la debacle socialista en Andalucía, y Quim Torra tampoco había iniciado la escalada de tensión. Hacer planes a medio plazo con Cataluña es siempre una apuesta arriesgada.
El Gobierno y el independentismo, en alerta ante el 21-D
Existe preocupación por la foto final de esa reunión. Los ministros José Luis Ábalos y Fernando Grande-Marlaska no eran partidarios de celebrarla, hasta el punto de que el titular de Fomento lo declaró en público. Fue corregido y amonestado.
La pregunta clave que todavía no tiene respuesta es si los Comités de Defensa de la República (CDR) y otros grupos violentes van a ceder a las recomendaciones para que no se excedan, en el caso de que alguien les invite a hacerlo.
El dispositivo de seguridad es mayor que el de la jornada del falso referéndum. Un total de 9.000 agentes, entre mossos, policías y guardias civiles. Si una de las razones de este consejo en Cataluña era demostrar la normalidad consecuente con el efecto de desinflamación del Gobierno, no parece que haya muchas posibilidades de que esa sea la imagen del día 21.
«Si Cataluña se ulsteriza, estamos perdidos», admite el entorno de Junqueras
No solo el Gobierno está preocupado por lo que pueda ocurrir el viernes en Barcelona. El vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés, de ERC, pidió el sábado que las movilizaciones sean «pacíficas, cívicas y democráticas», y que los «manifestantes no caigan en provocaciones».
Los presos secesionistas también hicieron un llamamiento a la calma para no perjudicar su defensa ante el Supremo. Estás declaraciones confirman la estrategia de ERC: no les interesa la crispación. Sus dirigentes no están cómodos. «Si Cataluña se ulsteriza, estamos perdidos», dicen en el entorno de Oriol Junqueras.
Mientras, Joan Tardá ha sentenciado que la independencia no se consigue con pasamontañas.
El juicio del «procés» y la huelga de hambre: zancadillas para Sánchez
La única esperanza en estos momentos para Sánchez en un enfoque positivo de la situación catalana es una ruptura en el bloque nacionalista. No parece próxima esa hipótesis, a pesar de las profundas desavenencias de Junqueras con Torra y Carles Puigdemont.
La proximidad del juicio en el Supremo impide que las diferencias abran grietas. La huelga de hambre de algunos presos forma parte de la estrategia de la tensión del fugado ex president y de Torra.
En la medida en que se acerca el juicio es más impensable la distensión con el Gobierno de España. Los próximos meses serán de grandes movilizaciones en Cataluña para remarcar su denuncia internacional sobre la situación del proceso de independencia.
Un horizonte que complica la estrategia de Torra, que mide sus pasos para que la crispación no se convierta en ruptura explícita del orden constitucional y la apertura de nuevos procesos judiciales, con la posibilidad siempre en el aire de reeditar el 155.
La aventura de Sánchez en Barcelona se sitúa en una situación complicada dentro del PSOE
A estas horas, todavía se desconoce si finalmente se celebrará un encuentro entre Sánchez y Torra con motivo de la celebración del Consejo de Ministros. Hay escarceos sobre el posible formato de la reunión y su contenido.
La reunión del 21-D se ha convertido en una apuesta a cara o cruz de Sánchez, que se programó en circunstancias totalmente distintas de las actuales. La rebelión sigilosa de los barones socialistas, de la que dimos precisa cuenta en este diario, sitúa la aventura de Sánchez del próximo viernes en una situación muy complicada dentro de su propio partido.
Si sale mal, si es un fracaso por graves problemas de orden público, el malestar sobre la política catalana de Sánchez subirá un grado. Si sale bien −algo de difícil medición− mantendrá viva la dicotomía entre la necesidad de proximidad con los partidos secesionistas, de cara a los presupuestos, y la necesidad de distanciarse para lograr amortiguar el efecto electoral de la catástrofe andaluza.
Sánchez y el PSOE: del 21-D a los presupuestos
Algunos dirigentes socialistas, incluso algunos miembros del entorno más cercano del presidente, tienen dudas de cual es la fecha límite para una rectificación de la política socialista con Cataluña.
Emiliano García Page, Javier Lambán y Guillermo Vara, presidentes de Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura, han mostrado preocupación sobre su futuro en los comicios autonómicos del año próximo. También les horroriza la posibilidad de una ensalada de papeletas electorales si se suman las elecciones generales.
Aunque parezca una opción imposible, Sánchez aún alberga esperanzas de que se puedan aprobar los presupuestos que se ha comprometido a llevar al Congreso en enero. Juega con el temor que pueda provocar en el PNV y en los partidos catalanes la posibilidad de que el adelanto electoral derivado de no tener presupuestos facilite un gobierno de los partidos de derechas, posibilidad que ha consolidado el resultado andaluz.
Hay que cruzar los dedos para que el 21-D no acabe como el rosario de la aurora
La otra cara de esa cuestión es cómo justificaría, sobre todo el Pdecat, apoyar las cuentas públicas con una mano y llamar a la insurrección con la otra. En la política catalana, sobre todo, hay que tener paciencia, no hacer diagnósticos precipitados y esperar día a día el desarrollo de los acontecimientos.
De momento hay que esperar tranquilo hasta el próximo viernes para esperar cómo termina el día en Barcelona. Probablemente, si hubiera podido cancelar el Consejo de Ministros en Barcelona con lo que ahora sabe Sánchez, lo hubiera hecho, porque los riesgos son graves y ciertos.
Pero la tesis de Ábalos, la cancelación, hubiera sido tal vez peor, como una demostración de falta de control en Cataluña. Ahora, en un edificio no gubernamental, con una movilización sin precedentes de policías, hay que cruzar los dedos para que aquello no acabe como el rosario de la aurora.