Sánchez pone fin a la función con PP y Cs: su apuesta es ERC
El PSOE reafirma su apuesta por llegar a un acuerdo con Esquerra con los comunes como pieza clave, porque las cuentas de la Generalitat dependen de ellos
La ronda de contactos mantenida este lunes por Pedro Sánchez con Pablo Casado e Inés Arrimadas dejó una evidencia: que los socialistas solo aspiran, en realidad, a obtener el plácet de ERC para la investidura. No hay ninguna otra alternativa en mente, ni plan B que valga.
Sánchez reafirmó que su apuesta es cumplir su acuerdo de gobierno con Unidas Podemos. Y se limitó a reclamar a Casado y Arrimadas que faciliten su investidura porque sí: a la líder de Ciudadanos le pidió el voto favorable y a Casado una abstención si no de todos, al menos de parte de sus diputados. ¿A qué precio? A cambio de nada y sin renunciar a su coalición con los de Pablo Iglesias, tan solo con el argumento de que así el PSOE y Podemos no quedarían en manos de los independentistas.
Los líderes de PP y Cs dejaron claro que no están por la labor, pero poco importa. La táctica es la misma que los socialistas ya siguieron en verano, y cuya función, como se vio entonces, no es engrasar ningún plan B, sino alimentar el relato de cara a la búsqueda de culpables en caso de un nuevo fracaso negociador que vuelva a precipitar el recurso de las urnas. Lo subrayó la portavoz socialista en el Congreso, Adriana Lastra: «El plan B es conseguir la investidura cuanto antes», zanjó.
Así las cosas, el PSOE anda con pies de plomo en una negociación, la que mantiene con Esquerra, que es crucial y también altamente inflamable. Llegados al punto en que tienen que pactar el formato de las futuras conversaciones entre la Generalitat y la Moncloa, espinosísimo meollo de la cuestión, socialistas y republicanos ya no convocan más reuniones abiertamente para saldarlas con sucintos y opacos comunicados conjuntos, sino que intercambian propuestas y despachan sus diferencias en un régimen de incomunicación absoluta con el exterior.
Se trata, justificó Lastra, de extremar la prudencia para que el levísimo hilo de confianza entre ambas formaciones aguante. Sobre todo a las puertas de una decisión sustancial, la que el jueves está previsto que tome el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre el alcance de la inmunidad de Oriol Junqueras en tanto que europarlamentario electo.
El último enfado de ERC con el PSOE
Ejemplo de esa fragilidad es el último enojo de los independentistas, ahora molestos por unas declaraciones del Secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, que el domingo les urgió a «aprovechar la oportunidad» y llegar a un acuerdo antes de que esa posibilidad se frustre y, con ella, la de reiniciar el «diálogo» entre el govern y el ejecutivo central.
Bastó con esas declaraciones de Ábalos en la clausura del 14 congreso del PSC, para que ERC viera un «chantaje», en palabras de su portavoz, Marta Vilalta; para que esta advirtiera que esa táctica con ellos no funciona y para que recordara que su objetivo no es facilitar una investidura, sino encarrilar la solución a un «conflicto» político. El rifirrafe no tiene visos de ir a más, pero evidencia la necesidad de los de Junqueras de escenificar de continuo su desconfianza respecto de los socialistas.
Los comunes, claves
En esa tesitura, el PSOE cuenta con que Catalunya en Comú, el partido de Ada Colau, asuma el mismo papel que se le reserva a la parafina en la industria textil: el de suavizar el hilo para evitar que se rompa. Los aliados catalanes de Pablo Iglesias son una pieza clave del encaje de bolillos porque de ellos dependen los presupuestos de la Generalitat en la misma medida que la investidura de Sánchez de los de Junqueras.
Este lunes, mientras Sánchez se reunía con Casado y Arrimadas, el vicepresidente y hombre fuerte de ERC en el gobierno de Quim Torra, Pere Aragonès, y la líder del grupo de Catalunya en Comú Podem (CECP) en el Parlament, Jéssica Albiach, presentaban un primer acuerdo relacionado con las cuentas, aunque por el momento circunscrito exclusivamente a la partida de ingresos.
El paquete de medidas, que implica subir el IRPF a las rentas más altas y bajárselo a las más bajas, tocar al alza otras cinco figuras impositivas y crear un nuevo impuesto medioambiental, se calcula que puede suponer 543 millones anuales para las maltrechas arcas de la Generalitat, pero solo se activará si los presupuestos tiran adelante. Y el acuerdo global aún está verde.
Albiach aseguró que las de las cuentas catalanas y las de la investidura de Sánchez son «dos mesas diferentes», pero admitió que hay vasos comunicantes entre ambas. «Todo ayuda» dijo, y argumentó que los presupuestos «progresistas y sociales» que a nivel nacional podría desplegar un gobierno de coalición PSOE-Podemos facilitarían el despliegue autonómico de medidas sociales.
Sin acuerdos hasta enero
En todo caso, si primero fue ERC quien dejó claro que, pese a las prisas de Sánchez, no habría acuerdo de investidura al menos hasta enero, también en CECP consideran que aún le falta mucha cocción al acuerdo por lo que se refiere a las partidas de gasto, que ahora se negocian departamento a departamento, y fuentes de los comunes al tanto de las conversaciones afirman que tampoco saldrá del horno en ningún caso hasta pasadas las navidades.
Eso supone un nuevo retraso en el calendario que se ha ido marcando el govern, que se había comprometido a aprobar el proyecto de presupuestos e iniciar así su tramitación parlamentaria antes de fin de año. Ahora, la nueva previsión con la que trabaja el departamento de Economía es formalizar ese trámite en enero y conseguir que la cámara catalana dé luz verde a las cuentas a lo largo del primer trimestre de 2020.
Pero, para ello, el ejecutivo de Torra precisa de los comunes. Y estos, además de en los presupuestos del Ayuntamiento de Barcelona —para los que Colau también necesita el aval de ERC— tienen un ojo puesto en el Congreso y la espesa negociación por la investidura.