La obsesión de Pedro Sánchez con los medios: de RTVE a las subvenciones
La manía de Sánchez con la prensa precede a la pandemia pero se ha intensificado con la crisis, hasta llegar a la nueva comisión contra la desinformación
La creación de una comisión gubernamental permanente para combatir la desinformación, revelada por el Boletín Oficial del Estado (BOE) de este jueves, ha sido bautizada por PP, Vox y Ciudadanos como la versión de Pedro Sánchez del «Ministerio de la Verdad» que George Orwell imaginó en su novela 1984, referencia del género de la ficción distópica.
La alusión no es baladí: se instala en la idea de que los peores escenarios que se planteaba la ficción literaria han sido superados por la realidad moderna. Y, al menos hasta cierto punto, las funciones del ‘Ministerio de la Verdad’ del Gobierno de Sánchez son semejantes a las que relató Orwell en su libro, dado que podrían sintetizarse en «administrar la verdad» en una era en la que la «verdad» es difusa.
El presidente del Gobierno, incluso desde antes de acariciar el cargo, ha estado obsesionado con los medios de comunicación. Su socio, Pablo Iglesias, también. Sus partidos, PSOE y Unidas Podemos, recogían la lucha contra la desinformación en sus programas para las elecciones de noviembre de 2019, y el subsiguiente pacto de coalición ya avisaba del plan de crear «una estrategia nacional para la lucha contra la desinformación«.
La mano derecha de Sánchez y los medios
Según el BOE, los de Iglesias no tendrán una silla permanente en la comisión contra la desinformación, pese a que la formación morada ha impulsado esfuerzos semejantes durante todo este año. Por otra parte, el asesor de Sánchez convertido en jefe de gabinete, Iván Redondo, no solo estará presente sino que dirigirá y coordinará la comisión codo con codo con Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación.
Para Redondo —mano derecha de Sánchez desde su pulso para hacerse con la presidencia del PSOE e ideólogo de la moción de censura a Mariano Rajoy— no será mayor novedad: ya en septiembre de 2019, en plena precampaña electoral del 10-N, El País le retrataba en su despacho en La Moncloa con tres televisores puestos con TVE, La Sexta y Antena 3, y un compendio de periódicos nacionales y regionales del día.
Ese periódico también contó que a Redondo le gusta la prensa, pero de papel. «Para él aún significa influencia». Dícese de una mayor desconfianza ante los medios digitales que, de hecho, son el foco de la nueva comisión contra la desinformación. De hecho, en septiembre de 2018, con Sánchez ya de presidente, Redondo encargó a Oliver la presentación de un estudio sobre las fake news en el que se vinculaba el problema a las publicaciones a internet.
El control de RTVE
Así las cosas, la obsesión de Sánchez con los medios es también la obsesión de Redondo, y aunque en la noticia que ha trascendido en las últimas horas se habla de la desinformación en los medios digitales, lo cierto es que también es importante la imagen de Redondo con tres pantallas viendo tres canales y mirando los principales periódicos del país, precisamente un día después de una entrevista del presidente en TVE.
Y es que en aquel entonces, Sánchez y Redondo habían dado un paso gigante en esta dirección: unas semanas antes habían colocado al exdirector de El Periódico, Enric Hernández, como jefe de información y actualidad de RTVE, una maniobra que trabajadores de la empresa han explicado a este periódico como un intento de crear un mando debajo de la administradora «provisional» única, Rosa María Mateo, que se había mostrado crítica del Gobierno.
El nombramiento de Hernández, dos meses antes de las elecciones del 10-N, degeneró en una revolución en la plantilla y la programación de RTVE, que se extiende hasta estos días. A Hernández se le conoce entre una parte de la casa como el «comisario» de Redondo en la televisión pública. Su movimiento más reciente ha sido el fichaje del periodista Jesús Cintora para un nuevo programa informativo que competirá con Al rojo vivo de La Sexta.
El fichaje y el programa de Cintora vulneran el mandato marco de RTVE, pero Redondo y Hernández lo hicieron pasar y los trabajadores han transmitido su descontento, no solo por las formas, sino también por el fondo, toda vez que entienden que se trata de una operación político-mediática para controlar el relato mediante un programa con empleados externos más «controlables» que los de la casa.
El control de RTVE también pasa por aumentar las subvenciones al ente público, como ha pedido Rosa María Mateo, y por echar por tierra el concurso público para elegir un nuevo consejo de administración de la corporación, dado que el PSOE de Sánchez ha pactado con el PP para que la elección vuelva a ser por motivos políticos y no por méritos. Siendo el principal partido, esto sin duda le beneficiará.
Subvenciones a la prensa
Sánchez halló en la crisis del coronavirus una oportunidad para contentar a los medios de comunicación más grandes, anunciando a finales de marzo una subvención de 15 millones de euros para calmar sus ánimos debido a la caída de ingresos. La medida beneficiaba en parte a los grupos mediáticos más rentables de España, Atresmedia y Mediaset.
Asimismo, este pasado septiembre, el presidente intervino en el XV Congreso de Editores de Prensa de la Asociación Española de Editoriales de Publicaciones Periódicas, y prometió a los medios que podrán optar a ayudas del fondo de recuperación europeo. «El Gobierno de España estará siempre al lado de los editores con el Plan de Recuperación de la Unión Europea», dijo, animándoles a presentar propuestas para las subvenciones.
En ese mismo congreso, Sánchez hizo «un ruego» a los medios de comunicación: «España necesita colaboración y cooperación, no antagonismo», y la prensa puede «contribuir a ello de un modo muy especial». El jefe del Ejecutivo pidió a los periodistas ayuda para «unir» y «ensamblar» a la sociedad, y responsabilidad en «el tratamiento de la información» porque la «inmediatez» puede derivar en «manipulación» y «tergiversación».
Guerra contra las fake news ¿y la libertad de prensa?
La crisis de la Covid-19 ha estado llena de episodios en los que el Gobierno al menos ha disparado todas las alarmas con respecto a su intromisión en la difusión de información no oficial. Las fake news, un problema verdaderamente grave especialmente en una pandemia, y también un asunto que se discute a nivel mundial, han sido para Sánchez y Redondo un blanco desde el que alimentar su obsesión con los medios.
Durante las primeras semanas del estado de alarma por el coronavirus, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, activó un ‘ciberpatrullaje’ para cazar bulos, lo que abogados con conocimientos del tema calificaron de «propaganda». Esta situación llevó a muchos líderes de la oposición a preguntarse quién decide qué es y qué no es un bulo, y qué tan conveniente es que el Gobierno tenga ese control.
Por si las patrullas cibernéticas de Marlaska (que no acabaron con la desinformación) no fueran un antecedente claro de la nueva comisión permanente contra la desinformación, vale la pena recordar otro episodio de la pandemia que también causó enorme preocupación. En su barómetro de abril, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), se dio la libertad de preguntar si valía la pena mantener la libertad de información.
«¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?», preguntó aquel estudio del CIS.
Dos terceras partes de los encuestados respondieron afirmativamente, algo que George Orwell no llegó siquiera a soñar.