ERC contempla la inhabilitación de Torra como palanca electoral
Esquerra descarta forzar el fin de la legislatura y fía unos comicios anticipados al fracaso con las cuentas o una condena al president por desobediencia
ERC sigue prolongando la agonía del gobierno de Quim Torra. Pese al elevado grado de descomposición del ejecutivo catalán, los de Oriol Junqueras no se plantean romper a corto plazo la coalición con Junts per Catalunya (JxCat), según fuentes de la dirección del partido. Prefieren esperar a que todo caiga por su propio peso, un peso que en Esquerra prevén que puede llegar a hacerse insostenible en cuestión de meses, en base a dos escenarios que a estas alturas lse antojan bastante factibles.
Uno es que no tiren adelante unos presupuestos que cada vez tienen menos visos de obtener los apoyos suficientes para ser aprobados. El otro, que el president sea inhabilitado en el juicio por desobediencia que se celebrará el 18 de noviembre en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), en cuyo caso en Esquerra pronostican que no habría sustitución por otro presidente, sino un punto final a una legislatura que ya lleva meses agonizando.
Lo que no se plantean los de Junqueras es precipitar el avance electoral con una ruptura del govern, como querrían el PSOE y el gobierno de Pedro Sánchez. Como en otras ocasiones en que las relaciones con JxCat se han tensado hasta lo indecible —por ejemplo, durante la crisis por los diputados suspendidos del Parlament, o a raíz de los pactos tras las elecciones municipales en numerosos ayuntamientos y en la Diputación de Barcelona—, tras la propuesta unilateral lanzada por Torra de ejercer la autodeterminación por la vía rápida, ERC exhibe su incomodidad, pero no rompe la baraja.
El motivo es que ser percibido como el responsable de unas elecciones sobrevenidas “te penaliza en las urnas”, argumentan fuentes de los republicanos, que ponen como ejemplo los pronósticos que las encuestas arrojan de cara al 10-N, según los cuales el PSOE, en el mejor de los casos, se quedaría como está ahora, pero con un PP reforzado en la oposición.
Así que, con Torra y JxCat negándose en redondo a volver a las urnas de forma anticipada, como pretende desde hace meses Esquerra, los de Junqueras estudian de qué manera conseguir el efecto sin que se note el cuidado. A principios de septiembre, ERC ya planteó que la respuesta a la sentencia podría ser intentar la formación de un gobierno de concentración que integrara a la CUP y los comunes, una apuesta que de intentarse y salir mal también podría haber precipitado el fin de la legislatura. Pero como los propios invitados a sumarse al ejecutivo se borraron en cuanto se lanzó el globo sonda, JxCat se apresuró a descartar la idea, y sus socios mal avenidos ya no insistieron más.
Las cuentas improbables
Otro escenario que ya hace tiempo que se asume en Esquerra que puede conducir a las urnas y que, a diferencia del anterior, sigue sin descartarse, es el de una negociación presupuestaria fallida. Los de Junqueras insisten desde hace semanas en que, en caso de no conseguir los apoyos para las cuentas de 2020, sería inviable prolongar la legislatura, porque se encararía un tercer año seguido sin presupuestos.
Y la cosa cada vez pinta peor, precisamente por la actitud de Torra. La CUP no está por la labor de avalarlos porque considera que el verbo inflamado del president solo camufla una gestión asumidamente autonomista; el PSC, que en julio se ofreció a negociarlos, cerró esa puerta en agosto después de que el president abogara en un discurso por la “confrontación” con el Estado, y los comunes, los únicos que aún estaban dispuestos a sentarse a la mesa, la semana pasada reaccionaron a la propuesta de autodeterminación exprés de Torra pidiendo su dimisión, y este miércoles reeditaron la petición.
Aunque ese contexto podría penalizar a ERC, porque la negociación es competencia de su hombre fuerte en la Generalitat, el vicepresidente Pere Aragonès, el mejor situado además para convertirse en presidenciable de los republicanos, así que un eventual fracaso con las cuentas recaería sobre sus espaldas. Al menos, así lo vendería JxCat, cuyos consellers, empezando por la portavoz del govern, Meritxell Budó, no pierden ocasión de insistir en que han depositado su confianza en Aragonés para que en 2020 haya presupuestos.
El escenario de la inhabilitación de Torra
Hay aún otro escenario, igualmente propiciado por la actitud de Torra, que también podría abocar a las urnas en los próximos meses: el de la inhabilitación que comportaría una sentencia condenatoria en el juicio por desobediencia que el president afronta por no haber retirado en marzo la pancarta a favor de los presos que colgaba de la Generalitat cuando se lo ordenó la Junta Electoral Central.
La vista oral de la causa contra Torra, que se expone a una condena de hasta 20 meses de inhabilitación, está fijada para el 18 de noviembre, por lo que la sentencia podría caer antes de fin de año, aunque si el president fuera condenado podría recurrir ante el Tribunal Supremo.
En todo caso, una condena ya en firme obligaría a activar los mecanismos previstos para sustituir al jefe del ejecutivo catalán en la ley de la Presidencia de la Generalitat y del Govern, que establece un plazo de 10 días para que se presente un candidato a ocupar la presidencia. Pero en Esquerra consideran inviable que el govern pudiera seguir con otro presidente, por falta de apoyos para investirlo.
Un aspirante a sucesor de Torra pactado por los dos socios del govern necesitaría contar al menos con la abstención de la CUP para ser investido en segunda vuelta, con mayoría simple. Y la abstención de los cuperos ya permitió en su día la investidura de Torra, pero en caso de un sustituto, en la dirección del partido de Junqueras cuentan con que la CUP carece de incentivos para prolongar la legislatura. “Ahora tienen solo cuatro diputados y si hay elecciones, tal y como están las cosas, podrían conseguir unos cuantos más”, alegan las fuentes consultadas. La propia formación anticapitalista le han pedido ya a Torra que de un volantazo y convierta su retórica independentista en un choque real con el Gobierno o bien dimita y convoque elecciones.
En caso de que el intento de investidura no prosperara, se abriría un periodo de dos meses, para buscar un candidato. Si pasado ese plazo, no hubiera investidura, no quedaría otra que convocar automáticamente esas elecciones por las que Esquerra suspira pero que no se atreve a forzar.