ERC abandona a Quim Torra tras el castigo del Parlament
Junts per Catalunya se revuelve contra la moción que insta a Torra a convocar elecciones. Hurga en su choque con ERC por los diputados suspendidos
Esquerra no está por la labor de reírle las ocurrencias a Quim Torra. Lo evidenció hace dos semanas desmarcándose de las gesticulaciones del president para burlar a la junta electoral a vueltas con los lazos primero amarillos y luego blancos en el Palau y el resto de edificios de la Generalitat. Y ahora los de Oriol Junqueras han vuelto a tirar de silencio significativo ante la reacción exhibida por sus socios de gobierno de Junts per Catalunya (JpC) y el propio Torra después de que el Parlament aprobara la moción del PSC que insta al president a someterse a una moción de confianza o convocar elecciones.
Claro que tampoco parece que en JpC hayan tenido muy en cuenta a sus socios a la hora de desautorizar la votación alegando que si la moción socialista ha salido adelante ha sido gracias al “voto de calidad” de Pablo Llarena, que es el mensaje envenenado que se han apresurado a lanzar tras la derrota tanto el propio Torra como su formación. Envenenado incluso para ERC, porque hacer referencia a esos cuatro diputados neoconvergentes, con Carles Puigdemont a la cabeza, cuyos votos no son utilizables al estar suspendidos por orden del que fue el juez instructor del procés, es hurgar en una herida mal cerrada en el seno del govern.
La derrota encajada este jueves es especialmente dolorosa para Torra porque trastoca precisamente la coherencia interna del relato independentista y, muy especialmente, el de JpC, ese que dice que si a finales de la legislatura pasada optaron por la unilateralidad es porque tenían un mandato democrático, y que la voluntad del Parlament no puede someterse a los dictados de ningún tribunal, ni siquiera el Constitucional. Pero ahora, lo que hay sobre la mesa es precisamente un mandato parlamentario para que Torra arroje la toalla.
De ahí que las primeras reacciones hayan consistido en presentar batalla en ese terreno, el del relato, y en cuestionar la legitimidad de la votación recurriendo al espantajo de Llarena. Es lo que hizo, en cuanto se completó la votación, el vicepresidente de la cámara, el puigdemontista Josep Costa, que primero, en el mismo hemiciclo, tomó la palabra para alegar que «si se tuviera en cuenta el voto de todos los diputados, esta moción habría sido rechazada», y luego insistió en las redes. “Solo se puede considerar aprobada si se tiene en cuenta el voto de calidad del juez Llarena (suspensión de diputados)”, tuiteó.
Només es pot considerar aprovada si es compta el vot de qualitat del jutge Llarena (suspensió de diputats). El govern manté el suport dels mateixos grups que el varen investir. De fet, comptant els vots dels presos i exiliats, la moció no s’ha aprovat. https://t.co/wvB8DbW0HC
— Josep Costa🎗 (@josepcosta) 4 de abril de 2019
A ese mismo planteamiento se abonó Torra, que, también vía Twitter, publicó: “La mayoría parlamentaria escogida el 21-D rechaza la moción de los socialistas. Cs, PSC, comunes, PP y el voto de calidad de Llarena suman fuerzas para pedir que convoque elecciones. Continuamos gobernando con toda la ambición republicana intacta”. Otros diputados de JpC, como Francesc de Dalmases, que habló de que se sumaron a la tarea de difundir la tesis en las redes.
La majoria parlamentària escollida el 21-D refusa la moció dels socialistes. C’s, PSC, Comuns, PP i el vot de qualitat de Llarena sumen forces per demanar que convoqui eleccions. Continuem governant amb tota l’ambició republicana intacta. https://t.co/ziQ3mrqLee
— Quim Torra i Pla (@QuimTorraiPla) 4 de abril de 2019
Aclariment: Comuns i Tripartit del 155 (Cs, PP i PSC), aproven aquesta Moció gràcies al vot de qualitat de Llarena. De res… https://t.co/G5swTJAJLq
— Francesc de Dalmases @JuntsXCat (@francescd) 4 de abril de 2019
En cambio, nadie de ERC la suscribió. La portavoz parlamentaria de los de Junqueras, Anna Caula, se mostró muy crítica con los impulsores y los que se sumaron a la iniciativa, pero en otros términos, los que ya marcó el martes su hombre fuerte en el govern, el vicepresident Pere Aragonès, que acusó a la oposición de ser solo una mayoría “para criticar y destruir”, pero “no para construir”, y la instó a presentar una moción de censura o a dejar al ejecutivo catalán que gobierno, como este jueves reiteró Caula.
El caso es que la reacción de Torra y JpC puede entenderse incluso como una pulla a sus socios. Porque si desde octubre los votos de Puigdemont y los otros tres diputados neoconvergentes suspendidos, Jordi Sànchez, Josep Rull y Jordi Turull, no pueden usarse y, en consecuencia, el independentismo ya no cuenta con mayoría en el Parlament, es porque JpC renunció a acatar la decisión tomada por la Mesa del Parlament, con su presidente, Roger Torrent (ERC) al frente, de sustituirlos a la hora de las votaciones.
JpC rechazó esa fórmula precisamente para no cortocircuitar su propio relato: ese que dice que, pese a las evidencias de lo contrario, el Parlament no se somete a las decisiones del Supremo y sus diputados procesados, que ni votan ni cobran desde julio, no están suspendidos. Y ERC, en cambio, sí optó por designar sustitutos para que voten en lugar de sus dos suspendidos, Junqueras y Raül Romeva.
Herida (re)abierta entre JpC y ERC
Ese episodio provocó el cisma más importante entre las dos formaciones que integran el govern Torra, y la herida se volvió a infectar cuando Puigdemont optó por llevar al TC aquella decisión de la mesa.
Esta misma semana, la presentación de las alegaciones de la cámara catalana contra ese recurso ha provocado la reacción airada de JpC, y que Jaume Alonso-Cuevillas, abogado del expresident y número uno de la lista por Girona al Congreso de la formación neoconvergente, acusara al Parlament de disparar un «tiro al pie» de la defensa de la antecesora de Torrent, Carme Forcadell, procesada en el Supremo, y del resto de integrantes de la mesa que presidió investigados por el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Así que la referencia al «voto de calidad» de Llarena no podía caer en momento más delicado de las volátiles relaciones entre los socios de un govern en minoría y que, además de asediado por la oposición lo está incluso por las propias tensiones internas.