Los órganos parainstitucionales de Torra duplican funciones
El consejo para la república de Carles Puigdemont y el foro constituyente de Lluís Llach tienen cometidos semejantes
La estructura parainstitucional que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, anunció ya en su discurso de investidura que tenía intención de levantar se despliega de manera errática, lo que se refleja en continuos cambios de planes sobre la marcha, que incluyen desde rebajas en los objetivos a solapamientos de funciones.
Ahora que por fin se han presentado dos de los pilares de esa organización extraoficial, no solo sigue sin saberse muy bien ni quién los integrará ni cómo operarán, sino que encima resulta que, si atendemos a la definición de sus respectivas tareas, la cosa no cuadra.
Esas dos claves de bóveda de la actividad extraoficial que quiere promover la Generalitat han sido bautizadas con los muy sonoros nombres de «consejo para la república» y, cojan aire, «consejo asesor para el impulso del foro cívico y social para el debate constituyente». El primero, liderado por el expresident Carles Puigdemont, y el segundo, por el cantautor y exdiputado de Junts pel Sí Lluís Llach.
Inicialmente, se vendió que el entonces llamado «consejo de la república» —después, la preposición se cambiaría por un «para»— sería una especie de «gobierno en el exilio». Después, se insistió en sus funciones propagandísticas, como herramienta al servicio de la difusión internacional de la causa independentista. Y, al presentarlo el pasado 30 de octubre en el Palau de la Generalitat, Puigdemont, vía videoconferencia, dijo que llegaría a donde Torra no puede porque a él no le pueden volver a aplicar el artículo 155.
De «foro constituyente» a «consejo asesor»
Por su parte, el ente presidido por Llach, cuyos miembros ha nombrado la Generalitat, pese a no tener asignado ningún sueldo público —como tampoco se prevé que lo tengan los miembros del consejo para la república—, no aparecía, a diferencia del artefacto presidido por Puigdemont, en el acuerdo de gobierno que suscribieron Junts per Catalunya (JpC) y ERC, sino que Torra, alimentando la sensación de continua improvisación que cada vez con más insistencia planea sobre su gobierno, anunció su creación a principios de septiembre.
Claro que entonces el president habló de un «foro social, cívico y constituyente», que se iba a presentar en octubre. Y lo que finalmente se presentó fue un consejo asesor para impulsar ese foro, ni tan solo para crearlo, tarea que el propio Llach dijo que debería recaer en el tejido asociativo catalán.
Solapamientos e incongruencias
Rebajadas así sus expectativas, las funciones de ente presidido por Llach se duplican con las del de Puigdemont. De hecho, el consejo para la república, tal y como se estableció en el acuerdo de gobierno de JpC y ERC, tiene entre sus objetivos «impulsar debates constituyentes y facilitar las herramientas necesarias para su desarrollo», pese a que ese es, precisamente, el principal encargo que tiene el consejo asesor del foro constituyente.
Y además, el ente puigdemonista también tiene asignada la tarea de «desarrollar la metodología del proceso constituyente», una atribución que no resulta compatible con dos cuestiones sobre las que Llach advirtió en la presentación de su consejo.
Llach insistió en que aquí nadie está iniciando un proceso constituyente porque, llegado el caso, esa iniciativa debería corresponder al Parlament
Una, que aquí nadie está iniciando ningún proceso constituyente porque, llegado el caso, esa iniciativa, insistió, debería corresponder al Parlament. Y dos, que es el órgano encabezado por el cantautor el encargado de diseñar la metodología del ahora llamado «debate constitutuyente», que él mismo rebajó a una especie de proceso participativo para contrastar opiniones sobre el futuro de Cataluña.
Así que, a las dudas aún por aclarar sobre composición, calendario y mecanismos de funcionamiento, se añade la de si todas las piezas del aún embrionario (y presunto) entramado parainstitucional de Torra acabarán por encajar o por cortocircuitarse. Porque, si hacemos caso a la letra pequeña de las explicaciones que se han dado sobre unas y otras, hay aspectos en los que ni siquiera parecen responder a un mismo plan.