El fondo Carlyle se lanza a por Codorníu
El fondo de capital riesgo pone sus ojos en Codorníu, que está abierta a encontrar un socio minoritario para dar salida a los accionistas díscolos
Tras Freixenet, llega el turno de Codorníu. Si hace semanas la alemana Henkell firmó la compra del líder del cava tras dos años de negociaciones, ahora la empresa más antigua de España toma el relevo. En pérdidas e inmersa en un profundo enfrentamiento familiar, la compañía de los Raventós busca socios, y el fondo estadounidense Carlyle Group ha puesto sus ojos en ella.
Fuentes cercanas a la empresa explican a Economía Digital que el vehículo inversor norteamericano comunicó su interés por hacerse con el control de la sociedad. Entre las exigencias de la firma estarían la de participar en la elección del nuevo consejero delegado y la de tener representación en el consejo de administración.
A pesar de no haber presentado una oferta formal, el acercamiento fue debatido hace pocos días por el consejo de administración, que en un primer momento rechazó ceder el control del grupo. Las cifras que baraja el fondo estadounidense valorarían al cavista en algo más de 200 millones de euros, calculan otras voces.
No obstante, el órgano decisorio sí se mostró abierto por primera vez a encontrar un socio financiero que entre con una participación minoritaria en la compañía. Una medida para dar salida al grupo de accionistas contrarios a la gestión de la actual dirección, liderada por Javier Pagès, que, como desveló este medio, habían puesto sus participaciones al mercado.
La incógnita de la venta: si Carlyle convencerá a la mayoría de Codorníu o se conformará con una participación minoritaria
Descontentos por la falta de dividendos y la baja rentabilidad, el disgusto se escenificó en el 20% del capital que votó contra la gestión en el ejercicio 2015/2016, el último disponible en el Registro Mercantil. El año anterior el volumen de accionistas contrarios alcanzó el 29,75% de los presentes.
Los díscolos ganaron fuerza hace pocos meses para forzar un cambio al frente de la empresa, con la jubilación de la presidenta Mar Raventós y el salto de Pagès a una posición meramente institucional. Ahora, la firma busca un nuevo consejero delegado que aterrice en la bodega de Sant Sadurní d’Anoia a finales de 2018.
Cansados de pagar el impuesto sobre el patrimonio son muchos los que también planean deshacerse de su paquete “en el caso de que llegue una buena oferta, que valore justamente a la empresa”. Ahora, algunos de los 216 accionistas habrían llegado a acuerdos de forma individual con el gigante Carlyle.
El principal problema hasta el momento había sido la falta de interesados. “Ha existido alguna muestra de interés, pero no se ha concretado ninguna proposición seria”, explicaban hace semanas las mismas voces. Ahora el fondo de capital riesgo estadounidense puede dar un vuelco al asunto.
La incógnita abierta ahora es si Carlyle será capaz de convencer a la mayoría de los accionistas o si por el contrario se conformará con una participación minoritaria.
Los motivos del descontento de los accionistas de Codorníu
La principal razón del enfado de algunos accionistas es la falta de rentabilidad. En el año 2016/2017 los ingresos fueron de 236 millones de euros, un millón menos que en el 2009/2010. Según las cuentas depositadas en los registros, la cifra de negocio no superó los 240 millones de euros durante los últimos siete ejercicios.
Mayores vaivenes dieron los resultados, aunque jamás alcanzaron las cotas deseadas por parte del accionariado: 4,7 millones de euros fue el pico más alto cosechado, mientras que unas pérdidas de 5,3 millones fueron el suelo.
En el pasado ejercicio, la empresa ya abordó algunos de los problemas que tenía para elevar sus resultados. Presentó un expediente de regulación de empleo para 71 personas y anunció su renuncia a fabricar marcas blancas. Mientras, la contención del gasto es una de las máximas impuestas durante el actual ejercicio 2017/2018.
La decisión de trasladar la sede social desde Sant Sadurní d’Anoia a La Rioja también se tomó con parte del accionariado en contra. Como protesta, el antiguo director general y vicepresidente, Jordi Raventós, presentó su dimisión en el consejo celebrado tras la mudanza.