Codorníu se propone ganar 50 millones al año con su plan estratégico
La cavista quiere disparar la rentabilidad hasta 2022 con la venta de vinos con mayores márgenes y un aumente de la eficiencia
La cúpula de Codorníu asume que, tras la llegada de Carlyle, la atonía de sus resultados no puede mantenerse. El decano del sector del cava cambió de manos hace poco más de un año tras una interminable guerra familiar y a los pocos meses ya comenzó a implementar un nuevo plan estratégico. Recorte de plantilla, apuesta por el vino tranquilo e inversión en tecnología con una misión: alcanzar unos beneficios de 50 millones de euros para 2022.
La compañía que dirige Ramón Raventós ya tiene en marcha el plan estratégico 2019-2022 con el que aspira a multiplicar por cuatro las ganancias de 12,5 millones registradas en el ejercicio 2017-2018, explican fuentes internas a Economía Digital. Para ello, la maquinaria ya comenzó a funcionar, pero vivirá su primer momento decisivo con la vendimia, que comienza tradicionalmente en estas fechas y es el preludio de la campaña navideña.
Raventós Codorníu –como se denomina ahora el grupo— tiene abierta la puerta a crecer mediante adquisiciones, como ya hizo con Parxet. Mientras, quiere expandir el negocio del cava a un ritmo del 2,5% anual. En los últimos ejercicios, la filial Codorníu SA fue uno de los principales focos de pérdidas, como revela el agujero de 2,2 millones del pasado ejercicio. Así, se quiere dotar de mayor independencia a los distintos sellos del conglomerado.
Codorníu aboga por vender botellas que le den mayor margen
La cúpula de la compañía asegura a su entorno que la empresa debe insistir en el modelo de producción tradicional, de la mano de los viticultores del entorno. Además, defienden en público la necesidad de dirigirse hacia un perfil de cliente más alto con tal de poder vender botellas más caras que den un mayor margen.
Pero los 50 millones de euros de beneficios no llegarán sólo con un incremento de la facturación. Codorníu tiene en marcha diversas inversiones tecnológicas de sus bodegas. Por ejemplo: en el centro neurálgico de Sant Sadurní (Barcelona) se producirá un progresivo lavado de cara con tal de modernizar unas instalaciones que, según muchos, necesitaban ya «una actualización».
Además, el municipio del Penedés vuelve a ser el cuartel general de la compañía. De ahí el cierre de las oficinas de Esplugues de Llobregat, donde se ubicaba la alta dirección de la empresa en los últimos años.
Pero el principal foco de crecimiento debe ser el vino tranquilo. En esta división se realizará la mayor inversión, y Raimat será la insignia. Carlyle quiere volver a elaborar un producto de calidad bajo la marca, tanto blanco como tinto. Así, remodelará parte de las instalaciones con tal de incrementar su capacidad técnica y tecnológica. A modo de ejemplo, el grupo ya sacó al mercado dos nuevos vinos: El Niu de la Cingonya, un blanco que está a la venta por 13 euros la botella, y El Silenci del Molí, un tinto a 10,45 euros la unidad.
Pero para poner en marcha la inversión, Codorníu tenía claro que debía reducir los costes salariales. Si en verano de 2017 ya aplicó el primer expediente de regulación de empleo (ERE) del sector, el pasado mes de abril alcanzó un acuerdo con la plantilla para presentar un recorte que afectó a 70 personas y que cubrió con prejubilaciones y bajas voluntarias. Los sacrificados fueron compensados con indemnizaciones de 38 días y 28 mensualidades, con un máximo de 75.000 euros.
Antes pasaron por la tijera de Carlyle varios directivos. En diciembre, el fondo estadounidense despidió a la directora de marketing, la directora de control y planificación, el director de estrategia y recursos humanos, el director de viticultura; y el director de operaciones.
El último año de Codorníu
En el último ejercicio con Mar Raventós en la presidencia y Javier Pagés en la dirección general el grupo, el grupo vinícola volvió a beneficios y alcanzó unas ganancias de 12,5 millones gracias a la venta de la marca Locations, enfocada al mercado estadounidense. Sin embargo, la filial que agrupa el negocio del cava se quedó otra vez en números rojos.
Las cuentas del ejercicio 2017/2018, cerradas el pasado 30 de junio, revelan que el grupo ahora propiedad de Carlyle abandonó las pérdidas a pesar de ver como las ventas caían desde los 236,1 millones hasta los 210,1 millones. No obstante, el expediente de regulación de empleo (ERE) aplicado el año anterior comenzó a dar sus frutos y los gastos de personal se redujeron desde los 55 millones hasta los 35 millones de euros.