Carlyle dibuja la Codorníu del futuro: más Raimat y nada de prosecco
El fondo de inversión termina la fase de recortes con el ERE y se dispone ahora a invertir para crecer al ritmo del 2,5% anual
Tras pasar la tijera, primero por la cúpula y luego por la plantilla, Carlyle prepara un plan para sacar a Codorníu de la atonía. El fondo estadounidense despidió en diciembre a la mitad de la dirección y la pasada semana pactó con los sindicatos un expediente de regulación de empleo (ERE) para 70 personas. Después del ajuste, es el momento de invertir para crecer por encima del 2% anual.
Fuentes financieras explican a Economía Digital que el objetivo de la compañía que dirige Ramón Raventós es el de registrar un crecimiento que ronde el 2,5% al año. Para elevar las ventas de 236 millones registradas en el último ejercicio disponible en el Registro Mercantil (2017), el conglomerado proyecta inversiones en las bodegas de Sant Sadurní y apuesta por los vinos de Raimat.
De este modo, las mismas voces desgranan el nuevo plan estratégico de Codorníu. Para empezar, la DO Cava será importante, pero no exclusiva. La compañía aboga por la región del Penedès más allá de la propia denominación de origen. Por ello, trabaja para elaborar vinos con otros sellos desde la zona.
Codorníu quiere revitalizar las bodegas Raimat para erigirlas de nuevo en un sello de calidad
Sin embargo, la mayor inversión será por las bodegas de vino tranquilo Raimat. Carlyle quiere volver a elaborar un producto de calidad bajo la marca, tanto blancos como tintos. Así, remodelará parte de las instalaciones con tal de incrementar su capacidad técnica y tecnológica.
A modo de ejemplo, el grupo ya sacó al mercado dos nuevos vinos: El Niu de la Cingonya, un blanco que está a la venta por 13 euros la botella, y El Silenci del Molí, un tinto a 10,45 euros la unidad.
No obstante, Carlyle parece tener claro que el cava es su producto dentro del universo de los espumosos. Mientras Freixenet triplicará la producción del prosecco de cinco a 15 millones de botellas anuales, Codorníu mantendrá su negativa a este vino italiano. Es más, proyecta varias campañas comerciales con tal de incidir en las diferencias a la hora de producir ambos productos.
Según insiste Ramón Raventós a su círculo ejecutivo, la compañía catalana debe insistir en el modelo de producción tradicional de la mano de los viticultores de su entorno. Más allá de crecimientos desaforados, la expansión pasa por adquisiciones como la compra de Gleva Cellars, que controla marcas como Parxet, Basagoiti y Raventós d’Alella.
Carlyle prepara un plan de inversiones para modernizar las bodegas de Sant Sadurní
Así, el dinero de Carlyle se utilizará tanto para crecer como para mejorar las bodegas. Si la inversión en Raimat será para lograr vinos de mayor calidad, las bodegas de Sant Sadurní también tendrán su lavado de cara, de forma progresiva, con tal de modernizar unas instalaciones.
De primeras, el centro de Sant Sadurní volverá a ser el centro de la compañía. De ahí el cierre de las oficinas de Esplugues de Llobregat, donde se ubicaba la alta dirección de la empresa en los últimos años.
Codorníu recorta costes
Pero para poner en marcha la inversión, Codorníu tenía claro que debía reducir los costes salariales. Si en verano de 2017 ya aplicó el primer ERE del sector, esta semana alcanzó un acuerdo con la plantilla para presentar un recorte que afecte a 70 personas y que espera cubrir con prejubilaciones y bajas voluntarias.
Dirección y sindicatos mantuvieron el lunes pasado una larga reunión hasta entrada la noche donde acordaron las condiciones de los despedidos. Estos tendrán una indemnización de 38 días y 28 mensualidades, con un máximo de 75.000 euros. Además, se fija un plan de rentas para los trabajadores mayores de 56 años.
Antes pasaron por la tijera de Carlyle varios directivos. En diciembre, el fondo estadounidense despidió a la directora de marketing, la directora de control y planificación, el director de estrategia y recursos humanos, el director de viticultura; y el director de operaciones.