Telefónica cede 1.200M en Hispanoamérica ante su frustrada salida
La compañía sigue lastrada por su exposición al país por el efecto divisa y la feroz competencia, a la que suma ahora el golpe del coronavirus
A falta de un mes para que se cumpla un año del anuncio de Telefónica sobre su nuevo posicionamiento estratégico en el tablero mundial de las telecomunicaciones, la exposición en Hispanoamérica continúa pasándole factura. Ha anunciado la venta de algunas de sus filiales, ha visto truncadas otras operaciones y en determinados casos no han pasado de ser meros rumores del mercado. Pero lo cierto es que mientras la compañía siga ligada a la región, el efecto divisa y la competencia feroz en algunos países, sumada ahora a la crisis del coronavirus, continuará haciendo mella en los resultados de la compañía.
Sobre la cuenta de resultados presentada ayer, jueves, antes de la apertura del mercado, los males de la cotizada española se detectan rápido. Todas las filiales de Hispanoamérica retroceden en ingresos, tanto en términos reportados como orgánicos, es decir, excluyendo factores extraordinarios y analizando únicamente el comportamiento natural del negocio.
En términos agregados, Telefónica Hispam empeoró en 1.200 millones de euros entre enero y septiembre, al pasar de una cifra de negocio de 7.221 millones de euros a 5.988 millones de euros. El mismo éxito se traslada al resultado de explotación (oibda para las telco) de estas filiales. Argentina, Chile, Perú, Colombia, México y Centroamérica adelgazaron en 1.309 millones de euros este indicador vital que mide la rentabilidad del negocio.
A la postre, el impacto del coronavirus fue muy significativo. En Hispanoamérica el zarpazo fue de 474 millones en los ingresos durante el periodo enero septiembre para el negocio global. Para entender la magnitud de la cifra: equiva al 30% del impacto en todo el grupo al mismo agravio que generó España y Alemania juntas.
La necesidad de ventas fuera de Europa
Hace casi un año, el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, era claro y reconocía que la fórmula tradicional de la compañía se había agotado en esos países, porque, entre otros motivos, era muy difícil crecer por encima de la inflación. Fue lo que le llevó a centrarse en cuatro enclaves (España, Reino Unido y Alemania) y dejar de lado los países del continente americano, a excepción de Brasil. La división ya no estaría dividida en Norte y Sur, sino en una sola. Y las opciones para reducir su exposición y el capital empleado contemplaban distintas fórmulas, entre ellas la venta directa.
La feroz competencia del mercado, en el que se encuentran gigantes como América Móvil, con las marcas Telcel o Claro (opera en México, Perú y Centroamérica, entre otros), o el norteamericano AT&T, y a los que se suman compañías con ofertas agresivas (Bitel y Entel en Perú, por ejemplo), tampoco invita a seguir peleando. Pese a que Telefónica presume de iniciativas comerciales en los países de Hispam, los datos no engañan. Hoy, siguiendo los datos depositados por la compañía ante la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), la operadora ha retrocedido en accesos (clientes) en todos los segmentos. Tiene menos clientes de telefonía fija, banda ancha, móvil y televisión que durante el tercer trimestre de 2019.
La recomendación de desprenderse de estas filiales ha llegado desde los analistas. El banco de inversión Barclays ya recomendó que acelerara estas operaciones corporativas si quería ganarse la confianza del mercado. Ya en mayo, la firma británica advirtió que la teleco «debería vender activos», además de repensar si repartir dividendo, y decidió recortar el precio objetivo hasta los 5 euros, desde los 6,40 euros por acción en los que había valorado anteriormente a la compañía.
Hasta ahora algunas ventas se han concretado, pero otras se han truncado. En el primer grupo se encuentran las operaciones de Telefónica Guatemala, a la que sí se le pudo dar salida. Esta filial estaba participada en su mayoría por la firma española, aunque otro porcentaje significativo era propiedad del grupo inversor familiar multilatino Corporación Multi Inversiones, que se involucró activamente en el negocio de las telecomunicaciones en el año 2013.
Telefónica ha vendido sus filiales en Costa Rica, Guatemala, Nicaragua y Panamá
En el segundo grupo aparece la recién frustrada operación en El Salvador, donde el regulador ha obligado a Telefónica y Claro, del grupo América Móvil, propiedad de Carlos Slim, a paralizar la compra de mutuo acuerdo. El cambio de planes llegó después de acordar la venta en 2019 y el motivo fue que Superintendencia de Competencia, equivalente a la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia en España (CNMC), puso sobre compromisos para la operación que la firma española consideró inasumibles.
Telefónica también ha vivido giros inesperados, como el de la venta de la filial de Costa Rica a Liberty Media tras la espantada de Millicom (usa la marca Tigo en Panamá), un operador de telefonía móvil que cotiza en el Nasdaq estadounidense y tiene su sede central en Luxemburgo. La operación con Liberty, a la sazón socio de Telefónica en Reino Unido, se cerró por aproximadamente 500 millones de dólares (unos 425 millones de euros), lo que significaba vender a una cifra 7,4 veces superior al resultado bruto de explotación de la filial en el país caribeño en 2019. No obstante, sigue pendiente de las autorizaciones del regulador.
Pero sobre el resto de filiales solo han aparecido rumores y filtraciones. Se puso el cartel de se vende sobre Perú, Ecuador y México, pero en ningún caso se concretó nada. Tampoco se supo más de la posible intención de un holding de empresarios latinos de hacerse con todo el paquete de filiales. La oferta, de al menos 10.000 millones de euros, sería para el 51% de la empresa, si bien el 49% restante se repartiría entre otros accionistas más pequeños y la propia Telefónica, que se mantendría en el capital con cerca de un 20 o un 25%.
Ante este escenario, la compañía ha optado por otras vías. En México llegó a un acuerdo con AT&T que le ha permitido ahorros drásticos en infraestructuras; en Colombia y Ecuador ha empezado a a optar por la venta de torres. La última operación fue anunciada en diciembre del año pasado, cuando se desprendió de 2.029 torres de estos dos países para que pasaran a manos de Phoeenix Tower International (PTI), una compañía participada por fondos de inversión como Blackstone y John Hancock Investor.