Mas apuesta por Munté para retener el poder en CDC
El partido aborda su semana decisiva para reinventarse después de dejarse más de la mitad del electorado desde 2011
Convergència seguirá. Con otro nombre, con otros rostros, pero será un partido más pequeño, pese a aspirar a un espacio que sigue existiendo, el catalanismo de las amplias clases medias catalanas. Artur Mas, que temía un auténtico batacazo en las elecciones generales del 26J, –y casi lo ha sido– podrá mantener el plan previsto, a la espera de que no se produzcan sorpresas, y quiere seguir al frente del partido a través de la consellera y vicepresidenta del Govern, Neus Munté.
Será el próximo fin de semana, con dos congresos seguidos. El viernes, el partido decidirá su cambio de nombre. Existen dos propuestas, en las que los militantes deberán optar si mantienen o no la palabra Convergència. Pero más allá de ello, que no es cualquier cosa –el instrumento político que fundó Jordi Pujol en 1974 ha forjado en gran medida la Cataluña contemporánea—la intención es renovarlo todo para, básicamente, intentar un mismo modelo: un partido que, ahora sí soberanista, abarque un espectro ideológico amplio.
Munté, la más fiel a Mas
El partido cambiará todo su organigrama. Para Mas se reserva el papel de presidente de honor, pero eso no significará que renuncie a un rol más ejecutivo. Mas, al margen de que el actual presidente, Carles Puigdemont se ha convertido en un gran activo, sigue siendo el gran referente de un partido que no ha dejado de perder votos desde las elecciones autonómicas de 2010.
La opción de Gordó, muy tocado internamente
Los alcaldes convergentes, que siguen pendientes de los pasos de la dirección de CDC para tomar el mando, esperan su momento. Una de las ideas que defienden alcaldes como Marc Castells, de Igualada, es que renunciar al nombre de Convergència es un precio demasiado alto. Y que en la Cataluña interior, donde el adversario es claramente Esquerra Republicana, el nombre sigue teniendo un enorme valor para las generaciones más mayores.
La otra gran opción la representa Germà Gordó, el ex conseller de Justícia, que aboga por una Convergència más conectada con su pasado reciente, consciente de que, al margen de la cuestión soberanista, lo más importante que debe defender un partido es un modelo de sociedad. Y ese debate lo está ganando claramente Esquerra Republicana en el seno de Junts pel Sí.
Los números son una tragedia para CDC. En las elecciones generales de 2011 CiU llegó a ser la primera fuerza política en Cataluña, algo nunca conseguido, con 1.015.691 votos. Pero en las elecciones del pasado 20 de diciembre, el apoyo se redujo a 567.000 votos, y en las del pasado domingo a 481.839 sufragios.
Por detrás de ERC
Ello le deja a las puertas del grupo mixto. Dependerá de la buena voluntad del PP, con la composición de la Mesa del Parlament, de que mantenga el grupo propio. El reglamento de la cámara exige un mínimo de 5 diputados, y el 15% de los votos en cada una de las circunscripciones en las que se presenta un partido o una coalición de partidos. Y ese porcentaje no lo alcanza CDC ni en el conjunto de Cataluña (13,92%), ni en dos de las cuatro provincias: en Barcelona, con sólo el 12,26%, y en Tarragona, con el 13,72%.
El futuro de Convergència es incierto. Mas desea movilizar a todo un amplio espectro, con socialdemócratas, liberales y humanistas cristianos (ex Unió Democràtica), con el pegamento del soberanismo, y con la idea de que se debe convocar un referéndum de autodeterminación.
Las dudas que la militancia de CDC deberá resolver el próximo fin de semana es si eso es o no imposible. Esquerra pretende algo similar, más escorada a la izquierda, y los republicanos le acaban de pasar por delante en las elecciones generales con 629.294 votos.