Liberalización comercial de Valencia

Es necesario repensar el pequeño comercio, permitir la flexibilización horaria para todos los establecimientos, porque creará empleo y riqueza que redundará también para el comercio de proximidad

El trabajador de un comercio cierra su establecimiento en Valencia. Foto: Rober Solsona /Europa Press

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En los últimos días son noticia algunas manifestaciones de determinados empresarios sobre las políticas retributivas de sus empresas o los horarios de apertura de sus establecimientos. Además del debate permanente sobre la retribución, donde la imaginación y lo intangible pretende sustituir la retribución real para que los salarios se acomoden al nivel de gasto de las familias, resulta necesario reabrir el debate de la liberalización de horarios.

La mayoría de la población sabe que pronto comenzará la temporada estival en la que los vecinos de Valencia podremos volver a las grandes superficies que habitualmente no están disponibles en domingo, pero pocos conocen que en Valencia existe una relativa libertad de horarios para los empresarios.

El marco legal parte de una norma estatal que tiene rango básico, que es la Ley 1/2004, de 21 de diciembre, de horarios comerciales, la cual fija dos tipos de establecimientos: unos pueden abrir cuando quieran sin limitación de horarios o de festivos y otros que están limitados en un número máximo de festivos al año.

Foto: Mercat Central de Valencia

Los que pueden abrir libremente se clasifican según los productos que venden (pastelerías o carburantes, entre otros), por su superficie (hasta 500 o 300 metros cuadrados según los casos), o por su ubicación (en zonas de gran afluencia turística que así se cataloguen administrativamente, por ejemplo). Estos comercios de horario libre existen para cubrir las necesidades inmediatas de la población en un día festivo.

En cambio, el resto de establecimientos, que en resumidas cuentas son las grandes superficies, tienen una limitación en la norma estatal según la cual pueden abrir un mínimo de 16 días festivos al año, y son las Comunidades Autónomas las que libremente pueden fijar un número al alza según sus propias circunstancias.

Madrid, la liberalización absoluta

En la práctica, y en vez de pensar en el interés general y en la economía regional se fijan estos límites pensando en un interés político, que hace un flaco favor a las empresas y a la ciudadanía. El ejemplo de liberalización absoluta es Madrid, donde las grandes superficies abren todos los días y el madrileño se ha acostumbrado ya a repartir su compra semanal entre el sábado y el domingo, notándose ese reparto en la afluencia de consumidores el fin de semana. Ningún consumidor en Madrid se plantea ya volver a una situación de cierre de establecimientos por decreto.

En cambio, en Valencia seguimos anclados al Decreto Ley 1/2015, de 27 de febrero, del Consell, de horarios comerciales en la Comunitat Valenciana, que permite una apertura adicional durante otros 10 días festivos, que se reparten a lo largo del año, y que fue fruto de la pretensión del anterior equipo de gobierno de terminar con la liberalización iniciada años atrás.

Ninguna de las normas, ni la liberalizadora ni la restrictiva, trataba situaciones diferentes con respuestas diferentes, pues no puede compararse la situación en Valencia, por ejemplo, con Castellón. Ni unos ni otros han tenido en cuenta el impacto que puede suponer en la economía la apertura en festivos, porque desde luego la flexibilización horaria total, aunque supone un incremento notable en las contrataciones de personal y en la actividad de servicios indirecta de las grandes superficies, es cierto que también puede resultar un perjuicio para un comercio tradicional que carece de la capacidad para contratar más personal y abrir en festivo.

«Ningún consumidor en Madrid se plantea ya volver a una situación de cierre de establecimientos por decreto»

El problema de base radica en el propio tejido empresarial español (y en el sector del comercio en particular), con una preponderancia de micro empresas que emplean a un número reducido de empleados y que por el número de ventas en festivo carece de la capacidad para asumir el coste de empleados adicionales para ese día.

Pero la solución al problema del pequeño comercio no puede pasar por prohibir días de apertura adicionales a las grandes superficies porque la prueba es que así se ha funcionado en los últimos 9 años y no ha servido para evitar la desaparición de unos cuantos, alguno de ellos muy emblemáticos.

La gran amenaza del pequeño comercio (y en buena medida del grande) reside en las plataformas de venta online que ponen en horas a tu disposición en tu propia casa casi cualquier tipo de producto, a precios que difícilmente cubren su propio transporte, y en muchas ocasiones con una calidad ínfima.

Repensar el comercio como un servicio de proximidad

Y esa amenaza debe usarlo el comercio tradicional para convertirse en lo que tiene que ser, un servicio de proximidad, de barrio, de atención personalizada, y en fin de calidad en la que incluso el consumidor podrá asumir un coste mayor a cambio de estas ventajas adicionales. Es necesario repensar el pequeño comercio, permitir la flexibilización horaria para todos los establecimientos, porque creará empleo y riqueza que redundará también para el comercio de proximidad.

Es hora de que, pese a la escalada de precios, que no de salarios, el consumidor elija calidad. Para ello, la Comunitat Valenciana tiene la misión de emprender la modificación del Decreto Ley 1/2015, intentando conciliar el máximo consenso parlamentario, bien suprimiendo el límite máximo de días festivos de apertura, bien modificando los requisitos para declarar una zona de gran afluencia turística que permita a Ayuntamientos como el de Valencia, tramitar esta declaración y eliminar así la limitación que sólo perjudica a la economía y a los valencianos.

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