Lecciones aprendidas después de la DANA
En el momento en que se requieren medios del Estado por la gravedad de la situación, debe haber una autoridad al mando, experimentada, que no quede paralizada presa del pánico
Hay un antes y un después para los valencianos de origen y adopción, entre los que me incluyo, después de la DANA de 2024. En el resto de España apenas se habla ya de lo sucedido aquí y, lamentablemente, más allá de la zona de emergencia cada vez menos. Pero el transcurso del tiempo y la erosión de la memoria colectiva no debe borrar las lecciones aprendidas que nos deja este terrible acontecimiento.
No es fácil seguir paseando por Paiporta, por Picanya, por Catarroja, por Massanassa, por Sedaví, por Beniparrell, por Benetusser, por Albal, y por tantos municipios sin consternarse a cada vuelta de la esquina con el drama de la tragedia y el ejemplo vivo de los que siguen ayudando.
Yo he tenido el enorme privilegio de pasar en todas estas ciudades muchas horas en el último mes y he podido ver la grandeza de un pueblo que lucha por salir adelante, pero que sigue encontrándose enfrente con una mole de dificultades administrativas.
He conocido de primera mano el esfuerzo de voluntarios y soldados, de funcionarios de pequeños municipios desbordados por la magnitud de la tragedia, pero que trabajan limitados por un corsé legal y reglamentario que impide avanzar más deprisa en la recuperación, que paraliza por ejemplo la reapertura de colegios, tan necesarios para niños y padres, por meros errores de catalogación administrativa que solo se resuelven a fuerza de insistir al responsable.
La principal lección aprendida de la tragedia es que la gestión de las emergencias debe dejarse en manos del personal técnico cualificado, y que la hipercolonización de cargos políticos cuyo único mérito profesional es una afinidad política debe ser desterrada a mínimos.
Así, el nombramiento de Gan Pampols, muy acertado, viene tarde porque es necesario reforzar las Administraciones con personal experimentado, técnico, alejado de la pugna política, y que solo tengan interés en servir al ciudadano. Debería ser normal que, entre los equipos de gobierno de las Administraciones Públicas, y desde luego a nivel directivo, se nombrase personal experimentado con carácter independiente.
Legislación de emergencia
Otra lección aprendida es la obligada reforma de la normativa de emergencias, que debe contemplar mecanismos simples y ágiles que permitan el despliegue automático de la Unidad Militar de Emergencias y la intervención del Estado dirigiendo la emergencia cuando el ámbito de la catástrofe requiere un esfuerzo estatal, sin perderse en cuestiones procedimentales sobre si afecta a una o a dos comunidades autónomas, si la iniciativa es de la comunidad o del Estado.
En el momento en que se requieren medios del Estado por la gravedad de la situación, debe haber una autoridad al mando, experimentada, que no quede paralizada presa del pánico y se vea incapaz de tomar decisiones. Que sea capaz de generar los recursos de personal, civil y militar, económicos, logísticos, e incluso normativos.
«El transcurso del tiempo y la erosión de la memoria colectiva no debe borrar las lecciones aprendidas»
La Generalitat Valenciana se ha visto desacreditada para liderar la emergencia con sus propios actos, posiblemente no solo por la falta de medios, sino especialmente por la falta de una normativa clara y un liderazgo sereno.
No se entienden cosas básicas como que a las familias afectadas no les haya facilitado desde el primer momento la Generalitat alojamientos en hoteles de la zona, al menos por el tiempo necesario para rehabilitar las infraestructuras de electricidad o saneamiento.
Por su parte, los municipios suplen muchas veces con buena voluntad la carencia de personal y de capacidad económica y en esta ocasión la realidad les ha superado y necesitan el apoyo de otras Administraciones.
Una reconstrucción coordinada
También hemos podido ver la solidaridad espontánea de los vecinos, o el despliegue de muchas ONG´s que colaboran en la reconstrucción. No obstante, su actuación fuera de una cobertura clara puede dar lugar a problemas con el solapamiento de actividades o zonas de trabajo, que deberían ser coordinadas y con una desescalada organizada, porque llegado un momento, la existencia de los puntos de distribución de alimentos o los comedores abiertos pueden generar un efecto de dependencia de la población y un retraso en la vuelta a la normalidad de la actividad comercial.
A nadie se le escapa que un enorme reto es la recuperación económica de familias, autónomos y pequeñas empresas, que a día de hoy aún no saben si serán indemnizados en su totalidad y si podrán reabrir o tendrán que cerrar definitivamente. Las ayudas económicas en estos casos deben de ser inmediatas, que permitan a las familias y empresas salir adelante sin verse abocadas a pedir el apoyo económico de familia y amigos.
«La existencia de los puntos de distribución de alimentos o los comedores abiertos pueden generar un efecto de dependencia de la población»
Y por último, como sabemos que puede volver a suceder, es necesario fomentar la inversión en infraestructuras hídricas, en que los partidos políticos retomen desde el consenso un plan hidrológico nacional que permita gestionar ese bien preciado que es el agua incluso cuando la fuerza de la naturaleza la vuelve incontrolable.
La DANA debemos recordarla, en primer lugar, desde el respeto a las víctimas de la tragedia; en segundo lugar, con el orgullo como Nación, de ver la ayuda desinteresada de tantos; y, en último lugar, como un ejemplo de lo que no debe volver a pasar en la próxima DANA. Para ello, la ciudadanía exige la altura de miras necesarias a sus políticos para recoger las lecciones aprendidas y mejorar las cosas.