Hay formas y formas 

La desinversión de Miura en Citri&Co es preocupante en la medida que significa que los fondos no obtienen la rentabilidad esperada y redirigen sus inversiones hacia otras actividades o sectores productivos

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Anda algo revolucionado el sector citrícola con la reciente noticia del encargo que ha realizado el fondo Miura Partners al banco de inversión Lazard para deshacerse de su participación en Citri&Co, empresa que aglutina a un grupo de grandes comercios nacionales, entre los que se incluyen Martinavarro o el andaluz Río Tinto, por citar un par de ejemplos. Se comenta que la operación, con una valoración que podría superar los 1.000 millones de euros, interesa a un buen número de fondos de inversión extranjeros, que estarían dispuestos a negociar la adquisición de esa participación. 

El desembarco de los fondos de inversión en el sector agroalimentario y el impulso de las operaciones de compraventa de pequeñas explotaciones para integrarlas en unidades productivas de mayor dimensión son dos procesos paralelos que están acelerando la concentración de la propiedad en cada vez menos manos. Así, un reciente estudio publicado por Funcas indica que el 10% de las explotaciones agrícolas concentra el 70% de la producción en España.  

Es evidente que la elevada concentración de la distribución hace necesario que la producción se concentre también, para poder atender las demandas de los grandes grupos, llegar a nuevos mercados y negociar en mejores condiciones. Sin embargo, hay formas y formas de dar pasos en esa dirección. 

La desinversión de Miura en Citri&Co es una noticia preocupante, por cuanto muestra una realidad que es poco halagüeña para el futuro del sector: cuando los fondos no obtienen la rentabilidad esperada, redirigen sus inversiones hacia otras actividades o sectores productivos. ¿Y qué pasa entonces con esas explotaciones? ¿Quién se hace cargo de ellas y en qué condiciones? ¿De qué manera puede afectar a nuestra capacidad para producir alimentos o para comercializarlos? Son preguntas sin respuesta, o con respuestas que probablemente no sean de nuestro agrado. 

Unos agricultores trabajan la tierra. Foto: Freepik.
Unos agricultores trabajan la tierra. Foto: Freepik.

La llegada de los fondos de inversión al sector agroalimentario acelera además el tránsito de una “agricultura de agricultores” a una “agricultura de jornaleros”, en la que los titulares de las explotaciones no son las personas que las trabajan, y en la que la mayor parte de los beneficios que se obtienen se marchan lejos del lugar donde se producen, por lo que no se reinvierten en beneficio del medio rural y de las personas que lo habitan. 

Ante esta perspectiva, el resto de empresas del sector, y entre ellas las cooperativas, no podemos quedarnos atrás si pretendemos mantener nuestra posición en el futuro. Es evidente que hemos de acelerar en nuestros propios procesos de concentración de la oferta, a través de diferentes fórmulas que permitan impulsar sinergias, optimizar procesos, generar economías de escala y dotar de un mayor añadido a aquello que producimos. Sin embargo, como decía anteriormente, hay formas y formas de alcanzar estos objetivos. 

Las cooperativas apostamos decididamente por una “agricultura de agricultores”, de personas que viven en el territorio, que obtienen unas rentas dignas de la actividad agraria

En el caso de las cooperativas, nuestro modelo pasa por integraciones que no necesariamente se realizan a través de la fórmula de la fusión societaria, lo que permite mantener la entidad e identidad propias de empresas íntimamente vinculadas a las localidades en las que se ubican, en ocasiones desde hace más de un siglo. Pasa por recuperar tierras abandonadas para el cultivo, ayudando con ello al mantenimiento del paisaje, o por dar continuidad a la actividad de explotaciones cuyos propietarios no pueden o no quieren seguir trabajando. Nuestro modelo pretende además atraer a jóvenes y mujeres a la actividad agraria, de manera que puedan seguir habitando el medio rural y desarrollando proyectos personales y profesionales vinculados al territorio.  

En la dicotomía anterior, las cooperativas apostamos decididamente por una “agricultura de agricultores”, de personas que viven en el territorio, que obtienen unas rentas dignas de la actividad agraria, que cuentan con nuestro apoyo para obtener la mayor rentabilidad posible por aquello que producen y a las que prestamos toda clase de servicios que ayudan a reforzar la vertebración y la vida del medio rural.

Apostamos por cooperativas dinámicas, sólidas y profesionalizadas, con vocación innovadora y una decidida actividad exportadora, capaces de afrontar con garantías los retos de presente y de futuro. Apostamos, en definitiva, por las personas y su bienestar, algo que no es cuestión baladí en los tiempos que nos ha tocado vivir. 

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