El papel de Ford, UGT, Sánchez y Mazón en Almussafes
Todos quieren estar sonrientes en una foto con el primer nuevo coche pero para llegar hasta allí tienen que estar dispuestos a ceder y tragar con las exigencias del resto
El objetivo es que la factoría de Ford Almussafes recupere la producción masiva de automóviles y para llegar hasta ese punto es necesario el entendimiento entre muchas partes. Las principales son la propia multinacional, UGT como sindicato mayoritario, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la Generalitat, Carlos Mazón.
Ford ha dado el paso imprescindible. El anuncio de fabricación de 300.000 unidades de un nuevo modelo híbrido a partir de 2027 es el hito fundamental. Tiene la sartén por el mango. La fábrica es suya y lo que sea que ocurra tiene que ser porque Ford quiera. El resto pueden ayudar pero todo el poder de negociación es de Ford. Aceptar esta realidad no significa que el abuso de esta posición no se le pueda volver en su contra. Todos necesitan hacer equilibrios.
En agosto de 2022, tal y como desveló en exclusiva Economía Digital, Ford renunció a 106 millones del Perte eléctrico. El mes pasado volvió a renunciar por segunda vez al Perte que se le había vuelto a conceder. El motivo económico-empresarial de la decisión está más que justificado y los hechos que se han producido desde entonces reafirman que el cambio de dirección de Ford tiene sentido en la industria de la automoción.
La apuesta de Ford por los vehículos híbridos rompió la lentitud estratégica que tenía la multinacional en Europa. Después de ella, Mercedes también renunció a parte de sus planes eléctricos. El hecho de que el consejero delegado de Seat y Cupra, Wayne Griffiths renuncie a la presidencia de Anfac criticando el lento avance del coche eléctrico es otra prueba que va en la misma línea que la empezada por Ford. La renuncia al coche eléctrico para seguir en la fase de coches híbridos tiene lógica económica porque responde a la demanda.
Pero los únicos motivos para una decisión no son sólo los económicos-empresariales y hay que tener también en cuenta la dimensión política. El gobierno de Pedro Sánchez ha demonizado el coche de combustión y en su discurso (luego en los hechos no, pero ese es otro tema) la apuesta es por el vehículo eléctrico. Por eso existe un plan Moves, que incentiva la compra de coches eléctricos y no hay un plan preveer como los de antaño en la que se bonifica el achatarramiento a cambio de comprar un coche actual de combustión, que es notablemente menos contaminante que los que cuentan con más de 10 años de antigüedad.
Esta diferente forma de entender la automoción se puso de manifiesto esta semana en la sede de Femeval en Valencia cuando la presidenta de Faconauto pidió el incentivo fiscal para comprar coches de combustión. Marta Blázquez tiene claro que Pedro Sánchez no va a apoyar el coche de combustión aunque reduzca contaminación y el PP sí que podría hacerlo. Nuria Montes, consellera de Industria, receló de apoyar la propuesta de los concesionarios por la infrafinanciación y la falta de recursos pero no por motivos ideológicos medioambientales.
Esta parte política es la que acelera y frena las gestiones para el respaldo que Ford pide de manera indistinta a la administración autonómica y central. El gobierno de Pedro Sánchez tiene encima de la mesa el mecanismo RED como principal decisión a tomar. Hay diversidad de puntos de vista según las fuentes consultadas. Hay quien asegura que se trata de algo completamente descartado mientras otras fuentes aseguran que «algo hay». El gobierno autonómico y UGT no paran de presionar. Lo ven posible.
El coste del mecanismo RED es de muchas decenas de millones de euros y el riesgo es que se convierta en varios centenares si hubiera aluvión de fabricantes y proveedores que se sumaran. Este peligro está más que controlado. Solo Volkswagen Navarra podría aprovechar un mecanismo RED mientras la mayoría de proveedores de Ford ya ha realizado los despidos que se podrían haber evitado con este tipo de ERTE especial. Por tanto, desde el punto de vista económico y de hacienda pública, los datos empujan a que se lleve a cabo el mecanismo RED.
Cuando la cerámica lo planteó, Yolanda Díaz, la misma ministra de Trabajo que se ha puesto a hablar de los beneficios de Ford cuando el tema que está encima de la mesa son 1.622 despidos, no hizo caso a los motivos económicos. Ahora, encima están los motivos medioambientales. El desplome de Sumar en línea con la caída de los verdes en el Europarlamento juega a favor de que este escollo se pueda gestionar. Depende del ministro de Industria, Jordi Hereu, que en su mochila tiene que Ford pase de un ERE de 600 empleados a uno de 1.600 al no activar el mecanismo RED.
Por otra parte está Carlos Mazón. Los presupuestos valencianos de 2025, 2026 y 2027 deben estar fuertemente marcados por la automoción si se quiere acompañar a los proveedores durante el bache de producción que hay hasta la llegada del nuevo modelo. Las líneas del IVF y la capacidad que tiene la red de institutos tecnológicos (si reciben financiación) para acompañar las innovaciones necesarias para que el parque industrial valenciano siga siendo competitivo serán claves en el futuro del sector. Una automoción valenciana fuerte necesita una factoría y todo su parque de proveedores. Ahí es donde la Generalitat puede retener y generar empleo de calidad.
Y aunque Pedro Sánchez y Carlos Mazón lo dieran todo, el botón para aceptarlo o no tampoco depende de ellos. UGT es el negociador. Carlos Faubel es el que inclina la balanza sobre lo aceptable o no. Comisiones Obreras, que ya no está ni el comité de empresa, ya ha pedido movilizaciones contra el ERE. Es la solución sindical habitual, especialmente si no tienes capacidad de negociar y sólo te queda la pataleta. Mientras, UGT aún guarda cautela. Hoy reúne a los afiliados para contarles la hoja de ruta.
De momento, la principal petición es el mecanismo RED, lo que en términos políticos significa hacer frente con Mazón contra Sánchez. UGT acostumbra a pedir reivindicaciones factibles por lo que en su empeño debería estar la capacidad real de conseguir el objetivo. Un enfrentamiento entre Ford y los sindicatos nos llevaría a escenas como las vividas en Saarlouis o Genk, es decir, en factorías que acaban cerrando. Entre ese extremo y negociar un ERE con 20 días despido y 12 mensualidades hay una enorme escala de grises por explorar.