Reconstrucción tras el desastre: un reto colectivo desde la arquitectura y la planificación urbana
La experiencia de otros desastres naturales, como el terremoto de Lorca, nos enseña que la recuperación no solo toma tiempo, sino que requiere flexibilidad
El 29 de octubre de 2024 será recordado como una de las fechas más trágicas para Valencia. La fuerza implacable de una DANA transformó el paisaje y las vidas de miles de personas, dejando en evidencia la vulnerabilidad de nuestras ciudades frente a los desastres naturales. Hoy, más que nunca, se hace necesario reflexionar sobre cómo abordar la recuperación desde una perspectiva que combine urgencia con visión a largo plazo, incorporando las lecciones del pasado y el conocimiento técnico de múltiples disciplinas.
La reconstrucción de una ciudad devastada no es solo un acto técnico; es una decisión social, económica y cultural que exige una planificación precisa y escalonada. Para llevarla a cabo va a ser necesario un largo periodo de tiempo y no hay más remedio que asumirlo. Por ejemplo, el terremoto de Lorca que solo se afectó a esta ciudad, ha tardado una década en recuperarse totalmente. Por ello, la sociedad debe asumir que se trata de un proceso lento y costoso por lo que crear un mal ambiente no es apropiado, genera desconfianza y desmoraliza a la gente.
Desde el Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia, dimos una respuesta inmediata, movilizando arquitectos con experiencia en peritaciones para evaluar los daños iniciales. Este primer paso, aunque fundamental, es solo el inicio de un largo camino que debe abordarse con prioridades claras y objetivos definidos.
Una planificación efectiva debe comenzar con una evaluación rigurosa de los daños, que incluya tanto los aspectos materiales como los intangibles. Los edificios destruidos o severamente dañados son evidentes, pero las infraestructuras subterráneas, como las redes de saneamiento y abastecimiento de agua, suelen pasar desapercibidas hasta que fallan completamente.
La reconstrucción de los edificios y las infraestructuras debe basarse en principios de resiliencia, sostenibilidad y adaptabilidad. Esto implica no solo restaurar lo perdido, sino hacerlo mejor, aprendiendo de las deficiencias que expuso el desastre.
- Viviendas: La recuperación de los hogares afectados es, sin duda, una de las prioridades. Sin embargo, no basta con reconstruirlas tal como estaban. Es esencial aplicar soluciones arquitectónicas que incrementen su resistencia a futuras inundaciones, como el uso de materiales hidrófugos, sistemas de drenaje eficientes y estructuras elevadas en zonas de riesgo. Asimismo, la disposición de los espacios interiores debe adaptarse a las nuevas necesidades de las familias, muchas de las cuales han visto sus dinámicas alteradas por la tragedia.
- Infraestructuras críticas: Las infraestructuras, como carreteras, ferrocarriles, hospitales, escuelas y centros logísticos, son el corazón funcional de una ciudad. Su diseño y reconstrucción deben enfocarse en garantizar su operatividad incluso en situaciones extremas. En este sentido, la arquitectura bioclimática y el uso de tecnologías avanzadas, como sensores para monitoreo estructural en tiempo real, son herramientas imprescindibles.
- Espacios públicos: Los parques, plazas y áreas recreativas no son un lujo; son esenciales para el bienestar mental y social de las comunidades. En la reconstrucción, deben transformarse en espacios multifuncionales que, además de servir para la recreación, actúen como zonas de mitigación de desastres, integrando sistemas de retención de agua y vegetación que ayuden a absorber las lluvias torrenciales.
La experiencia de otros desastres naturales, como el terremoto de Lorca, nos enseña que la recuperación no solo toma tiempo, sino que requiere flexibilidad. Cada etapa debe evaluarse continuamente para ajustar las estrategias según las circunstancias. Un ejemplo claro es la importancia de las soluciones temporales de calidad, como las viviendas modulares, que permiten a las familias reiniciar sus vidas mientras se trabaja en la reconstrucción definitiva.
Además, es esencial invertir en educación para la resiliencia. Los talleres comunitarios, las campañas de concienciación y la inclusión de los ciudadanos en el proceso de planificación no solo fortalecen el tejido social, sino que garantizan que las soluciones implementadas respondan a las necesidades reales de la población.
Un futuro más fuerte y sostenible
Más allá de la reconstrucción, esta tragedia es una oportunidad para rediseñar nuestras ciudades bajo un paradigma más sostenible. Los desastres naturales no son evitables, pero sí podemos mitigar sus efectos mediante una mejor planificación territorial. Esto incluye evitar construir en zonas inundables, diseñar sistemas urbanos integrados que gestionen eficientemente el agua y establecer corredores verdes que sirvan como amortiguadores naturales.
La arquitectura y el urbanismo tienen el poder de transformar no solo el paisaje, sino también las vidas de quienes lo habitan. Cada decisión de diseño, cada material elegido y cada detalle constructivo debe enfocarse en crear un entorno más seguro, inclusivo y adaptable.
«Más allá de la reconstrucción, esta tragedia es una oportunidad para rediseñar nuestras ciudades bajo un paradigma más sostenible»
El éxito de este proceso dependerá de la colaboración entre todos los actores involucrados: gobiernos, profesionales, empresas y, sobre todo, la comunidad. La reconstrucción no debe convertirse en un escenario para protagonismos ni en un campo de batalla política. Por el contrario, debe ser un ejemplo de cómo, como sociedad, podemos superar juntos la adversidad.
Ahora más que nunca conviene aunar fuerzas y mostramos como una sociedad colaborativa que deja al margen discusiones estériles y que el afán de protagonismo de determinados agentes públicos y privados no entorpezcan el proceso de recuperación.