Algo huele mal en la política agraria

El escándalo de la contaminación pone en entredicho la competencia leal en importaciones agrarias, mientras la Comisión Europea minimiza la gravedad. ¿Está en juego la salud de los consumidores y el futuro de los productores locales?

Cultivo de fresas bajo plásticos en una finca ubicada en Moguer (Huelva). EFE/Julián Pérez

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

Estos días seguramente habrás oído hablar de la detección del virus de la Hepatitis A en fresas de Marruecos. Aunque entraron por el puerto de Algeciras a mediados de febrero, no fue hasta el 4 de marzo cuando el Sistema (¿Rápido?) de Alertas de la Comisión Europea RASFF lo notificó en su portal. Dicen los expertos que la presencia de esta enfermedad por encima del nivel máximo permitido puede deberse a que el trabajador que manipulara las fresas padeciera Hepatitis y no se lavara correctamente las manos o, lo más probable, que las explotaciones se riegan con aguas fecales.

Esta alerta sanitaria está en boca de médicos y consumidores, porque representa un peligro para la salud pública. Pero si AVA-ASAJA fue la que dio la voz de alarma es porque los agricultores estamos hartos de la competencia desleal y de los sistemáticos incumplimientos por parte de las importaciones agrarias procedentes de países terceros. No en vano, el sistema RASFF detecta cada mes alertas en todo tipo de productos foráneos, como naranjas de Egipto y Turquía, arroces asiáticos, hortalizas, carnes, etc.

Esta alerta sanitaria está en boca de médicos y consumidores, porque representa un peligro para la salud pública

Sabemos que la Unión Europea está dispuesta a sacrificar a sus agricultores. Pero, ¿hasta qué punto también está dispuesta a poner en riesgo la salud de sus consumidores? Es evidente que en Bruselas hay muchos intereses comerciales. Si únicamente actuara en defensa del ecologismo, como nos intenta vender, todas las exigencias medioambientales que impone a las producciones europeas también las impondría a lo que viene de fuera. Pero ante una alerta tan preocupante como la de las fresas marroquíes, la Comisión ha rebajado la alarma declarando que la cosa no es tan grave.

Cultivo de fresas bajo plásticos en una finca ubicada en Moguer (Huelva). EFE/Julián Pérez

Me aventuro a adelantar que no pasará nada, que el Gobierno español mantendrá su pleitesía ante Marruecos (¿qué le debe Sánchez?) y que seguirá habiendo barra libre para las importaciones. Algo huele mal en la política agraria. Y, si no reaccionamos, las consecuencias no las pagaremos solo los agricultores, sino todos y cada uno de los europeos.

Por último, reiterar que no es lo mismo comprar un producto europeo que no europeo. Esta alerta marroquí no tiene por qué perjudicar a nuestro sector fresero que tan bien está trabajando y, por tanto, recomiendo a los consumidores que coman fresas y otras frutas y hortalizas españolas. Nuestra economía y nuestra salud lo agradecerán.

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

Deja una respuesta

Ahora en portada
El Presidente de la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón. Foto: Generalitat Valenciana
Generosidad territorial