El baba ganoush que no te podrás quitar de la cabeza lo sirven en este nuevo restaurante de Madrid
Cocina mediterránea (de todo el Mediterráneo) y pastelería francesa conforman la punta de lanza de Brach, el último hotel de lujo en aterrizar en la Gran Vía de Madrid

Brach Madrid. Foto: Guillaume de Laubier.
En plena Gran Vía, un sofisticado escaparate exhibe como joyas pequeñas obras de arte gastronómicas. Éclairs, tartas Saint-Honoré, pasteles de limón y merengue, Paris-Brest y flanes cremosos nos tientan a entrar en esta pastelería que desde hace unas semanas seduce a madrileños y turistas por igual.
Como una boulangerie parisina, con toques vintage pero mucho más chic -su diseño lo firma Philippe Starck, responsable de algunos de los hoteles más alucinantes del mundo-, apenas un discreto cartel anuncia su nombre: Brach.
En el número 20 de la mítica arteria madrileña, rodeado de teatros y cines, históricas cafeterías y exclusivas boutiques, atravesar sus puertas es acceder a todo un universo que incluye un salón de te, pero también un restaurante, un cocktail bar y un hotel que conforman el primer establecimiento en España de la firma propiedad de Evok Collecion.
Con el nombre de Brach Madrid, se trata de un singular proyecto que fusiona el savoir-faire francés, la gastronomía mediterránea (de todo el Mediterráneo) del chef Adam Bentalha y el diseño de Starck para dar forma al un hotel que es más bien la casa de un amigo que te recibe en el corazón de Madrid.
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De Francia a Chipre: viaje gastro por el Mediterráneo
La planta baja es el feudo de un chef nacido en Constantina (Argelia) y formado en París que despliega una cocina de profunda esencia mediterránea con referencias de las costas de oriente y occidente del Mare Nostrum.
Así, sabores y platos de Francia y España, pero también de Marruecos, Chipre, Turquía o Líbano conforman un viaje culinario que se basa en el producto sin renunciar a técnicas de la alta cocina ni el enfoque contemporáneo de los platos.
El recorrido bien puede comenzar por el hummus casero, caviar de berenjena y tabulé, el kefta (pincho de ternera especiado), el queso halloumi a la parrilla, la tapenade de aceitunas e higos y un delicioso baba ganoush con tahini y granada que ya se ha convertido en uno de los ‘must’ de la carta.
Cordero especiado cocinado a fuego lento, tartar de lubina con gel kalamansi, aguacate y rábanos, pizzeta de salmón y tomate picante, pulpo con berenjena ahumada y salsa de sobrasada, risotto a la trufa o bacalao confitado con alcachofas de Jerusalén y avellanas de Piamonte dejan ver la fusión de ingredientes y culturas en cada bocado.
En la primera ubicación fuera de Francia de Brach -le seguirá otro hotel en Roma en 2026- también hay espacio para los guiños a España, como explica su directora, Bárbara Ramallo: “Aquí no faltan las croquetas, el atún rojo, la carne gallega, el aceite de oliva o el jamón de bellota”. Tampoco falta un horno de carbón que “resalta los sabores de la parrilla tradicional”.
Una cuidada carta de vinos y otra de cócteles de autor bautizados con nombres tan locales como Puerta del Sol, Preciados, Mayor, Huertas o Castellana, además de los delicados postres con la firma del afamado maestro Fabien Emery -estos sí, absolutamente franceses-, completan la experiencia, que además se disfruta entre libros de arte y fotografía, paredes revestidas de madera, espejos inclinados, azulejos de terracota vidriada, techos de cuero trenzado, gruesas cortinas, sillones de cuero y lámparas que tamizan la luz.
De nuevo con Madrid como inspiración, el restaurante se diseñó como “un homenaje a la estética de los grandes cafés históricos de Madrid del pasado siglo”, explica Ramallo sobre una sala de atmósfera cálida y elegante.
Starck quería dar forma al lugar donde uno podría imaginar a Salvador Dalí, Luis Buñuel, Federico García Lorca… “Para mí, este restaurante encarna la imagen que el inconsciente colectivo tiene del gran café de Madrid en los años 1920. Esta arquitectura fue el punto de partida para imaginar un restaurante elegante que siempre ha existido, con sus ricas paredes revestidas de madera, espejos inclinados para ver y ser visto, un gran fresco, cuero y una iluminación teatral”, explicaba el propio diseñador.
Los ojos vuelan hacia la cocina abierta, corazón del restaurante, donde los platos cobran vida, un espectáculo enmarcado por las piezas de madera esculpidas por el diseñador Patrick Kim-Gustafson y un gran mural de la artista Ara Starck.
Además de la carta, Brach ofrece un menú de mediodía (45€, muy correcto teniendo en cuenta la calidad y la ubicación), con entrante, plato principal, postre y agua incluidos. El mes de mayo incorporará también un brunch dominical que promete convertir este restaurante en el nuevo ‘place to be’ del centro de Madrid.
Nuevo hotel en la ruta del lujo madrileña
Como en su ‘hermano mayor’, Brach París, ubicado en el distrito XVI de París, el restaurante se abre a la calle, desplazando la recepción del hotel a la segunda planta según un diseño muy en línea con el concepto del alojamiento que, como explica su hotel manager, busca incluir al público local, invitarles a descubrir el restaurante o disfrutar de la auténtica pastelería francesa.
“Si pones el típico mostrador de recepción en la entrada, levantas una barrera para el público, no invita a entrar”, sentencia Ramallo.
Justo lo contrario es lo que pretende Brach, un hotel que inicialmente la cadena imaginaba en Barcelona. El estudio de mercado realizado por la firma y la proyección de futuro, sin embargo, hicieron de Madrid el destino.
“Madrid es la ciudad del futuro en Europa”, afirma Ramallo sin asomo de duda. “Es una ciudad que tiene de ganas de ser París, de ser Londres, una ciudad dinámica y vibrante, magnética, con mucha energía, pero también calidez”. Y esos son valores que “coinciden totalmente” con los de Brach.
El primer hotel diseñado por Philippe Starck en España incorpora elementos históricos del edificio como la majestuosa escalera y la cúpula de la séptima planta
Con el objetivo de “transformar Gran Vía como Four Seasons hizo con la plaza de Canalejas”, Evok se hizo con un histórico edificio que transformar con el sello de su marca Brach. Construido entre 1919 y 1922 por el arquitecto Jerónimo Pedro Mathet Rodríguez, la propiedad, que destaca por su fachada en piedra blanca, se levantó en el solar que antaño ocupase el Palacio de Masserano, donde vivió Victor Hugo de niño.
Más tarde el edificio sería hogar de inquilinos ilustres como la familia Alfonso, famosa dinastía de fotoperiodistas, que residieron aquí entre 1939 y 1990.
Siguiendo la estela de historias y vivencias del lugar, Starck ideó el hotel, de 57 habitaciones, entre ellas cuatro generosas suites con terraza privada, como una casa particular plagada de objetos acumulados por su valor sentimental.
Libros, espejos, láminas con anotaciones de viajes, esculturas o recuerdos, desde unas castañuelas o una mandolina a unos antiguos guantes de boxeo, se entremezclan con elementos originales, como una gran escalera de hierro forjado o la cúpula en la séptima planta que ha recuperado su pasado esplendor, o detalles como los apliques de pared en forma de caballito de mar -debilidad del diseñador-.
España y Madrid también se dejan sentir, con tonalidades y materiales, como el cuero en los cabeceros, la cerámica o el mimbre, que traen a las habitaciones la calidez del sol, o los tonos rosas y naranjas que evocan la exuberancia del carácter español.
Un oasis wellness bajo el asfalto de la Gran Vía
También abierto a alojados y no alojados, La Capsule es el santuario wellness del hotel.
Bajo el asfalto de la Gran Vía, 400 m2 de blanco puro revestido con oro que encierran una piscina de 20 metros de largo, cámara de oxígeno hiperbárico, baño de hielo guiado, sauna de infrarrojos, baño de vapor o baño de flotación.
En sus cabinas se ofrece una amplia carta de masajes (ventosas, Tui Na, Chi Nei Tsang), además de tratamientos de belleza para el rostro y el cuerpo que integran tecnologías como electroestimulación, fotobiomodulación LED, crioterapia y productos de lujo como myBlend y Clarins.