La delgada línea entre una smart home y un casero fisgón
Crece la preocupación entre los inquilinos por la amenaza a la intimidad que suponen los hogares inteligentes
El sector de las smart homes está en la ruta para valer en torno a 47.000 millones de euros (unos 53.000 millones de dólares) en 2022, y el 57% de los inquilinos están dispuestos a pagar más por la renta si ello les dota de gadgets y sistemas inteligentes para administrar el hogar, según una encuesta de 2018 realizada por Entrata a arrendatarios en EEUU.
Pero, para todas las utilidades que presuntamente traerán los pisos y casas conectadas al internet de las cosas, la cuota de preocupaciones e inconvenientes también es alta. «Con esta tecnología los arrendadores están, en teoría, colectando información todos los días en tu apartamento», afirmó Kathleen McGee, ex jefa de la oficina de internet del fiscal general de Nueva York.
En muchos países, los caseros tienen la obligación de avisar a los inquilinos antes de entrar al piso que tienen en alquiler. Pero, tanto desde el nivel de los usuarios como del de los expertos, la colección de datos que suponen las smart homes da a los caseros una presencia virtual constante y casi omnipresente en sus inmuebles, agregó McGee en declaraciones recogidas por Cnet.
El mercado ya decidió que las casas y pisos serán cada vez más inteligentes de ahora en adelante, previendo que con la llegada de las redes 5G y la explosión tecnológica en curso ha llegado el momento de decir adiós a los hogares analógicos. Pero la delgada línea entre una smart home y tener un casero fisgón da vida a angustias que no existían cuando todo era más básico.
Los riesgos de alquilar una smart home
Cada vez más, los pisos en alquiler tendrán gadgets inteligentes como candados conectados, sensores de agua, termoestatos dinámicos, controladores wireless o asistentes personales para controlar todo lo que se pueda controlar. También los tendrán los propietarios en sus casas, pero en el caso de los arrendatarios raramente serán ellos quienes decidan qué va y qué no va en el piso que rentan.
Los caseros ven las tecnologías para smart home como una forma para atraer nuevos inquilinos y ahorrar dinero monitoreando el uso de energía y agua, por ejemplo. Pero en muchos casos los inquilinos se llevan la peor parte, porque estos instrumentos no son todavía lo suficientemente seguros, como se ha comprobado ya a través de decenas de investigaciones y estudios.
Los gadgets para el hogar inteligente suelen recolectar datos para venderlos a anunciantes, llevando así todas las preocupaciones generadas por las redes sociales e internet a un plano todavía más cercano, personal e invasivo. Por si fuera poco, muchos de estos gadgets no son a prueba de hackers, lo que deja a los arrendatarios en situación vulnerable e, irónicamente, sintiendo mayor inseguridad.
Los antecedentes así lo confirman. Una cámara inteligente Nest Cam fue perjudicada en enero pasado, y los hackers convencieron a la familia de que Norcorea estaba invadiendo EEUU. En otro caso mitad troleo mitad alarmante, unos fisgones lograron controlar el termoestato inteligente de un inquilino y subieron la temperatura a niveles insufribles.
Los candados inteligentes tampoco son muy seguros, pero eso no detendrá al 25% de los hogares estadounidenses que comprará uno de ellos este año. «Tomar algo tan crítico como el acceso a tu casa y tirarlo a internet es incrementar exponencialmente el riesgo de que otros accedan a información privada tuya», comentó Daniel Bishop, un inquilino que ha sufrido con su smart home.
Las agencias inmobiliarias y empresas especializadas en las smart homes ya empiezan a dominar el mercado de alquiler en EEUU. Al mismo tiempo, 2.000 millones de credenciales privados se han filtrado a la internet en los últimos años, y la oferta de fraudes cibernéticos está en máximos. Y aunque no hay vuelta atrás a la invasión de los gadgets, no se sabe si esto es bueno o si es la receta para un calvario.
Los inquilinos son, por ahora, los conejillos de indias de unos arrendadores que –naturalmente– tienen como prioridad maximizar los ingresos.