La nueva necedad de los influencers: simular patrocinios
Algunos 'influencers' se inventan patrocinios falsos para llamar la atención de patrocinadores 'de verdad'
Nueva filosofía en el gremio de los «influencers«: fingirlo hasta lograrlo. La carrera para ser alguien en internet es incansable y –así como la tecnología se renueva cada semana– los métodos de quienes quieren convertir su personalidad virtual en una fuente de ingresos se transforman constantemente, y ya se asoman a lo dramático. La nueva tendencia entre los «influencers» es fingir patrocinios para dar la impresión de ser exitosos en las redes sociales.
Los «influencers» no son una fuerza que deba ser desestimada, pues copan una cada vez mayor parte de la inversión publicitaria en internet. Np obstante, mientras los hay consolidados y profesionales, también están los aspirantes a «influencer». Y de la misma forma que las empresas prefieren contratar a trabajadores con experiencia, quienes ambicionan con canjear su popularidad digital por publicidad entienden que para conseguir clientes deben mostrar su experiencia.
Esto conduce a un camino rocoso, porque las marcas y los analistas están viendo a una creciente cantidad de personalidades de pequeña y mediana audiencia publicando falsos contenidos publicitarios en las redes sociales. Se trata de usuarios que usualmente favorecen marcas, productos y servicios que han pagado de su propio bolsillo, pero los presentan de forma tal que es casi imposible desmarcarlos de un anuncio promocional.
Y aunque casi todas las marcas aman (y buscan) la publicidad gratuita, nadie tiene claro si esto es bueno o problemático.
El falso contenido publicitario en las redes sociales
«Si alguien de 20 años está viendo Youtube o Instagram, y mira a estas personas viajando con marcas y promocionando empresas, no veo cómo no querrían hacer todo lo que puedan para lograr lo mismo». Así explica este fenómeno la editora en jefe de la web de moda Fashionista, Alyssa Vingan Klein, en un reportaje de The Atlantic. Pero convertirse es «influencer» es un trabajo duro para la gran mayoría de adolescentes que aspiran a ello; no es solo decidirlo, también hay que demostrarlo.
Además de la estética y las cifras de seguidores y «likes» –altamente inflados por lo general–, los «influencers» jóvenes deben convencer a las empresas de que vale la pena invertir en sus canales. Y muchos «influencers» concuerdan en que el primer cliente es el más difícil, dado que las compañías prefieren pagar pauta a personas experimentadas y ya con algunas campañas en el historial. Entre esto, la publicidad en las redes sociales y los patrocinios reales a influencers, las redes se están convirtiendo en un interminable anuncio.
En países como Estados Unidos la normativa dicta que los «influencers» deben marcar como «patrocinado» cualquier contenido por el que estén recibiendo compensación. Pero no dice nada sobre hacer pasar como publicidad lo que no lo es, lo que puede ser igual de confuso para el usuario regular. «Los blogs de estilo de vida se tratan de monetizar el buen gusto y las elecciones de los consumidores, pero puede ser casi imposible para los usuarios saber si un influyente realmente ama un producto, se le paga para hablar sobre él o simplemente quiere que se le pague para hablar al respecto», explica The Atlantic.
«En el mundo de los ‘influencers’, es cuestión de reputación callejera. Cuantos más patrocinadores muestres, más credibilidad tienes», comentó el «influencer» de 19 años Brian Phanthao. «Te hace ver más establecido, como que tienes marcas para las que trabajas. Eso significa que produces buen contenido y que eres alguien valioso a quien ofrecer oportunidades», agregó otra «influencer» llamada Taylor Evans. Y CJ Oper Americano, una estrella de Tik Tok de 22 años, advirtió: «No creo que la gente sepa que se están jodiendo los unos a los otros».
Esta tendencia se suma al siempre cambiante ecosistema de los «influencers» y la publicidad digital, que este año ya han visto cómo las marcas prefieren invertir en «micro» estrellas de la web que en cuentas con millones de seguidores, y también cómo quienes se especializan en videojuegos amenazan la popularidad a los perfiles enfocados en moda y estilo de vida. Este año también se informó de que uno de cada ocho «influencers» de Instagram compra seguidores falsos, una práctica prohibida por el segundo mayor anunciante del mundo, Unilever.