Unicef se pronuncia ante la catástrofe provocada por la DANA: 163.000 residen en municipios afectados
La infancia valenciana, golpeada por la crisis climática, requiere atención urgente para garantizar sus derechos básicos y bienestar emocional
La reciente DANA que devastó varias zonas de la Comunidad Valenciana ha puesto en jaque la vida de miles de niños y niñas. Según Unicef, más de 163.000 menores residen en municipios afectados, y al menos 71.000 viven en las localidades más perjudicadas. Esta cifra, que ilustra el alcance de la tragedia, subraya la necesidad de una respuesta integral que proteja a la infancia de los efectos inmediatos y a largo plazo de estas emergencias climáticas.
El informe de Unicef, titulado Impacto de la DANA en la infancia, destaca que los menores son especialmente vulnerables en este tipo de catástrofes, no solo por los daños físicos, sino también por las consecuencias psicológicas y sociales. La organización hace un llamamiento urgente a las instituciones para priorizar la protección infantil, asegurando medidas de apoyo educativo, económico y emocional que permitan una recuperación justa y equitativa.
El impacto de la DANA en la infancia
La tormenta dejó tras de sí un escenario devastador: 75.000 viviendas dañadas, infraestructuras destruidas y más de 40.000 estudiantes sin clases. De estos, 24.000 han sido reubicados temporalmente en otros centros educativos. Las consecuencias van más allá de la interrupción educativa: la pérdida de hogares, la separación de comunidades y la incertidumbre generan un entorno hostil para los niños.
Unicef subraya que estos menores enfrentan un riesgo creciente de pobreza y exclusión social, una situación agravada en comarcas como L’Horta Sud, donde el 30% de los niños ya vivían en condiciones vulnerables antes de la tormenta. Según la organización, es esencial garantizar un alojamiento temporal que priorice a las familias más afectadas y asegurar recursos materiales y humanos en los nuevos espacios educativos.
Una respuesta que pone a los menores en el foco
Para abordar la magnitud de la crisis, Unicef recomienda reforzar los servicios sociales existentes, incrementando recursos humanos y económicos. Esto no solo evitaría una sobrecarga en otras zonas del país, sino que también garantizaría una atención continua y especializada para los menores afectados.
Asimismo, la organización insiste en que los espacios habilitados temporalmente para la educación cuenten con profesionales capacitados en atención infantil, transporte adecuado y servicios como comedores escolares. Para muchos niños, estos servicios no solo son fundamentales para su desarrollo, sino también una red de seguridad frente a la inseguridad alimentaria.
El daño psicológico, una secuela invisible
Las consecuencias de la DANA no solo son materiales. Para muchos niños, el trauma de perder su hogar o su entorno escolar puede tener repercusiones duraderas en su bienestar emocional. Unicef advierte que los menores podrían sufrir ansiedad, estrés postraumático e incluso aislamiento social si no se interviene a tiempo.
Frente a esta situación, la organización propone implementar estrategias a largo plazo que incluyan apoyo psicológico continuo y espacios seguros para que los niños puedan expresar sus emociones y recuperar la sensación de normalidad. Además, es crucial garantizar su participación en las decisiones de recuperación para que sientan que su voz cuenta en el proceso.
El desafío de la equidad en la ayuda
La pobreza y la exclusión social, ya presentes en muchas de las zonas afectadas, se ven exacerbadas tras una catástrofe. Las familias más vulnerables —monoparentales, jóvenes desempleadas o dependientes de ayudas— necesitan un apoyo específico.
Unicef recalca la importancia de ampliar las ayudas económicas preexistentes y diseñar medidas extraordinarias para garantizar que todos los niños puedan acceder a los recursos necesarios. Este enfoque equitativo evitaría que las desigualdades estructurales se agraven, asegurando que los más vulnerables no queden al margen de la recuperación.
La DANA como reflejo de una crisis global
El otro informe de Unicef publicado el Día Mundial de la Infancia vincula este desastre con tendencias globales que amenazan a la infancia en las próximas décadas. Las crisis climáticas, el envejecimiento de la población y el avance tecnológico se perfilan como retos significativos. Para 2050, se espera que el número de menores expuestos a olas de calor e inundaciones extremas se multiplique por ocho, mientras que el acceso desigual a la tecnología podría profundizar la brecha digital entre países.
Estos datos refuerzan la necesidad de actuar desde ahora. Proteger a la infancia implica no solo responder ante emergencias inmediatas, sino también construir un futuro más resiliente, donde los derechos de los menores estén garantizados frente a los desafíos del siglo XXI.
La recuperación de las zonas afectadas por la DANA debe centrarse en garantizar el bienestar y los derechos de los niños. Como señala Unicef, detrás de los números hay historias de pérdida, superación y esperanza. Reconstruir no solo implica reparar infraestructuras, sino también brindar a los menores la estabilidad necesaria para mirar hacia el futuro con optimismo.