Precariedad laboral: este es el hábito que más influye a la hora de perder el dinero

Un mercado laboral competitivo y su impacto en la economía de los jóvenes en medio de la precariedad laboral

Un trabajador sentado en su oficina preocupado

Trabajador sentado frente a su ordenador. Foto: Servimedia

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En los últimos años, el mundo laboral se ha vuelto más exigente y competitivo, dificultando la estabilidad económica de los trabajadores más jóvenes. A pesar de que la educación superior se ha popularizado y cada vez más personas acceden a estudios universitarios, la realidad es que esto no garantiza un trabajo bien remunerado. La precariedad laboral, los contratos temporales y los bajos salarios han generado una situación de incertidumbre, especialmente para la Generación Z (nacidos entre 1997 y 2012).

Uno de los problemas más graves es el retraso en la emancipación. En países como España, la edad media para independizarse supera los 30 años, debido al alto precio del alquiler y al coste de vida en constante aumento. Esta situación no solo se da en Europa, sino también en Estados Unidos, donde los jóvenes también enfrentan dificultades económicas que limitan su autonomía financiera.

El «doom spending»: el gasto impulsivo como vía de escape

Uno de los fenómenos que ha surgido en este contexto es el llamado «doom spending» o gasto catastrófico. Este concepto hace referencia a la tendencia de los jóvenes a realizar compras impulsivas, a menudo innecesarias, como respuesta a la ansiedad generada por la incertidumbre económica.

Un estudio reciente revela que el 96% de los veinteañeros en Estados Unidos está preocupado por su economía, lo que ha llevado a muchos de ellos a buscar gratificación instantánea a través del consumo. Según los datos, el 27% de los encuestados admite haber gastado grandes sumas de dinero en los últimos meses sin un control real de sus finanzas, mientras que el 32% afirma haber asumido más deuda recientemente.

Factores que influyen en el «doom spending»

El estrés y la ansiedad son los principales detonantes de este hábito financiero perjudicial. La precariedad laboral y la incertidumbre sobre el futuro generan una sensación de falta de control que muchas personas intentan compensar con compras impulsivas.

Otro factor clave es la falta de educación financiera. Muchos jóvenes desconocen conceptos básicos como la gestión del ahorro, la inversión o la planificación presupuestaria. Esto los lleva a gastar sin considerar las consecuencias a largo plazo y sin establecer objetivos financieros realistas.

El dinero gastado a causa del «doom spending» suele destinarse a productos y experiencias que proporcionan una gratificación inmediata. Entre los más comunes se encuentran:

  • Ropa y artículos de marcas de lujo, en un intento por proyectar una imagen de éxito.
  • Planes de ocio y entretenimiento, como conciertos, cenas en restaurantes o salidas nocturnas.
  • Viajes y escapadas, muchas veces financiados con crédito, lo que genera más deudas.
  • Compras online impulsivas, facilitadas por el comercio electrónico y las ofertas constantes.

Cómo evitar caer en el «doom spending»

Para evitar que el «doom spending» afecte la estabilidad económica, los expertos recomiendan adoptar estrategias que fomenten el control financiero y el consumo responsable:

  1. Usar dinero en efectivo en lugar de tarjetas de crédito, para visualizar mejor los gastos.
  2. Realizar un presupuesto mensual que contemple ingresos y gastos fijos.
  3. Evitar las compras impulsivas en línea y optar por tiendas físicas donde se pueda reflexionar mejor sobre la compra.
  4. Crear un fondo de ahorro para situaciones de emergencia o futuros proyectos.
  5. Aprender sobre educación financiera, con libros, cursos o asesores que ayuden a planificar mejor el dinero.

La precariedad laboral no solo afecta el desarrollo profesional de los jóvenes, sino que también influye en su comportamiento financiero. El «doom spending» es un reflejo del malestar económico y emocional que enfrenta la Generación Z, y su impacto puede ser devastador si no se toman medidas para frenarlo. La clave está en mejorar la educación financiera, fomentar hábitos de ahorro y generar oportunidades laborales más estables, que permitan a los jóvenes construir un futuro con mayor seguridad económica.

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Alba Carbajal

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