Torra admite la división de Junts per Catalunya, Esquerra y la CUP

Torra califica los disturbios de "hechos aislados" que no se deben repetir, pero insiste en "no rebajar ni un milímetro la intensidad de la movilización"

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El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha aprovechado su intervención inicial en el debate de política general del Parlament para tratar de rehacerse políticamente tras la bronca que encajó el lunes en la conmemoración del 1-O y los disturbios que sirvieron de colofón a la jornada.

Torra ha tratado de exhibir contundencia y trasladarle al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la presión que el independentismo le hizo sentir a él en el aniversario del referéndum ilegal, dándole un ultimátum. Pero también ha advertido que el independentismo no conseguirá nada por la senda de la desunión por la que transita desde que la vía unilateral colapsó en el abrupto final de la legislatura pasada.

«Hay que volver al trabajo unitario y que acabe este constante mirarse de reojo», recetó Torra en alusión a las continuas tensiones entre Junts per Catalunya, ERC y la CUP. Y recordó, en este punto, que «el 1-O fue posible porque se dio una cadena de complicidades».

Lo cierto es que las diferencias estratégicas en el movimiento independentista son muchas y la unidad de acción es mucho más fácil reclamarla que hacerla efectiva. El mismo lunes, y desde las mismas filas de Torra, el portavoz parlamentario de Junts per Catalunya (JpC), Eduard Pujol, aprovechaba la efeméride del 1-O para reprocharle al presidente del Parlament, Roger Torrent (ERC) haber frenado a principios de año los intentos de JpC de investir a distancia a Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat.

Torra minimiza las protestas radicales

El relato del independentismo institucional, en aras de vender la posibilidad de esa unidad en la que a la CUP ya ni se la espera, implica también minimizar los disturbios y también marcar distancias con sus responsables. Y, en esa línea, Torra ha insistido en calificar los incidentes del lunes de «hechos aislados que no son nada representativos». «Espero que no se vuelvan a repetir. El camino de la independencia no es ese», ha dicho, antes de volver a remitirse al referéndum ilegal como ejemplo a seguir. «El 1-O se hizo a cara descubierta porque no tenemos nada que esconder».

Eso sí, Torra dejó claro que una cosa es rechazar la violencia y otra renunciar a la movilización permanente que, hasta ahora, se ha revelado la principal apuesta estratégica de su gobierno. «No tenemos que rebajar ni un milímetro la intensidad de la movilización». Era su manera de justificar sus palabras del día anterior, cuando, horas antes de los disturbios, alentó a los CDR con ese «apretáis y hacéis bien en apretar» que tras los incidentes, se volvieron en su contra.

El presidente de la Generalitat, atrapado en la tensión creciente entre sus palabras y sus hechos, ha insistido también en recetar al independentismo «más inteligencia política, más responsabilidad y más autocrítica». Pero, como es habitual, no ha precisado en qué debería consistir esa autocrítica, más allá de la referencia a la falta de unidad. Aunque, eso sí, ha avanzado que el conseller de Interior, Miquel Buch, comparecerá a petición propia ante el Parlament para dar cuenta de los dispositivos policiales del sábado y el lunes.

 

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