Soliloquio del soberanismo antes de romper con la ley
Puigdemont reúne a los partidos soberanistas para ganar tiempo y seguir tanteando al Gobierno antes de convocar el referéndum
El soberanismo dialoga consigo mismo. Se gusta. Es un soliloquio. Es lo que ocurrió este lunes en una reunión convocada por el presidente catalán, Carles Puigdemont, que reunió a los dirigentes de los partidos soberanistas con el único objetivo de mantener vivo el frente independentista y evidenciar que está dispuesto a romper la ley, a convocar el referéndum de autodeterminación.
El objetivo más prosaico, sin embargo, era el de contar con el partido de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, Els comuns, porque lo que desea Puigdemont es lograr una transversalidad de la que carece para movilizar a la sociedad catalana y convocar el referéndum.
El soberanismo necesita a Els Comuns para lograr una transversalidad que presione a Rajoy
Sólo una participación de parte de los que no desean la independencia, daría una cierta legitimidad al soberanismo, para demostrar al Gobierno español que la sociedad catalana en su conjunto quiere ese referéndum.
Pero eso no se produjo. Els comuns no quisieron asistir a la reunión. Su máximo representante es el diputado Xavier Domènech, quien insistió en que sólo apoyará un referéndum que sea pactado y legal. El representante de Podemos en Cataluña, Dante Fachín, sí asistió, pero mantuvo la misma idea que Domènech. Los Comuns y Podemos, que conviven para conformar un mismo espacio electoral, se mantendrán alejados de una posible vía unilateral, y quieren evidenciar esa distancia en el marco del Pacto Nacional por el Referéndum, que agrupa a entidades cívicas, además de a los partidos políticos.
Con ese precedente, Puigdemont practicó un soliloquio, con Oriol Junqueras como invitado de piedra, que parecía expresar un frase muy militar: ‘si hay que ir se va’, pero sin ningún convencimiento de que la reunión tuviera algún sentido.
El gobierno de Puigdemont considera que dialogar es aceptar un referéndum ilegal
Con representantes del Pdecat –Lluís Llach–, de ERC, la CUP, Democràtes y el citado Fachín, la portavoz del Govern, Neus Munté, se limitó a asegurar que no se puede dar por muerta la vía del diálogo, pero “la realidad es tozuda y este diálogo el Gobierno no lo ha querido en ningún momento”.
Es decir, para el Gobierno catalán el diálogo implica la aceptación del referéndum, algo que el Gobierno central, como explicó horas antes Soraya Saénz de Santamaría anticipándose a la jugada de la cumbre soberanista, está fuera de la ley, tras lograr este lunes el apoyo del nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez.
Puigdemont corre hacia un muro, sabiendo que es un muro, y sin aceptar que las cosas pueden salir mal
En la reunión no se decidió nada. Sólo se quiso cohesionar las posiciones, y aventurarse a convocar, en el plazo de unos quince días, el referéndum con la designación de una pregunta clara. Fue un aviso, claro, de una posible vía unilateral, aceptando ya –o reclamando—la reacción del Estado.
El soberanismo, por tanto, con ese flanco de Els Comuns casi descartado, habla consigo mismo, dialoga en una sala con convencidos, y busca cómo autojustificarse para romper la ley. Sin crítica interna, con Artur Mas presionando desde fuera y desde dentro del Palau de la Generalitat, el presidente Puigdemont quiere correr hacia un muro, sabiendo que es un muro, y sin admitir que las cosas pueden salir mal. No ya para los partidos que lo intenten, sino para el propio movimiento independentista, que, hasta ahora, había protagonizado, en las celebraciones de la Diada del 11 de septiembre desde 2012, manifestaciones cívicas, respetuosas y legítimas.