Sánchez consuma en Cataluña la opa a ERC, su fiel socio desde 2018
Salvador Illa (PSC) se impone en Cataluña y, por primera vez en 10 años, no hay mayoría independentista posible. Tanto los socialistas como Puigdemont, segundo, buscarán a ERC para intentar formar gobierno.
Las elecciones en Cataluña tienen un gran perdedor: ERC, que este domingo ha perdido la presidencia de la Generalitat y la capacidad de competir por la primera plaza entre los partidos independentistas frente a su eterno rival de Junts. Los republicanos guiados por Oriol Junqueras se dejan 13 escaños y se convierten, ahora sí, en el primer socio nacionalista abrasado por sus pactos en Madrid con Pedro Sánchez.
Milagrosamente el BNG, PNV, Bildu y ahora Junts salen bastante enteros de sus citas con las urnas tras haberse plegado al llamado ‘bloque progresista’ que mantiene al socialista en Moncloa desde la moción de censura en 2018. Pero no así con ERC, probablemente su mayor colaborador desde hace ya seis años, que confió en que su acercamiento a las izquierdas y al ‘pragmatismo’ sería premiado frente los de Carles Puigdemont.
Este domingo se confirma que es todo lo contrario: se deja 13 escaños, la peor caída en votos de todas las formaciones, y el gran beneficiario en temas aritméticos son básicamente los socialistas. Al final ha sido en Cataluña; y no en Galicia o País Vasco, donde se ha visto que la renuncia al nacionalismo y abrazar el discurso de los de Pedro Sánchez sí ha tenido una penalización importante.
En mayo de 2018, Rufián y Joan Tardà fueron los primeros en sumarse a la moción contra Mariano Rajoy; de hecho, la conformación de la alianza actual que aupó a Sánchez se fraguó ya entre Oriol Junqueras, Pablo Iglesias y Jaume Roures, en 2017. Pero hoy en día, los tres personajes en franca retirada de la influyente escena nacional.
Crisis existencial de ERC
ERC entra en crisis existencial y la pregunta ahora es cómo piensa salir de ella. En el plano catalán, tiene la llave para dar la Generalitat a Salvador Illa (PSC), que ha arrasado este 12M con 42 escaños. Su apoyo y el de Comuns Sumar le valdría al socialista para reeditar el tripartito que gobernó Cataluña entre 2003 y 2010. Su otra opción es volver al redil convergente: El fugado Carles Puigdemont, más pendiente de la aprobación de la amnistía que de los resultados, cosecha 33 escaños, dos más que en los comicios de 2021. Este domingo, el líder de Junts insinuó su intención de presentar su candidatura a la investidura e invitó a los republicanos catalanes a apoyarla como hicieron ya en 2016.
Una opción harto difícil puesto que no existe ya mayoría independentista. Junts y ERC suman 55 escaños (62 obtuvieron en 2015 en coalición), y la CUP se desfonda hasta los 4 escaños (cinco menos). Ni si quiera sumando a la nueva Aliança, derecha independentista islamófoba, alcanzarían los 68 escaños necesarios para una mayoría absoluta.
La única alternativa que tiene Puigdemont es presentar desde ya los 55 apoyos de Junts y ERC y defender que suman más escaños los socialistas y Comuns Sumar (otro que ha tropezado y se queda en 6 escaños). Con esta aritmética habría que ir entonces a Moncloa, y exigir la presidencia de la Generalitat a cambio de mantener a Pedro Sánchez al frente del Gobierno español, pues sobrevive políticamente gracias al apoyo, entre otros, de Puigdemont y Junqueras.
El autogobierno catalán, menos relevante
Y todo ello, claro está, con permiso de la ley de amnistía y su tramitación final y los obstáculos jurídicos que todavía pueda encontrar. Pese a las incertidumbres de los comicios catalanes, se demuestra que son quizás las menos relevantes en términos de autogobierno de las últimas décadas. La presidencia futura de la Generalitat se decidirá en Madrid, porque su configuración se subordina a las necesidades de coalición en el Congreso de los Diputados. Tanto Sánchez como Puigdemont saben que su futuro político se dirime en Madrid y ambos han dejado claro que impondrán sus necesidades sobre los equilibrios en Cataluña.
De hecho, el autogobierno catalán es hoy mucho menos relevante que en cualquier año anterior. Prueba de ello es que la última transferencia de competencias acordada a Cataluña, la realizó el Gobierno tras pactarlo con Junts, tercer partido del Parlament catalán y que ni si quiera formaba entonces parte de la Generalitat catalana. Se hizo porque interesaba para investir a Pedro Sánchez.
La victoria de Salvador Illa le habría servido contundentemente a Pedro Sánchez para justificar la ley de amnistía y las cesiones, tras finalmente arrebatar al independentismo la máxima autoridad autonómica. Pero, incomprensiblemente (por ahora), Sánchez se encargó de dinamitarlo con sus cinco días de reflexión y virar radicalmente el foco de debate, de la concordia y la reconciliación hacia los bulos y la maquinaria del fango.
Quien respira tranquilo también es Alberto Núñez Feijóo. El líder del PP ve como su formación encabeza en Cataluña la mayor subida de todas, pasando de 3 diputados a 15, y sorpassando a Vox (11), que era su principal objetivo. Después de una recta final de campaña donde a los populares les flaquearon las piernas y veían difícil mejorar los resultados de Vox, finalmente la victoria es holgada.
Pero más allá de ello, Vox sigue ahí, y también se demuestra que, pese a las fuertes crisis que protagoniza el partido de Santiago Abascal, tiene un suelo rocoso: el PP no ha logrado ganarse a sus votantes, y los suyos probablemente vengan de Ciudadanos, que abandona el Parlament, y algo del PSC.