Sánchez acaricia la investidura y Torra clama en el desierto
El presidente puede permitirse ignorar las peticiones de Torra porque ya le salen los números para la investidura
Superado su primer año de gobierno, y tras la renuncia de Carles Puigdemont a una restitución imposible pero que hasta ahora había sido esgrimida como objetivo prioritario por el ejecutivo catalán de Junts per Catalunya y ERC, Quim Torra gesticula para encontrar un hilo conductor que le permita estirar la legislatura al menos hasta la sentencia del juicio del procés, prevista para otoño.
Después de dar el martes el pistoletazo de salida a esa estrategia, Torra empezó a ponerla en práctica este mismo miércoles, solicitándole a Pedro Sánchez por escrito una reunión que él considera urgente, pero que el presidente del Gobierno en funciones no tiene en cambio motivos para priorizar. Por un lado, porque el PSOE ahora está enfrascado en el carrusel de negociaciones para pactar gobiernos municipales y autonómicos. Y, por el otro, porque hace números y le sale una mayoría suficiente para ser investido sin necesidad de contar para nada con los independentistas, para lque también tiene que cerrar aún los acuerdos que la hagan posible.
Dos motivos principales permiten oler ya esa mayoría. El primero, la suspensión de los cuatro diputados independentistas procesados, que, a menos que Junts per Catalunya (JpC) y ERC cambien de opinión y opten por reemplazarlos por otros, hace que al PSOE le baste con 174 votos, en vez de los 176 en los que está fijada la mayoría absoluta, para imponerse en cualquier votación, empezando por la de la investidura.
Y el segundo, los guiños lanzados este miércoles por Unión del Pueblo Navarro (UPN) a los socialistas, que apuntan a una posible abstención de la coalición navarra, con lo que a Sánchez le bastaría para ser investido en segunda vuelta con 173 votos favorables, los mismos que el PSOE sumaría con Podemos, Compromís, el Partido Regionalista de Cantabria del exsocialista Miguel Ángel Revilla y el PNV, formaciones con las que todavía no hay nada cerrado, pero que ya han expresado su predisposición a investir al ahora presidente en funciones.
Con la tranquilidad de no tener que contentar a Torra y sus socios a ningún nivel, menos alicientest tiene aún Sánchez para reunirse con el presidente catalán después de que este, antes de formalizar la petición, anunciara que de lo que quiere hablar con él es de la supuesta «represión» de que a su juicio sigue siendo objeto el independentismo. Aunque en la carta remitida a la Moncloa, Torra no es tan explícito. Se limita a reclamar «una reunión con carácter de urgencia ahora que ya hemos concluido el ciclo electoral y que los asuntos que ocupan a nuestros gobiernos son más candentes que nunca», y luego insiste: «Conviene que abordemos las cuestiones más urgentes y trascendentes».
Torra quiere hablar de presos
Esas cuestiones no se desgranan en la misiva, pero no hace falta. Torra ya se encargó de dejar claro en su comparecencia del martes y en una entrevista este miércoles en TV3 que de lo que quiere hablar de es de los líderes presos y procesados.
En sus intervenciones, para justificar la urgencia, se remitió a dos aspectos. El primero, la supuesta vulneración de la legalidad internacional en la que insiste que está incurriendo el gobierno español por ignorar una opinión no vinculante de un grupo de trabajo de la ONU que la semana pasada reclamó la excarcelación de los líderes independentistas en prisión preventiva.
El segundo, los informes finales presentados el martes en el juicio del procés por la fiscalía y la Abogacía del Estado, que mantienen las acusaciones y las peticiones de penas iniciales, y que Torra asocia a que «la represión no para».
No, no parece que Sánchez y su gobierno, nadie del cual reaccionó este miércoles a la demanda del presidente catalán, tengan alicientes para celebrar el que se sería el primer encuentro entre ambos desde el del 20 de diciembre en Pedralbes.
Fotos y gesticulaciones
Pero, pese a que Torra sabe que probablemente clama en el desierto, ante la posibilidad de quedar condenado el independentismo a la irrelevancia en el Congreso, y tras presentar un balance de su primer año exiguo tanto por lo que respecta a la gestión y el impulso legislativo como a la nebulosa hoja de ruta independentista que vendió al principio, al president le queda seguir gesticulando. Sea solicitando una nueva cita con Sánchez de la que no cabría esperar ningún acercamiento, sea anunciando una ronda de contactos con partidos y entidades independentistas para trabajar en la recuperación de una «unidad estratégica» soberanista convertida en mantra pero que cada vez se antoja más inalcanzable.
En todo caso, la ronda arrancó el martes con sendas reuniones, con sus respectivas fotos, de Torra con la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural. Este jueves, la foto será, una vez más, en Bruselas, donde Torra se ha citado con el conseller de Acción Exterior, Alfred Bosch, y con los responsables de las delegaciones catalanas en el extranjero reabiertas tras haber sido desmanteladas durante la aplicación del 155 en Cataluña.