Quim Torra desaira a los empresarios catalanes; Foment planta cara
El presidente de la Generalitat se borra a última hora de la gran fiesta de la patronal catalana para no verse ensombrecido por la ministra Calviño
La relación entre Quim Torra y el empresariado catalán difícilmente puede empeorar. Este lunes quedó prácticamente hecha añicos después de que el presidente de la Generalitat cancelara a última hora su presencia en la gran fiesta de Foment del Treball con el pretexto de «un conflicto de protocolo» con el Gobierno, puesto que Torra no quiso que la ministra de Economía, Nadia Calviño, «pasara por delante».
La decisión de Torra obligó al vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, a dar la cara ante la patronal catalana en la entrega de las Medallas de Honor y los XII Premios Carles Ferrer Salat, que reunió a 750 empresarios. La máxima distinción recayó este año en el exultante presidente de Seat, Luca de Meo, que se permitió pedir la colaboración de todos para que «el milagro de la industria española» siga adelante.
El plantón de Torra vuelve a poner de manifiesto el perfil prácticamente anti-institucional del presidente de la Generalitat, que en un solo día se permitió calificar, ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalña (TSJC), de «ilegales» las órdenes que recibió de la Junta Electoral y luego, al cabo de unas horas, se ausentó de la fiesta de Foment para no verse supeditado por Calviño.
Foment ataca a Torra
La patronal catalana, muy dada a ponerse de perfil ante los problemas políticos, no perdonó esta vez a Torra. El presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre, lanzó un duro mensaje contra la actitud que ha mantenido el presidente de la Generalitat desde que estallaron los disturbios en Cataluña y desde que los cortes de infraestructuras se han convertido en práctica corriente.
«El derecho a reunirse y a manifestarse no ampara provocar la barbarie. Querer perjudicar la economía, como afirman los protagonistas de esta barbarie, necesita una respuesta rápida y eficiente de las autoridades», dijo Sánchez Lllibre, haciendo suyos los argumentos de la sección constitucional del Colegio de Abogados de Barcelona.
Y no se quedó ahí Sánchez Llibre, sino que también pidió «una condena contundente para que no se repitan estos actos violentos y coacciones que perjudican nuestra economía, impiden el transporte de mercancías, la movilidad en nuestras ciudades y el dar y recibir la enseñanza universitaria».
La vía de Pedralbes
Aragonès mantuvo el tipo mientras Foment leía la cartilla a Torra. Antes, el vicepresidente de la Generalitat había intentado llevar el agua a su molino con una intervención eminentemente política en la línea de ERC. Pidió el vicepresidente catalán abrir un diálogo con el Gobierno y hacerlo usando como punto de partida la declaración de Pedralbes, aquella que inició un hilo entre Quim Torra y Pedro Sánchez y que reconocía la existencia de un conflicto político.
Pero Calviño no recogió el guante y se limitó a recordar que ella, como ministra, ha viajado a Cataluña de forma incansable y que el futuro únicamente pasa por «la revolución de la templanza», una cualidad que Sánchez invoca en casi todos sus discursos de raíz territorial.
Por lo demás, la ministra se limitó a subrayar la necesidad de lograr «estabilidad política y social» como una de las claves «para generar inversiones y riqueza». «Todos los niveles de las administraciones deben ejercer sus funciones con responsabilidad. Esa es nuestra función: servir a los ciudadanos y dotar al país de concordia social», dijo Calviño, que no quiso meterse en camisas de once varas para conseguir el apoyo de ERC para la investidura de Sánchez.