Puigdemont alarga el juego con Rajoy antes de convocar elecciones

Puigdemont mantiene su apuesta por la ambigüedad ante Rajoy con la posibilidad de convocar elecciones después de una nueva declaración en el Parlament

Recibe nuestra newsletter diaria

O sĂ­guenos en nuestro  canal de Whatsapp

Carles Puigdemont no quiere romper nada, de momento. Su respuesta de este lunes refleja una calculada ambigüedad, con un nuevo ofrecimiento de diálogo a Mariano Rajoy durante «los próximos dos meses», sin decir si hubo o no hubo, de forma taxativa, una declaración de independencia el pasado martes en el Parlament.

Esa es la idea elaborada en los últimos días por el presidente catalán, que tiene un temor fundado a que una declaración abrupta de independencia, con la aplicación del 155 de la Constitución, y con la posible entrada en prisión de algunos dirigentes soberanistas –Jordi Sànchez, de la ANC, y Jordi Cuixart, de Òmnium, declaran este lunes en la Audiencia Nacional, junto al Major de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero—acabe en un conflicto social con conatos de violencia en la calle.

Puigdemont, que ha recibido el apoyo del expresidente Artur Mas, que intercede por él frente a los sectores más radicalizados de la CUP y de la ANC, quiere ganar algo de tiempo, y mantener esa oferta de diálogo, consciente de que, todavía, no se ha roto nada, y que, de hecho, él no proclamó la independencia en el pleno del Parlament, que los diputados no la votaron, como exige la propia ley del referéndum, y que eso se comprueba con las caras largas y la bronca que se ha producido en el seno del soberanismo.

Sobre la mesa está que Puigdemont convoque de inmediato elecciones, esta misma semana

La posibilidad que está sobre la mesa es utilizar el pleno de esta semana, entre el miércoles y el jueves, para asumir una nueva declaración soberanista, pero que se valide con unas elecciones, que convocará de inmediato. En ese caso, Puigdemont tendría, todavía, toda la potestad para hacerlo, sin que se hubiera aplicado el artículo 155 de la Constitución.

Puigdemont en esa tesitura no está solo. Hay muchas paradojas en esta situación. Oriol Junqueras es uno de los principales dirigentes que defendió la posición de Puigdemont de no declarar la independencia, con un texto que se aguantaba con alfileres.

Lo hizo a pesar de que el núcleo duro de ERC se puso las manos a la cabeza, como Marta Rovira, muy dura en sus posiciones cuando participa en las reuniones del llamado sanedrín independentista que asesora al presidente catalán. Tampoco está muy contento Xavier Vendrell, exdirigente de ERC, uno de los hombres duros del independentismo, que quería acción cuanto antes. Es decir, ha comenzado a planear –seamos prudentes—un cierto sentido de la realidad, que Junqueras comparte.

Ahora bien, y eso preocupa enormemente a la dirección del Pdecat, con Marta Pascal y Jordi Xuclà, entre otros: ¿Al margen de esa posición de contener a los que quieren ya declarar la república catalana y defenderla en la calle,  el Gobierno ya tiene decidido aplicar el artículo 155?

Puigdemont ha comprobado que no tiene apoyo internacional y no quiere, tampoco, incidentes en las calles

Aunque la primera interpretación es que al gobierno catalán le interesa que se aplique, para ganar fuerza y cohesionar al bloque independentista y a muchos catalanes que lo vean como una humillación, sin ser soberanistas, –eso es cierto– existe, sin embargo, un gran temor porque a medio plazo aparecería como el gran responsable de haber llegado a esta situación: la posible suspensión de la autonomía y la intervención de las instituciones catalanas, retrocediendo décadas desde la recuperación de la Generalitat.

Puigdemont ha comprobado que no tiene apoyo internacional, más allá de esos estados que dice el medio Russia Today, apuntalado por Moscú, que se han interesado por Cataluña o que han recibido en los últimos meses a delegaciones lideradas por el consejero Raül Romeva. Son básicamente los países nórdicos y algunos del este. Lo que cuenta es que la Unión Europea, con sus instituciones comunes, ha cerrado filas con el Gobierno español. Eso se añade al temor a que ocurran incidentes graves en las calles.

La opción es que sea, de nuevo, Rajoy quien decida, quien ofrezca alguna puerta abierta, sin intervenir, ya de forma definitiva, el autogobierno catalán.

El problema para Puigdemont es que, como él, Rajoy ya no tiene apenas margen. Sin embargo, los líderes políticos tienen, a veces, oportunidades para ejercer el liderazgo en contra de los suyos para salvaguardar el interés general. Llega el momento para comprobarlo.

Recibe nuestra newsletter diaria

O sĂ­guenos en nuestro  canal de Whatsapp