Los empresarios se cansan del ‘insolvente’ Puigdemont
En foros económicos, como Foment o la Cambra de Comerç, no se entiende que el presidente catalán no se prepare más sobre los retos económicos del conjunto de la economía catalana
Los empresarios catalanes se han cansado del «insolvente» Carles Puigdemont. Consideran que, en todos los foros económicos en los que participa, o cuando se refiere a asuntos económicos en el Parlament, se limita a «repetir cuatro datos sobre inversiones que ha memorizado».
La preocupación es, de nuevo, intensa. Los números son buenos. El crecimiento del PIB es del 3,5%, tres décimas por encima del conjunto de España. La economía catalana tira del carro, y, en concreto, la industria. Pero la incertidumbre es total. Los empresarios catalanes vuelven a estar preocupados porque no se percibe un horizonte claro, porque no se confía en el Gobierno catalán, que sigue jugando con las fechas, con unas nuevas elecciones que incorporen, además, un referéndum de autodeterminación que asusta. No tanto por su concreción, que se ve muy complicada, sino por la propia convocatoria y el hecho de que se intente colocar una doble urna en los colegios, una para el Parlament y otra sobre la independencia de Cataluña, con las consecuencias que se pueden derivar.
Cansados y hartos
Los empresarios no suelen señalar a nadie. Son discretos, pero en ocasiones explotan, porque consideran que los dirigentes políticos deberían tener una mayor información sobre el mundo económico, un mayor interés por todas las magnitudes económicas. Y con el presidente Carles Pugdemont se llevan una decepción tras otra, según fuentes empresariales.
Es cierto que el propio Puigdemont se considera un presidente por accidente, y que su deseo es regresar en cuanto pueda a su vida civil. Pero en la reunión del pasado lunes en Foment, en los pasillos y en los corros de los empresarios y directivos, se cargó duramente contra Puigdemont por ofrecer siempre «cuatro datos memorizados sobre inversión», con la idea de que el proceso soberanista no ha afectado a la economía catalana, y que todo sigue viento a favor. Lo que sí sabe decir «es que todo es culpa de Rajoy, y de ahí no sale», se lamenta.
La rectificación que no llegó
El empresariado catalán manifiesta una curiosa paradoja. Añora a Artur Mas, versado en los asuntos económicos, pero a quien se le reprocha con enorme dureza su apuesta por el proceso soberanista. Y no durante todo su mandato, sino, fundamentalmente, desde noviembre de 2012. Los empresarios, integrados en las patronales y las cámaras de comercio, sostienen que Mas debió haber rectificado en la noche electoral del 25 de noviembre. CiU perdió 12 diputados, un palo electoral de una enorme envergadura, que no se supo entender. O no se quiso.
Artur Mas disponía de diferentes alternativas, acuerdos a izquierda y derecha, pero apostó por Esquerra Republicana y seguir adelante con el proceso soberanista. Y eso el empresariado catalán, aunque lo acabó aceptando, no se lo perdona.
Con Junqueras, y a esperar
Con quien no dejan de tener buenas palabras es con Oriol Junqueras. El vicepresidente del Govern y consejero de economía se maneja bien con el discurso económico. Se refiere constantemente a la deuda del Estado y a la necesidad de que los tipos de interés no aumenten de forma excesiva, porque entonces toda España, y Cataluña con ella, lo acabará pasando muy mal.
Junqueras también tiene aprendidos algunos datos sobre inversión extranjera y exportaciones de empresas catalanas, pero sortea bien los interrogantes que lanzan los dirigentes patronales. Así lo admiten las fuentes empresariales consultadas.
La ostentación de Puigdemont
Sin embargo, con Puigdemont no pueden. Cabrea, además, la propia ostentación del presidente catalán, a quien tampoco le importa demasiado si luce o no en cuestiones económicas. Lo suyo es otra cosa. Está en el cargo para convocar un referéndum de autodeterminación.
Sólo para eso. Y esa pretensión le convierte en un peligro real para la clase económica que no quiere saber nada del proceso soberanista: Puigdemont no pierde nada con intentarlo. Prueba de ello fue su duro discurso en el Parlament, de este miércoles, cuando tachó de «enferma» a la democracia española, comprando los argumentos de los antisistema de la CUP, que rechaza la transición por «no haber hecho limpieza».