Los críticos de Unidas Podemos exigen «más democracia» a Iglesias
Tras la debacle electoral en Galicia y País Vasco, aumenta la demanda de "cambios" en la coalición. Pánico de Colau a que ERC devore su espacio
Nadie en Podemos se atreve a alzar la voz contra el gran timonel, Pablo Iglesias, un fenómeno extraño teniendo en cuenta que las debacles electorales siempre actúan como catalizador de críticas internas. Un poco más sencillo es hallar a críticos con Iglesias si el perímetro se abre al conjunto de la coalición de Unidas Podemos (UP) porque solo los que tienen vida propia, al margen del líder, se atreven a decir que es es el momento de «más democracia» en una organización política diseñada al deseo de su secretario general.
Tres días han pasado ya desde la hecatombe electoral en Galicia y País Vasco y nadie en Podemos ha discutido nada en público acerca de la estrategia, acerca de la organización interna o acerca de las líneas trazadas por Iglesias. Todo ha quedado a expensas de «una reflexión» que, tras el paso de los días, amenaza con ser secreta.
El descalabro de las confluencias de Podemos solo ha puesto en guardia a Izquierda Unida (IU), que teme que la tendencia hacia la irrelevancia no tenga freno y que exige «cambios» a su socio en la coalición de Unidas Podemos a la vista de que su espacio está en retroceso continuo desde 2016.
«Es el momento de la profundización democrática de Unidas Podemos», opina IU, cada vez menos conforme con el ordeno y mando de Iglesias, puesto que su hiperliderazgo está dejando un sinfín de bajas en el partido y, lo que es peor, haciendo desaparecer a la formación del mapa autonómico.
Las huellas borradas de Podemos
Ya están borradas las marcas de Podemos de los parlamentos de Cantabria, Castilla-La Mancha y Galicia. Pero no hay críticos en la formación morada, puesto que el secretario general Iglesias mantiene el control del partido sin contrapesos. Solo en La RIoja se libra una aparatosa batalla con acusaciones de fraude en las elecciones primarias.
Las voces que discuten algo y que tienen algún predicamento son, en realidad, figuras que han abandonado la formación, sea el antiguo líder en Madrid, Ramón Espinar («La dirección de Podemos es como el Titanic, tocará las palmas mientras el barco se hunde»), sea el fundador Íñigo Errejón («Podemos ya no existe. Se llama UP y tiene los resultados de siempre de IU»).
«Las imágenes de división y enfrentamiento interno que nos han acompañado en los últimos años restan credibilidad a nuestro proyecto político y son un lastre para la necesaria reconfiguración del espacio de Unidas Podemos», lamenta IU, una formación con varios másters en sangrías internas.
Teme Izquierda Unida que Iglesias acentúe a lo largo de los próximos meses la tendencia a cerrar a cal y canto el partido hasta aislarse de la sociedad. La preocupación va mucho más allá de que los círculos de Podemos se hayan difuminado, sino que tiene que ver con la ausencia de vínculos con organizaciones sociales, de trabajadores o culturales. ¿Cuál es el universo de aliados de la formación morada? ¿Queda algún lazo que no sea con la Universidad Complutense de Madrid?
De la ley mordaza a la preocupación de Colau
Pero Iglesias no atiende a estos interrogantes. Tiene trabajo de sobras con intentar salir del cerco que se estrecha por el caso Dina y su única obsesión es proyectar una agenda de izquierdas y republicana desde los ministerios que controla (su única tabla de salvación). ¿En qué linea debe ir la famosa «reflexión» que debe hacer el partido? «Tenemos que hacerla, no quiero comentar nada ahora». La respuesta se repite entre cuadros consultados de Podemos. Una y otra vez. La ley mordaza, versión pura y genuina.
En Barcelona, la todavía poderosa Ada Colau vive con preocupación —y también silencio— la deriva de las confluencias de Podemos. Un análisis comienza a circular entre los Comuns, y es el siguiente: «Va a producirse una competición por un mismo electorado entre ERC y PSC. Y ahí, en una porosidad entre ERC y PSC es donde los Comuns acaban de perder todo su sentido».
Nada preocupa más a Colau que ERC, en realidad. De ahí que buena parte de sus esfuerzos se centren en dirigir mensajes de solidaridad relacionados con los políticos presos del procés y en sumarse de forma entusiasta a los ataques a la Monarquía.
Hoy las confluencias de Podemos tratan, sobre todo, de sobrevir. Lo mismo que dice Errejón sobre la similitud entre UP e IU se puede trasladar a Cataluña entre Comuns e ICV. Espacios políticos rumbo a su suelo histórico.
El último plan: romper con el PSOE
Otras voces de las que se atreven a hablar, es decir, de las que ya no pertenencen a Podemos, aconsejan soltar amarras con el PSOE. Lo dice, por ejemplo, el exdiputado de la Asamblea de Madrid Raúl Carmargo, que atribuye la debacle a estar actuando como «bisagra de gobiernos con el PSOE”.
Este histórico dirigente del sector anticapitalista considera que BNG y Bildu salieron reforzadas por su “papel de oposición” en el Congreso de los Diputados, aunque también concede que “la decepción acumulada y la pasivización creciente” están destruyendo los activos de un partido que vino a asaltar los cielos y que ahora está en que no se le caiga encima.