El PP se enroca y renuncia a preparar una estrategia de pactos
Ciudadanos recibe el apoyo de sectores económicos hartos del inmovilismo de Rajoy y atraídos por el fichaje de Garicano
Hay una frase en estos momentos que se repite en Madrid, con aspavientos y, casi, con malos modos: «¡No me hables de Ciudadanos!».
Son expresiones de los dirigentes del PP, de la maquinaria del partido, que se felicitaban en los últimos meses del ascenso en las encuestas de Podemos, porque debilitaba al PSOE, sin pensar en que el inmovilismo del Gobierno en esta legislatura ha provocado que aparezca, de la nada, una formación como Ciudadanos, que se alimenta de la abstención, de votantes que en 2011 votaron al PP, pero que ahora ya no están dispuestos a hacerlo.
Menudo negocio. Porque si el PSOE ya ha admitido que Podemos está para quedarse, –con un suelo más o menos estable— al PP le sigue costando creer que Ciudadanos le pueda hacer sombra.
Voto volátil a Ciudadanos, pero real
Y lo hará, como apunta el politólogo José Fernández Albertos. «Lo que apuntan las encuestas es real, hay un voto hacia Ciudadanos, aunque es cierto que es más volátil, o que puede serlo, que el que recibe Podemos, pero está ahí, y proviene de votantes que había tenido el PP», asegura.
El PP, también el PSOE, pero ahora menos, han jugado con un equívoco, o con un mito: a la hora de la verdad, los electores no querrán cargarse de forma drástica el bipartidismo, y, además, la ley electoral les castigará.
El economista y analista político, David Lizoain, no rechaza del todo esos dos presupuestos. «Hay un hecho empírico, y es que las generaciones más mayores votan más que las jóvenes, son más conservadoras, y se decantarán en gran medida por los dos grandes partidos», afirma.
Y también destaca que la ley electoral castiga a los partidos que tienen más influencia en las zonas urbanas. Y que Ciudadanos, –ya no tanto Podemos, según los últimos sondeos—tiene dificultades para entrar en circunscripciones electorales pequeñas.
El mito de la ley electoral
Pero eso sí que puede cambiar, porque, por primera vez desde la transición, distritos electorales pequeños, como Álava, Castellón, o Huelva, –que son la mayoría, y que dan sólo cinco diputados– podrían dar oportunidades a los cuatro partidos. Y eso podría provocar un acercamiento enorme entre PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos.
Por eso, los expertos no se explican cómo el PP no prepara una estrategia de pactos, y abandona una cierta prepotencia. La salida hasta ahora ha sido la crítica, el reproche y el desprecio. Desde la salida de tono de Rafael Hernando, el portavoz del PP en el Congreso, al llamar «caca» a Podemos, o «naranjito» a Albert Rivera, o el reproche a lo catalán, al criticar a Ciutadans, o Ciudadanos porque tienen su origen en Cataluña, como ha apuntado Carlos Floriano, o el delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz.
Garicano, el nuevo Boyer, encargado de las reformas
Diversas fuentes apuntan a que el poder económico ha tomado nota del inmovilismo de Rajoy, que ni quiere reformar la Constitución, ni ha reaccionado con contundencia contra la corrupción de su propio partido. Y que no apunta reformas de calado en el conjunto del aparato institucional.
Y se ha fijado en Ciudadanos, que dio un auténtico golpe de efecto al ‘fichar’ al economista Luis Garicano, y al contar también con la colaboración de Manuel Conthe. Algunos responsables empresariales hablan ya de Garicano como un potencial «nuevo Miguel Boyer», el ministro de Economía de Felipe González, que demostró arrojo con las reformas económicas que necesitaba la España de los ochenta.
Los ‘lampedusianos’ y los ‘sorayos’
El politólogo Oriol Bertomeus considera que se está produciendo una batalla soterrada en esos círculos políticos y empresariales cercanos al PP. Y habla de «lampedusianos», de los que reclaman reformas para «no perder los privilegios alcanzados por la primera transición».
Pero también están los «reformadores sinceros», los que ven que si en la próxima legislatura no se producen cambios de envergadura, el edificio institucional español acabara derruido.
Y, ante la imposibilidad de los llamados «sorayos», los fontaneros del Gobierno y personas cercanas a la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría, de cambiar las cosas desde dentro, los ojos se dirigen ya hacia ese tándem atractivo –jóvenes, bien trajeados, con empatía– formado por Albert Rivera y Luis Garicano, como si fuera el nuevo Felipe, de la mano de Boyer.
Ciudadanos, ¿la muleta del PSOE o del PP?
José Fernández Albertos cree que las elecciones andaluzas, del próximo domingo, ofrecerán «pistas» para que el PP comience a despertar. Llega la España de las cuatro fuerzas políticas, y, guste o no, se deberán establecer acuerdos, prescindiendo ahora de quien es más de izquierdas o de derechas. Porque, –esa es otra– el PP está convencido de que puede criticar a Ciudadanos porque sabe que está más cerca del PSOE que de los populares.
«Eso no está tan claro, son potenciales votantes de clases urbanas, interesados, principalmente, en el buen funcionamiento de las instituciones, y el PP podría necesitarlos», apunta Fernández-Albertos.
¿Hablamos de Ciudadanos, señores del PP?