El Cercle d’Economia conjura el miedo a la independencia de Catalunya
Economistas soberanistas defiende el proyecto ante un escéptico y carioacontecido Piqué
Si Josep Piqué tuviera un problema de corazón, su médico le hubiera desaconsejado el acto que él mismo había organizado en el Cercle d’Economia. Pero Piqué está dispuesto a jugarse los bigotes si se le presentan argumentos, datos, números y seriedad en los debates. Y el Colectivo Wilson, un grupo de economistas de reconocido prestigio internacional que defiende la independencia de Catalunya aprovechó este miércoles la ocasión brindada.
Piqué, en cualquier caso, no lo pasó bien. Se movía en su asiento, y su rostro reflejaba un gran escepticismo.
Porque lo que ocurrió este miércoles en el Cercle d’Economia fue sintomático del debate que vive la sociedad catalana. La vanguardia de esa sociedad, la que discute, la que se mueve en las redes sociales, la que consume medios de comunicación de todo tipo, la que es líder de opinión en sus entornos profesionales y sociales, se toma muy en serio el proceso soberanista.
Lo cierto es que hubo, incluso, tensión.
Una tercera vía de entendimiento
Tras las intervenciones de economistas y profesores de ciencia política como Jordi Galí (UPF), Xavier Sala Martín, (Columbia), Carles Boix (Princeton), Pol Antràs (Harvard), Jaume Ventura (UPF) o Gerard Padró (LSE), que dejaron constancia del déficit fiscal de Catalunya, del deterioro de las instituciones políticas españolas, de la eficacia de países pequeños en el contexto internacional, una persona quiso levantar una bandera diferente: una tercera vía, una posibilidad, todavía, de encuentro entre Catalunya y España.
Esa persona es Maria Antònia Monés, directora de Análisis Político y Económico en el Departament d’Economia en el gobierno tripartito con el conseller Antoni Castells, y también durante los primeros meses del primer gobierno de Artur Mas. Economista, fue la directora del Departamento de Economía del Gabinete de la Presidencia, con Felipe González en la última etapa de su mandato en los años noventa.
Y expresó esa tercera vía, citando a Alfredo Pastor, exsecretario de Economía en los gobiernos socialistas y presente en el acto. El argumento que defendió es que los factores económicos no acaban de convencer a los que, previamente, no están en posiciones independentistas. Y que los profesores mencionados convencían a los ya convencidos. Es decir, que hay serias dudas sobre lo que más les conviene a los catalanes desde un punto de vista económico, al margen de otras razones políticas o sentimentales.
La autoridad de Piqué
“¡Cállese!”, tronó en el auditorio del Cercle d’Economia. Monés no quiso hacer una pregunta, si no una reflexión que se alargó. Hubo otros “cállese”, más ahogados. Monés dejó de hablar.
Y Piqué fue contundente. “Quién haya dicho cállese ya se puede marchar, si no deja continuar”. Silencio. Algún rubor entre los asistentes. Y Monés continuó para decir, simplemente, que ya había finalizado.
Josep Piqué fue muy consciente de lo que había ocurrido. La tesis de Monés, o de Alfredo Pastor, era la mayoritaria hasta hace bien poco entre los dirigentes políticos y económicos catalanes. La apuesta por el consenso, por el acuerdo, por la posibilidad de corregir errores mutuos, es, de hecho, la razón de ser del propio Cercle d’Economia. Pero ahora eso no está tan claro.
En esa misma sede, los profesores soberanistas se encontraron con unos asistentes favorables a sus tesis, con una presencia masiva de personas, muchas de ellas pertenecientes al propio Cercle, que obligó a habilitar la sala superior de la sede del lobby empresarial.
El lenguaje directo de Sala-Martín
En las primeras filas, el propio conseller de Economía, Andreu Mas-Colell; el ex president Jordi Pujol; el presidente de la Cambra de Comerç; Miquel Valls; los abogados y economistas Joaquim Triadú y Heribert Padrol; el presidente de Abertis, Salvador Alemany; el economista Miquel Puig, o Aurora Catà, de Seeliger y Conde y miembro de la Junta del Cercle. Y también intelectuales como Xavier Rubert de Ventós. Todos ellos escucharon con atención los argumentos independentistas. Y entre el público, Marta Rovira, secretaria general de ERC.
Jaume Ventura aseguró que Catalunya podría competir en un mundo abierto con gran ventaja. Y que si se quisiera replicar un estado, como el español, el montante adicional para cada catalán sería de 383 euros por catalán y año. En cambio, podría disponer de 2.251 euros en concepto de un déficit fiscal que dejaría de existir.
El que provocó más atención, esta vez con una americana azul metálica, fue Xavier Sala-Martín. Su argumento es más directo. Provoca más adhesiones, pero también más rechazo hacia la causa independentista. Es su estilo. Aseguró que las instituciones españolas no se aguantan. Y que la pregunta no debe ser tanto “¿qué pasa si nos marchamos?”, sino “¿Qué pasa si no nos marchamos?”
¿Un debate sobre Gibraltar?
Sala-Martín puso un ejemplo elocuente y celebrado por los asistentes. “Lo que queremos es decidir qué hacemos, qué políticas adoptamos”. Y la idea es que “en ningún país del mundo los padres eligen la lengua de la escuela de sus hijos. A mi no me dejan en Nueva York, donde vivo, escolarizar a mi hija en catalán. Pero en Catalunya dicen que se debe escolarizar en castellano, ¿por qué? Porque es parte de España. ¿Entonces, qué debemos hacer? La respuesta, claro, se dibujó en el aire.
Esas reflexiones gustan a los partidarios de la independencia.
Piqué torcía el gesto. Incómodo. Carles Boix se había referido, tras la insistencia de Alfredo Pastor, para que protagonizara el Colectivo Wilson un acto similar en Madrid, con otra parroquia distinta, a su disponibilidad para abordar cualquier debate en la capital española sobre lo que hiciera falta, “sobre Gibraltar o el Rosellón”.
Y para el ex ministro de Exteriores, que negoció con el gobierno británico el estatus de Gibraltar, esas palabras ya fueron el colmo.
Pero hubo debate. El Cercle lo convocó. Hace apenas dos semanas había invitado al Instituto de Estudios Económicos, con José Luis Feito a la cabeza, que ha publicado un estudio justo en el sentido contrario al del colectivo Wilson.
El problema, y ese lo tiene el President Artur Mas, es como se vehicula políticamente ese debate.