Borrell: de cazador de defraudadores a azote del independentismo
Josep Borrell culmina con su nombramiento como ministro de Exteriores un resurgir político sustentado en una áspera batalla dialéctica con el soberanismo
El independentismo amaneció tras el ocaso de Mariano Rajoy y el 155 exigiendo gestos a Pedro Sánchez y se ha encontrado con que el primero de los ministros confirmados para el nuevo ejecutivo socialista es Josep Borrell (La Pobla de Segur, 1947), un viejo pura sangre del PSOE, catalán para más inri, reciclado en los últimos años, los del procés, en azote del independentismo.
La semana pasada, sin ir más lejos, Borrell dijo de Quim Torra que es injusto para Marine Le Pen que se la compare con él porque, con el contenido xenófobo de muchos de sus tuits y artículos, el presidente de la Generalitat ni siquiera podría ir en las listas de la ultraderecha francesa.
De debate en debate
Borrell, cuya carrera política parecía finiquitada tras su etapa en el Parlamento Europeo, que cerró en 2009, reapareció, mientras el PSC hacía aguas por todas partes en las primeras fases del proceso independentista, para presentar batalla en el terreno que más cuidaba el independentismo, el del relato, un ring al que durante mucho tiempo casi nadie de entre el PSOE y el PP quiso bajar.
Asumiendo un papel similar al que jugó el ex premier Gordon Brown en la campaña contra el Brexit, Borrell, cómodo en el cuerpo a cuerpo, empezó a ofrecerse para debates públicos en los que desarmaba con datos y la vehemencia que siempre le ha caracterizado lo que él llama «los mitos» del independentismo: del déficit fiscal de 16.000 millones de euros anuales a aquello de que una Cataluña independiente nunca saldría de la UE y tendría el mayor superávit de Occidente.
Borrell se convirtió en la estrella de la manifestación del 29 de octubre con un durísimo discurso en el que tachó a Junqueras de “totalitario absoluto”
El exministro, victorioso en unos cuantos cara a cara, también frente a un hueso duro de roer como el entonces vicepresidente económico Oriol Junqueras, expuso sus argumentos contra el relato soberanista en Las cuentas y los cuentos de la independencia, un libro escrito a cuatro manos con el periodista Joan Llorach.
El 29 de octubre, dos días después de la declaración unilateral de independencia del Parlament y la aplicación del artículo 155, Borrell se convirtió en la estrella de la manifestación organizada por Sociedad Civil Catalana con un durísimo discurso en el que tachó a Junqueras de “totalitario absoluto”.
«Hacienda somos todos»
Borrell, que vivió y completó estudios en Francia y Estados Unidos, es ingeniero aeronáutico y doctor en Ciencias Económicas. Su currículum académico le sitúa muy por encima intelectualmente de la mayoría de políticos españoles, pero su contundencia dialéctica a menudo le ha granjeado fama de soberbio y de carecer de cintura política, y le ha empedrado el camino de enemigos fuera y también dentro de su partido.
Entre los primeros, no es el menor Jordi Pujol, enemistado con Borrell desde los tiempos en que este fue secretario de estado de Hacienda, cargo que ocupó de 1984 a 1991 y durante el cual ya le tocó negociar un cambio en la financiación de la Generalitat.
De esa etapa datan sus primeros encontronazos con el nacionalismo catalán
De esa etapa datan sus primeros encontronazos con el nacionalismo catalán, por la financiación pero sobre todo por su política de implacables inspecciones, caracterizada por los peinados fiscales, auténticas razzias en la que los inspectores irrumpían en un municipio y revisaban los comercios uno a uno para comprobar que estaba todo en regla.
Setrata de una técnica que Borrell desplegó de la mano de dos antiguos compañeros de estudios a los que reencontró en Hacienda: Ernesto de Aguiar y Josep Maria Huguet, ambos destinados en Cataluña, que es donde se aplicó en primer lugar. El primero, como delegado especial, y el segundo, como jefe de la Inspección.
La implacabilidad con la que Borrell persiguió a los defraudadores al grito de “Hacienda somos todos” requería también de castigos ejemplarizantes. Sí, fue él quien inspeccionó y sancionó a estrellas como Pedro Ruiz o Lola Flores.
Auge y caída
En 1991, Felipe González lo nombró ministro de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, cartera que mantuvo hasta que el PSOE perdió las elecciones de 1996. Enemistado para los restos con José Bono, tras el paso de los socialistas a la oposición decidió disputarle en las primeras primarias del partido la secretaría general a Joaquín Almunia, el candidato de la dirección. Y, contra pronóstico, le derrotó.
Borrell nunca fue acusado de nada, pero entendió que el escándalo le inhabilitaba para disputar la presidencia y dimitió
No le sirvió de nada. Sus dos amigos y colaboradores al frente de Hacienda, Aguiar y Huguet, fueron acusados precisamente de defraudar al fisco (el primero acabó absuelto; el segundo, condenado). Borrell nunca fue acusado de nada, pero entendió que el escándalo le inhabilitaba para disputar la presidencia del gobierno y, falto de poyos en el partido, dimitió.
Borrell dio luego el salto a Europa. De 2004 a 2007 fue presidente del Parlamento Europeo, y después estuvo dos años más como eurodiputado antes de volver a la empresa privada. Borrell, que había trabajado en Cepsa durante siete años antes de entrar en política, se fue a Abengoa.
Alineado con Sánchez
Su lento regreso como paladín constitucionalista en Cataluña ha ido acompañado de un coro de voces cada vez más numeroso reclamando que los socialistas recuperaran a uno de sus veteranos más cualificados, hasta el punto que Borrell llegó a amagar con disputarle el liderazgo del partido a Susana Díaz. Finalmente, renunció y defendió a Sánchez en las primarias en las que este torció el brazo a Díaz y la dirección del partido.
Su nombramiento es un premio a su apoyo y una forma dejar las cosas claras de cara a un diálogo con Torra para el que el independentismo ya empezaba a preparar su lista de peticiones.
El expresident Carles Puigdemont, desde la atalaya de su cuenta de Twitter, no tardó en reaccionar
El expresident Carles Puigdemont, desde la atalaya de su cuenta de Twitter, no tardó en reaccionar. “Los apologetas lo llaman, felices y pomposos, “un tiempo nuevo” ¿Rescatar perfiles de otro tiempo que se han significado en la escalada del odio es el gesto que tenían pensado para enviarnos un mensaje de fraternal desescalada?”, tuiteó.