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El titular de este artículo corresponde a Carlos Lareau, uno de nuestros analistas del podcast La plaza de esta semana, junto a Xavier Bru de Sala y Marcos Pardeiro, y se refiere a la subordinación que el instinto político, la personalidad de los líderes, sufren sobre los datos y el manejo que hacen los tecnócratas de la mercadotecnia.
El debate giraba sobre cómo deben de votar los españoles en la próxima cita electoral, qué criterios deberían ser los predominantes, desde su perspectiva. Sorprendentemente, ha habido más coincidencias que divergencias.
Por un lado ha habido un cierto acuerdo en que los españoles votarán siguiendo a su corazoncito, a sus genes, a lo más profundo de sus creencias, más allá de los errores o aciertos que puedan haber advertido estas largas semanas en aquellos que lideran las formaciones que mejor podrían representarles. No obstante, también había un alto nivel de sincronía, en que el sector del electorado más desanimado será el de izquierdas.
En teoría, también deberían guiar su voto en función de los programas que se les presentaran. Pero eso a estas alturas ya está muy desacreditado. Seguramente, ni los leerán. Sería lógico, asimismo, que decidieran su voto en función del comportamiento que los diferentes partidos han tenido en el período que va entre las dos citas electorales, castigando a unos y premiando a otros.
Pero no estaría mal que abrieran un espacio en la justificación de su futuro voto a los que resultaran más creíbles a la hora de enhebrar mayorías parlamentarias y especialmente a los que les presentaran una oferta más convincente sobre cómo afrontar, qué pactos de Estado enhebrar, para atacar los que a nuestro juicio son los más urgentes problemas que debemos resolver: la deuda, la productividad y la mejora de la calidad institucional.
Pero mejor que seguir leyendo, les aconsejo que den al play del audio y escuchen el nuevo episodio de La plaza.