Venezuela no nos es ajena
Nuestro gobierno ya ha demostrado demasiadas convergencias en intereses y valores con el régimen de Maduro como para estar callados en casa
Miles de barceloneses llenamos la plaza Sant Jaume el pasado jueves. Queríamos mostrar nuestro apoyo al pueblo venezolano en estas horas tan difíciles para ellos. Estamos de su lado en la lucha contra el dictador y el régimen del terror. Estamos de su lado defendiendo el regreso de la democracia y la libertad a Venezuela.
No éramos tantos como en Madrid, ni de lejos, pero la movilización era más que significativa si teníamos en cuenta que pocas semanas el PSC se había posicionado con la extrema izquierda y en contra de la democracia en el ayuntamiento de Barcelona. Por segunda vez, los socialistas de Jaume Collboni rechazaron una proposición del Partido Popular que pedía la condena de la vulneración de los derechos humanos en Venezuela y el reconocimiento de Edmundo González Urrutia como presidente electo y legítimo. Se pedía lo que ya reconocen democracias de ambos hemisferios, el Parlamento europeo o el Congreso de los Diputados.
Y es que el pasado 28 de julio la oposición al régimen de Nicolás Maduro ganó las elecciones. No solo las ganó, arrasó. Aquella fue una jornada electoral apasionante y esperanzadora. Los venezolanos se ganaron el derecho a decidir su propio futuro con un increíble coraje. Su valentía fue ejemplar y debe ser reconocida.
Todo lo tenían en contra, a saber, la brutal represión, la inhabilitación de la candidata escogida por la oposición en primarias y la persecución sufrida por su equipo. Y, sin embargo, arrasaron. Superaron el miedo. Obtuvieron siete millones de votos y muchos más. Más de dos tercios de los votantes eligieron democracia y libertad. Y, de hecho, González Urrutia se convirtió en el candidato más votado de la historia de Venezuela.
El viento del cambio empezó a soplar con fuerza y se llevó por delante la poca credibilidad que le quedaba a Maduro. Así, el tirano acabó perpetrando el más evidente de los fraudes electorales para aferrarse al poder. La usurpación es un hecho y ese viento, el viento del cambio, no debería amainar. Debería seguir soplando con más fuerza… ¡hasta el final! Hasta recuperar la democracia.
Pero, ¿será así? El jueves fuimos muchos en el centro de Barcelona, pero el viernes ya no tantos. El golpe se había consumado. La dictadura se consolidaba. Sin embargo, también deberíamos entender que Maduro ha perdido. Perdió las elecciones y, con la farsa de su toma de posesión, ha perdido definitivamente al pueblo. Al tirano ya solo le queda el miedo y el terror. La tragicómica toma de posesión de Maduro solo contó con el apoyo explícito de los gobiernos de Cuba y Nicaragua y el vergonzoso silencio del español.
Silencio socialista
El socialismo calla y concede. José Luis Rodríguez Zapatero, mal presidente y peor expresidente, podrá seguir con sus sucios privilegios. Las juventudes de ERC -socio preferente de Pedro Sánchez- celebraban en la red Elon Musk la usurpación consumada. Maduro impone, pensarán, lo que ellos no lograron en Cataluña. En el silencio socialista y la alegría de sus cómplices no hay hipocresía.
Sánchez está tratando de impedir que los presuntos delitos de todo su entorno familiar y partidista sean juzgados. Pretende acabar con las investigaciones y garantizarse la impunidad. Sánchez es un multirreincidente contra la honestidad. Ha rebajado el Código Penal a los corruptos. Indultó y amnistió a los sediciosos. Facilitó la liberación de violadores. ¿Qué le va a reprochar a Maduro? En todo caso, la hipocresía se encontrará en su celebración de los 50 años de la muerte en la cama del dictador Franco.
Que el gobierno de España no vea que somos dóciles ante un golpe a la democracia
Así pues, los españoles no debemos ser ajenos a lo que sucede en Venezuela. Nuestro gobierno ya ha demostrado demasiadas convergencias en intereses y valores con el régimen de Maduro como para estar callados en casa. Entre las maletas de Delcy Rodríguez se perdió la dignidad del PSOE y se evidenció el peligro para nuestra democracia.
Cientos de miles de venezolanos son ya nuestros vecinos y compatriotas. Más de doscientos llegan cada día. Huyen de la dictadura, de la pobreza y del crimen. Nuestras ciudades son ahora también sus ciudades y debemos ayudarles a recuperar su país. Hagámoslo por ellos, y también por nosotros. Que el gobierno de España no vea que somos dóciles ante un golpe a la democracia. Que Sánchez no vea esperanzas autoritarias en nuestro silencio.