Venezuela nos examina: o con Maduro o contra él
Que nadie espere una palabra de apoyo del Gobierno de Pedro Sánchez hacia la oposición venezolana en un momento tan crucial para el país
Llega la hora de la verdad para Venezuela y para quienes están dispuestos a luchar contra la dictadura de Nicolás Maduro. La diplomacia española preferirá ponerse de perfil y cruzará los dedos para que el sátrapa se perpetúe, no vaya a ser que nos enteremos de que la turbia relación de Rodríguez Zapatero con la narco-dictadura afecta también a otros destacados socialistas, dentro y fuera del Gobierno.
Todo el mundo sabe que el legítimo ganador de las elecciones del pasado julio en Venezuela es Edmundo González Urrutia, pero el Gobierno de Sánchez prefiere no reconocerlo, y para ello se refugia en el cinismo de la neutralidad, que exige mantenerse al margen “de un problema que deben resolver los venezolanos sin injerencias exteriores”.
Podría haber esgrimido Sánchez el mismo diplomático equilibrio en el conflicto entre Palestina e Israel. Pero no. Porque en esta cuestión los intereses electorales son otros. Los socios de gobierno más radicales exigen estar contra los judíos cueste lo que cueste, y el presidente no ha dudado en inclinarse por Palestina.
Una postura que se enmarca en el tradicional espíritu combativo de nuestra izquierda patria, dispuesta a defender al débil y atacar al agresor, siempre que este último no lo haga en nombre de alguna revolución. Porque entonces la cosa cambia. Pasa con la Cuba de los Castro, que está hecha fosfatina, y con la Venezuela de Maduro, que acabará igual si nadie lo remedia.
En el ideario del “progresismo” español, una dictadura nunca puede ser de izquierdas. Es casi un oxímoron, porque el autoritarismo no tiene cabida entre sus líderes. Y si en algún momento caen en la tentación de imponerse por la fuerza, es porque otros, generalmente el opresor imperialista o la derecha extrema, les obligan. Una buena persona solo puede ser de izquierdas; por lo tanto, no es correcto llamar dictador a Nicolás Maduro.
Y aunque en las próximas horas podamos ver una exhibición de represión policial contra el pueblo que votó mayoritariamente a González Urrutia, debemos entender que se trata de diferencias entre venezolanos que solo ellos deben arreglar y en las que nosotros no debemos inmiscuirnos. La izquierda, especialmente la más reaccionaria, debe estar siempre dispuesta a combatir las injusticias. Pero con excepciones, claro.
En el ideario del “progresismo” español, una dictadura nunca puede ser de izquierdas
Así que nadie espere una palabra de apoyo de nuestro Gobierno hacia la oposición venezolana en un momento tan crucial para el país. En caso de que Maduro se salga con la suya, se dirá que ni Corina Machado ni Edmundo González supieron jugar bien sus bazas, y se tapará así la vergonzosa falta de compromiso y liderazgo que España debería demostrar en situaciones como esta.
Mientras esto ocurre, desde el socialismo español seguiremos oyendo que solo es demócrata quien participa de sus celebraciones contra el dictador que murió de viejo en la cama. Contra el dictador vivo, silencio. Solo un socio de Sánchez, el PNV, se ha mostrado abiertamente contra Maduro. Son muchos los lazos históricos que unen a los nacionalistas vascos con la Venezuela del exilio, mayoritariamente antichavista, como para dejarse engañar.
La dificultad de echar a Maduro
Todo apunta a que va a ser difícil echar a Maduro. Se corre incluso el riesgo de que se produzca un enfrentamiento armado entre distintas facciones del ejército y un posterior choque civil inevitable. Veremos si el régimen es capaz de detener y encarcelar a la oposición y a quienes los acompañen, como ya ha amenazado, y demostrar así ante el mundo su absoluto desprecio por las urnas.
El dictador venezolano solo será capaz de hacerlo si cuenta con el respaldo internacional suficiente, especialmente con el compromiso de la nueva administración norteamericana. Donald Trump parece dispuesto a comprometerse con Maduro a cambio de petróleo barato y a la expulsión de los inmigrantes venezolanos que lleguen a EE. UU.
Ya sabemos los intereses que mueven a Donald Trump en su particular forma de entender la justicia en el mundo. El problema de los españoles es que no sabemos qué intereses tiene el Gobierno de Pedro Sánchez para no mover un dedo contra Maduro. Es mejor no imaginarlo.