Un divorcio feliz para todos 

La ruptura entre las dos derechas no ha sido por los menas, es un proceso largo

Curiosamente el PP y Vox rompen por los Menas y, en cambio, el PSOE mantiene su alianza con ERC y Junts que se oponen al reparto de menores entre las CC.AA, pero como es sabido en política, no cuentan los hechos, sino el relato, así que muy poca gente reparará en este dato. 

La ruptura entre las dos derechas no ha sido por los menas, es un proceso largo. El PP nunca ha llevado bien que le surja competencia, ya sea por el centro o por la derecha. En Génova siempre han creído que todo el espacio del PSOE a la derecha les pertenece en exclusiva, casi por derecho natural, y su relación con UPYD, Cs y ahora con Vox siempre fue de incomodidad. Por su parte Voz tiene una dirección nacional fuerte, pero sus cuadros territoriales, excepto Garcia-Gallardo en Castilla y León, no han sabido crear una agenda propia con salida mediática, aunque esos cuadros territoriales en off the record achacan a la intervención excesiva de Bambú, sede central de Vox, sus dificultades para consolidarse debido a un ex ceso de control desde la cúpula del partido que ha entorpecido su labor.  

Sea como fuera, este es un divorcio feliz. El amor no se gastó de tanto usarlo, sino que se constataron diferencias irreconciliables de carácter desde el inicio de la relación. El PP está blindado en los gobiernos regionales, saben que Vox no pactará una moción de censura que les desaloje del gobierno con Compromís en Valencia ni con la Chunta en Aragón. Feijóo está feliz porque ya no podrán echarle en cara que gobierna con la “ultraderecha”, de tanto que se lo repitieron desde la bancada gubernamental del congreso de los diputados, se lo acabo creyendo.  

En Vox también respiran tranquilos. Salir de los gobiernos les permite poner el acento en las discrepancias, marcar la agenda forzando un pacto en cada votación y ser coherentes con su decisión en Bruselas de salir del grupo de Meloini para ir a un grupo más numeroso, pero también más correoso frente a la superestructura europea.  

Sin duda, la cuestión es si el PP, sin los acuerdos con Vox, puede seguir creciendo por el centro recogiendo a los votantes de un PSOE cada vez más escorado a la izquierda

El PP cree que perdió las elecciones generales de hace un año por sus pactos con Vox y los de Abascal consideran que Alvise les ha pegado un bocado en las europeas porque sus acuerdos con el PP les difuminan. Así las cosas, la ruptura es motivo de satisfacción para todas las partes.  

Pero la pregunta fundamental es ¿Cómo interpreta la ruptura el electorado de centro – derecha? Para millones de personas Sánchez es un peligro y desalojarlo de Moncloa es una prioridad, para esos votantes la decisión de Vox es difícil de comprender y puede tener un coste electoral para los de Abascal en beneficio del PP. Para otra parte de los votantes conservadores el PP es una fuerza que transacciona en exceso con la izquierda pactando temas como la agenda 2030 o el CGPJ, estos votantes ven lo sucedido en Francia o Países Bajos como una señal de que es el momento de salir de los grandes consensos.  

Alberto Núñez-Feijóo y Cuca Gamarra en el Congreso de los Diputados. EFE/ Chema Moya
Alberto Núñez-Feijóo y Cuca Gamarra en el Congreso de los Diputados. EFE/ Chema Moya

La comparación entre Cs y Vox es inevitable, pero no estamos frente a la misma situación. Los naranjas decidieron suicidarse presentando mociones de censura contra gobiernos de los que ellos mismos participaban y solo la astucia de Díaz Ayuso evito el desastre para el PP, fue el principio del fin de Cs, pero la España de hoy, con Sánchez entregado al independentismo vasco y catalán, atenazado por la corrupción y subido a una ola de populismo que no presagia nada bueno para nuestro país es una situación de mucha mayor gravedad que la de marzo de 2021.  

Sin duda, la cuestión es si el PP, sin los acuerdos con Vox, puede seguir creciendo por el centro recogiendo a los votantes de un PSOE cada vez más escorado a la izquierda y si Vox puede consolidar un espacio propio y no sucumbir frente a Alvise. Solo si esto sucede, Sánchez tiene los días contados, si la guerra entre Feijóo y Abascal persiste tenemos gobierno Frankenstein para rato.