Un torpedo en el Gobierno

Quienes conocían la situación de Iñigo Errejón, y la taparon, se convierten en cómplices de los casos de acoso contra las mujeres

Lo que le ha ocurrido al ex dirigente de Sumar, Iñigo Errejón, es una especie de Me Too con ese desfile de comunicantes anónimas que empezaron a contar, en las redes, los abusos que habían padecido por parte del político sin que las denuncias terminasen de cristalizar en los juzgados. Hasta que una actriz y presentadora de televisión, Elisa Mouliáa, dio el paso y denunció al político en la comisaría de policía.

Errejón ha admitido los hechos. Pero lo más indignante es saber que en su entorno y más allá conocían su situación y la ocultaron durante mucho tiempo. En ambientes cercanos a Podemos, desde donde se dio eco a los testimonios de las víctimas de Errejón, reconocen que no se han llevado sorpresa alguna porque era sabido que el problema de su ex compañero venía de lejos.

¿Qué hicieron para frenarlo? Nada. De hecho, el avispado Pablo Iglesias salió a avivar el fuego de la hoguera confesando que “de esto se hablaba hace un año”. ¿En serio? ¿Su entorno lo sabía y lo taparon? Si se conocía que Errejón estaba siendo tratado en terapia desde hacía meses por su adición al sexo y al consumo de determinadas sustancias ¿Por qué no le apartaron de la vida política?

Periodistas que ahora reconocen que la situación de este dirigente de prédica feminista y ortodoxa se conocía hace años ¿Por qué callaron? ¿Tanto escándalo por el pico de Rubiales -televisado por tierra, mar y aire- y silentes con la sicopatía de Errejón? 

Qué duda cabe que el comportamiento del ex portavoz de Sumar en el Congreso de los Diputados, con el reconocimiento de los hechos denunciados, echa por tierra el discurso feminista de la extrema izquierda.  

La hipocresía de la izquierda

En este mundo de Podemos y Sumar las propias mujeres que han tenido poder han permitido muchas actitudes de macho alfa y de machirulos dentro de su partido. Al más alto nivel. El comportamiento de le jefa de comunicación de Errejón tratando de disuadir, hace tiempo, a una de sus víctimas para que no le denunciara, no es una actitud de la que presumir, desde luego, porque se sitúa en las antípodas del feminismo.

Errejón, que ha estado muy protegido por las mujeres poderosas de su partido, reconoce los hechos, pero, a día de hoy, todavía no ha pedido perdón a sus víctimas. Porque no asume su culpa. De la lectura de su carta de dimisión se desprende una incapacidad de hacerse cargo de su responsabilidad en estos actos presuntamente delictivos.

Iñigo Errejón, durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados. Foto: A. Pérez Meca / Europa Press
Iñigo Errejón, durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados. Foto: A. Pérez Meca / Europa Press

De hecho, en un primer momento y sin saber qué había motivado su decisión, como en su texto se refugiaba en sus problemas de salud mental, llegó a transmitir una pena que generó una primera cascada de reacciones solidarias y comprensivas hacia su estado estresado. Con la consiguiente petición de respetar su presunción de inocencia.

Pero no. Fuera de la carta, trascendió que había reconocido los hechos de los que se le acusan. Pero en el texto, el presunto depredador le echaba la culpa al neoliberalismo y al patriarcado. Él, al fin y al cabo, es una víctima del sistema. Y lo paga con las mujeres a las que pretende seducir. Por lo tanto, su carta fue una excusa y una coartada. 

A Sumar, que ya aparece menguante en las encuestas, lo último que le conviene ahora es abrirse en canal en una crisis que no controla

Es un texto exculpatorio en donde no se observa ni un ápice de arrepentimiento. Tendrá que tener una estrategia de defensa. Sobre todo, desde el punto de vista penal. Esa es la finalidad que podría perseguir su carta. De todas formas, el comportamiento que le ha valido las denuncias ha chocado con su propaganda, la del “sólo sí es sí”, la de la moralina de esa izquierda que venía a regenerar nuestras costumbres, que nos ha sermoneado con unos mensajes estrambóticos, ¡que llegaron a propugnar la penalización de los piropos! Con esa obsesión de entrometerse en la vida personal de los ciudadanos cuando son incapaces de ordenar la suya propia.   

La preocupación de Pedro Sánchez

Un gobierno con los pies de barro, como el de Pedro Sánchez, se puede derrumbar con una gota de agua que caiga por el frente más inesperado. La notificación de Pedro Sánchez en la red social X revelaba su preocupación por el impacto que pueda tener este escándalo. Porque si implosiona Sumar, el presidente se queda sin socio de gobierno.

A Sumar, que ya aparece menguante en las encuestas, lo último que le conviene ahora es abrirse en canal en una crisis que no controla. Y Sánchez necesita una izquierda fuerte que sostenga al PSOE en el gobierno. Pero con su ex número dos en puertas de la imputación por corrupción y con el número dos de Yolanda Díaz, un maltratador confeso ¿a dónde va este gobierno? Sus número dos les han situado en el disparadero. Más explicaciones y más transparencia es lo que hace falta. En los dos casos.