El teatro del absurdo parlamentarismo
Pedro Sánchez se jugaba más de lo que en principio parecía ante el debate de la aprobación de tres decretos del Gobierno
Como decíamos ayer, el lunes pasado, Pedro Sánchez se jugaba más de lo que en principio parecía ante el debate de la aprobación de tres decretos del Gobierno (los decretos en democracia, si no son de urgencia, siempre son decretazos) que se relacionaban con medidas económicas y judiciales. La sesión parlamentaria no dejó a nadie indiferente. Fue entretenida, hasta divertida, y llena de sorpresas de última hora. El problema es que el país no se puede permitir muchas más sesiones de este estilo. No es serio.
El método de los decretos, y más si están repletos de cuestiones muy diversas, no es una fórmula aceptable en Congresos respetables. Pero lo de España ya se ha convertido en un sainete donde, en realidad, nadie cree que se actúe en un espectáculo porque la apariencia es seria.
Pero nada tuvo lógica. Se votó más tarde de lo reglamentario, el sistema telemático se estropeó, el negociador profesional del PSOE con Junts, Santos Cerdán, tenía gripe y al final, para rematarlo, la formación de Puigdemont no votó, que fue la forma de que saliera adelante uno de los decretos. Para liarla más, las otras dos votaciones acabaron en empate, ante el error de uno de los diputados. Algo tan complicado, en teatro triunfa.
Pleno del 10
Pero son dos las cuestiones que me parecen remarcables de las que ya podríamos calificar del “Pleno del 10”, solo referente al día que se celebró y no la calificación que debería merecer como reunión parlamentaria.
La primera es la profunda ruptura entre Sumar y Podemos. Las dos son formaciones rotas y que se contra alimentan, cuestión que en cualquier proceso nutricional es ir al desastre. Y no es un chiste. Es la evidencia de que un matrimonio mal divorciado acaba peor que el propio divorcio, estilo “La Guerra de los Rose”.
Con un futuro tan desastroso, y del que parece Pedro Sánchez está convencido animando a Yolanda Díaz a no tener compasión ante las embestidas de Irene Montero o de su marido Pablo Iglesias, las posibilidades de acuerdos pasan por las formaciones nacionalistas o independentistas. Y ahí está Carles Puigdemont.
Esa es la otra e interesante cuestión. Hay fuentes que aseguran que en Ferraz comienzan a estar hasta la coronilla de soportar las tensiones de última hora con la gente de JxCat. Y que, si esta va a ser la rutina, habría que ir por delante siempre. Y es que, como ya señalamos en otros artículos, esta será la rutina.
Será una rutina donde habría que evitar exageraciones. De no ser así, cuando tengamos un susto de verdad, nadie se lo va a creer. Aunque la política lo aguante todo.
Inmigración
Sobre lo negociado a última hora entre Gobierno y Junts se ha puesto mucho el foco en los temas de inmigración. Aquí la jugada le ha salido bien a los de Puigdemont, aunque ni hay acuerdo, ni hay nada.
Sin embargo, el Madrid político y muchos de mis colegas analistas, subrayan la dejación de competencias en el caso de negociar algo tan importante para la seguridad del Estado como la inmigración. Lo anecdótico del caso es que la misma propuesta fue presentada y rechaza por el Parlament, donde gobierna ERC.
¿Esto qué significa? Pues que, si Cataluña estuviera gobernada por Junts, Pedro Sánchez y el Estado tendrían un problema inútil, pero lo tendrían. Pero de momento a Puigdemont no se le espera, ni a sus acólitos, y la proposición es inservible, aunque pone sobre la pista cuál es la prioridad de este partido que observa ya la independencia como una pantalla pasada, y teme que la nueva formación que comienza a tejerse en Ripoll, Aliança Catalana, con Silvia Orriols al frente, construya un ideario sobre la inmigración que elimine de la fotografía a JxCat ante el verdadero debate que se nos viene encima, ya durante este año, y de cara a las europeas.
La polémica sobre la inmigración ha tenido más auditorio en Madrid que en Barcelona. Estas cosas ya pasan. Pero no son las que le interesan al de Waterloo, al que este año se le va a hacer muy largo.