La contestación social se vuelve contra Sánchez tras su gestión política de la tragedia en Valencia
Ayer lo pudo comprobar in situ, cuando intentaron agredirle en la zona cero de la indignación
Está claro que la tragedia que se vive en Valencia exige antes de nada prestar ayuda a los damnificados y tratar de localizar y recuperar los cuerpos de los fallecidos. Ya llegará el momento de establecer responsabilidades. Y serán todos los españoles, más allá de que los tribunales de justicia tomen cartas en el asunto, quienes dictarán sentencia.
Por lo pronto, los ánimos están muy caldeados en la zona afectada, y no es para menos. La indignación es mayúscula. Mientras los reyes daban la cara y aguantaban ayer el chaparrón de barro, Pedro Sánchez se fue a toda prisa entre gritos de “asesino”, declarado ya culpable al entender de muchos por no haber estado a la altura de las circunstancias.
España ha dado la imagen de un Estado fallido. Ni el Gobierno autónomo ni el de la nación han sabido responder al reto que plantea una catástrofe de estas dimensiones.
Y posiblemente porque ha primado, al menos en un primer momento, la estrategia política tanto del PSOE como del PP. Sin olvidar los intereses de los partidos satélites del Gobierno de Pedro Sánchez, empeñados en que España no exista como la nación de todos los españoles y sea un mosaico de nacionalismos.
Las advertencias de las agencias meteorológicas, tanto a nivel autonómico como estatal, no fueron tomadas con la suficiente seriedad porque nadie, por lo visto, tenía datos ni imaginaba semejante catástrofe. Se esperaban lluvias y desbordamientos similares a los de otras ocasiones, a los que ya están más o menos acostumbrados en esos pueblos.
Por eso no se tomaron medidas extraordinarias: ni se avisó a los vecinos del riesgo que se cernía sobre ellos ni se suspendieron los transportes. Incluso, Renfe intentó entrar con el Ave en Valencia con los túneles inundados. Y en el Congreso, el Gobierno aprobó el asalto a RTVE entre las quejas de la oposición como quien oye llover ¿Falta de previsión? Evidente ¿Negligencia? Los jueces determinarán si la hubo y de quién.
Las autonomías quedan cortas
A partir de ese momento todo fue un cúmulo de despropósitos que se sucedieron con la misma velocidad que el agua entraba en las casas y se llevaba, en riadas imparables, a los ocupantes de miles de vehículos de todo tipo, causando la muerte, hasta ahora, a unas 215 personas.
El Gobierno autonómico de Carlos Mazón se vio superado desde el primer momento en todos los frentes. Sus intentos por asumir operativamente semejante tragedia han resultado a todas luces insuficientes, a veces perjudiciales, y su capacidad de gestión seriamente dañada.
Ha quedado demostrado que cuando la naturaleza se ceba de tal manera con una región de España las instituciones autonómicas se quedan cortas, ineficaces y se hace imprescindible la intervención del Estado.
«Ni el Gobierno autónomo ni el de la nación han sabido responder al reto que plantea una catástrofe de estas dimensiones»
El problema es que quien está a los mandos del país en su conjunto vio una oportunidad política fantástica para poner en práctica una de sus máximas: hacer de la necesidad virtud.
En un país normal, de nuestro entorno, el Gobierno hubiera decretado el estado de alarma e intervenido de manera inmediata, poniendo todos los medios como si en el empeño le fuera la vida de sus compatriotas. Pero en el nuestro se decidió mantener una distancia de prudencia, como para que al Presidente no le salpicara el barro en el traje: “Si necesitan ayuda, que me la pidan”.
¿Quieres que arrime el hombro? Pues pídemelo, vino a decirle Pedro Sánchez a Carlos Mazón en una comparecencia que le hará pasar a la historia y le colocará al mismo nivel que el alcanzado por la riada: “Hasta aquí llegaron las aguas en 2024 y hasta aquí el entonces Presidente del Gobierno, antes de salir corriendo”.
Zona cero
Así, siguiendo esa estrategia, la tardía llegada del Ejército y de medios y ayuda desde otras comunidades se achaca a la nefasta gestión del presidente autonómico, es decir, al PP, que pidió tarde y mal que le ayudaran. ¿No estaban ellos al mando de la situación? Pues que apechuguen con todo lo que está pasando. Y si quieren ayuda, que me la pidan. Mientras, todos quietos. Pero el cálculo es erróneo y peligroso.
Pedro Sánchez ha querido dar un empujón tan fuerte a Carlos Mazón para despeñarlo que en el ímpetu puede ir detrás. Ayer lo pudo comprobar in situ, cuando intentaron agredirle en la zona cero de la indignación.
Los españoles que de verdad están con las víctimas y no en el tacticismo político no entienden que entre tanto cadáver, barro, ruina e inseguridad el Presidente del Gobierno y los suyos no quieran decretar el estado de alarma y se despachen con un “si necesita más ayuda, que la pida”. Y vaya si se la han pedido.