El Sant Jordi de Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa denunció el autoritarismo y el nacionalismo cuando lo protagonizaba la derecha

Mario Vargas Llosa merece que esta Diada de Sant Jordi le rinda homenaje. Merece, de hecho, muchísimo más. Merece el reconocimiento de una Barcelona que, según sus propias palabras, fue la ciudad donde “se hizo escritor”. Merece una calle destacada, una medalla de honor por parte del ayuntamiento y, sobre todo, el respeto duradero de una ciudad que siempre llevó en el corazón. 

Fue un novelista excepcional, un intelectual liberal de talla mundial y un enamorado de nuestra ciudad. Vivió aquí en los años setenta, pero volvió una y otra vez, siempre que se le necesitó. Y especialmente cuando más falta hacía su voz.

Cuando la libertad y la concordia se jodieron en la capital catalana, durante el golpe del procés separatista, Vargas Llosa no nos dejó solos. Estuvo presente, caminando junto a los ciudadanos que aquel cívico 8 de octubre de 2017 llenamos las calles para defender la democracia. Aquella manifestación histórica, convocada por Sociedad Civil Catalana, no solo fue multitudinaria, sino que se convirtió en un símbolo. Él fue parte de ese símbolo. 

Por eso, Vargas Llosa no es solo literatura: es también libertad. Y eso, precisamente eso, es lo que muchos no le perdonan. Sus méritos literarios son incuestionables, incluso para sus detractores. Pero nacionalistas y socialistas se apresuran a manifestar públicamente su profundo desprecio por las ideas del genio recién fallecido.

El ejemplo más grotesco de este rechazo lo encontramos en TV3, la televisión pública (nacionalista y socialista) de la Generalitat de Cataluña, que llegó a tachar al premio Nobel de “extrema derecha”. Etiqueta que el colectivismo suele disparar contra quien se atreve a pensar por sí mismo. 

Hace unos meses, en este mismo espacio, reflexioné sobre Vargas Llosa y la ficción, en el artículo Razones para leer. Hoy toca repasar los libros que marcaron su pensamiento político y entender qué ideas son las que tanto odian los clérigos del oficialismo patrio.

En su libro La llamada de la tribu (Alfaguara, 2018), nuestro autor desarrolló toda una autobiografía intelectual a partir de la vida y la obra de los pensadores, fundamentalmente liberales, que le ayudaron a configurar su pensamiento político. 

Vargas Llosa defendió un liberalismo no dogmático, tolerante y culto, subiéndose a los hombros de gigantes. De La riqueza de las naciones de Adam Smith destacó “el elogio de una sociedad donde el Estado es pequeño y funcional, pues deja trabajar a los ciudadanos y crecer la riqueza que beneficia al conjunto social”.

(Foto de ARCHIVO) Mario Vargas Llosa asiste a una conferencia en la Casa de América, a 05 de marzo de 2022, en Madrid (España). Jesús Domínguez 07 MARZO 2022;ANTONIO BANDERAS;MARIO VARGAS LLOSA;JESÚS DOMÍNGUEZ;CATEGORY_CODE_SHO 14/4/2025
Mario Vargas Llosa. Foto: Europa Press.

Y de La rebelión de las masas de José Ortega y Gasset extrajo la advertencia sobre los hombres y las mujeres que diluyen su individualidad en lo gregario, poniendo en riesgo, así, la civilización democrática.  

De Raymond Aron y El opio de los intelectuales obtiene fórmulas para descifrar el dogmatismo ideológico. Algo sobre lo que redunda el también francés Jean-François Revel en El conocimiento inútil. Su principal tesis, según Vargas Llosa, sería que “no es la verdad sino la mentira la fuerza que mueve la sociedad de nuestro tiempo”.  

Tres fueron sus grandes referentes modernos y liberales: Friedrich August von Hayek, Karl Popper e Isaiah Berlin. Del primero le impactó Camino de servidumbre, como a Margaret Thatcher, pero también La fatal arrogancia. Aquí, para el austriaco y según el peruano, la civilización significaría: “libertad, legalidad, individualismo, propiedad privada, mercado libre, derechos humanos, convivencia y paz”. Y su gran enemigo sería el constructivismo y la ingeniería social.  

Popper también detestaba la arrogancia de aquellos que, como los nacionalistas, pretendían acabar con la cultura de la libertad. Su obra magna, escrita en el exilio, fue La sociedad abierta y sus enemigos, inmortal defensa del individuo libre y, por lo tanto, responsable frente a los diferentes colectivismos y tribalismos.  

Mario Vargas Llosa fue un intelectual comprometido con la verdad y la libertad y, claro, eso para nacionalistas y socialistas de todos los partidos es imperdonable.  

Y dejo para el final al no menos importante: sir Isaiah Berlin, paladín del pluralismo. Vargas Llosa apreciaba la paradoja de este sabio “que amaba tanto las ideas y se movía en ellas con tanta solvencia” y que, a la vez, “fuera un convencido de que son éstas las que deben someterse si entran en contradicción con la realidad, pues, cuando ocurre al revés, las calles se llenan de guillotinas y paredones de fusilamiento”. Algo que Jean-Paul Sartre nunca entendió. 

En un precioso artículo publicado en La Vanguardia (“Vargas Llosa entra en la eternidad, 18/04/2025), Lorenzo Bernaldo de Quirós señalaba que Vargas Llosa “comprendió muy pronto el carácter letal de las utopías de izquierdas, esas bellísimas mujeres con la cabeza en las nubes y los pies en un charco de sangre”.

También denunció el autoritarismo y el nacionalismo cuando lo protagonizaba la derecha, ya que “siempre consideró inseparable la unión entre la democracia y la libertad. Para él, el liberalismo era un sistema integral de principios y no un menú a la carta cuyos ingredientes se combinaban a gusto del consumidor”.

 En definitiva, fue un intelectual comprometido con la verdad y la libertad y, claro, eso para nacionalistas y socialistas de todos los partidos es imperdonable.  

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