Sanchismo crepuscular

Sánchez está sitiado por escándalos propios y por razones democráticas

Los sindicatos van a manifestarse en contra de la oposición. Tanto CC.OO. y UGT volverán el 2 de febrero a calentar las calles como si el Partido Popular estuviera en el gobierno. Inédito. Ridículo. ¿Pre-electoral? No son los únicos que padecen una dependencia gubernamental excesiva. La crisis de la autoridad se contagia. No pocos medios de comunicación siguen repitiendo los mantras monclovitas con más sumisión que convicción. La posverdad les ha hecho esclavos.

La jugarreta de Pedro Sánchez con el “decreto ómnibus” es tan burda que sonroja observar a tertulianos y sindicalistas seguirle el juego. ¿No tienen un mínimo de autoestima? ¿Es todo por la gamba? El relato sobre el decreto es puro bullshit. Los partidos de la oposición siempre han asegurado que aprobarían la revalorización de las pensiones y las ayudas al transporte público si se presentan por separado y sin trampas. ¿A qué viene, pues, el numerito sindical y mediático?

El sanchismo ha dado un paso más en su afición al juego sucio. Ya no es una técnica política que manipula o tergiversa la verdad. Va más allá de la mentira. La distinción entre lo verdadero y lo falso le es indiferente. Solo busca el impacto, la confrontación, el ruido que oculte la debilidad y la corrupción bajo el mando de la bronca continua.

Ya no necesitan spin doctors que manejen la realidad a conveniencia. Ya no es ni siquiera una batalla cultural. Es un conflicto por el conflicto, por la confusión generada. Es disparar continuamente para ensordecer a la sociedad y resistir en el poder.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: Rober Solsona / Europa Press
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: Rober Solsona / Europa Press

Es cierto que el debate público contemporáneo se ha degradado notablemente con la fragmentación del discurso, la crisis del periodismo tradicional y el auge de la desinformación. Es cierto que la misma noción de verdad se ha depreciado drásticamente en el ámbito político. Es cierto también que cada tribu solo recibe aquellas informaciones que alimentan sus prejuicios, sobre todo, en la implacable cámara de eco de las redes sociales.

Sin embargo, el sanchismo ha abusado de la mentira y la contradicción hasta niveles distópicos, y tanta credulidad en los intermediarios y los receptores del mensaje es inexplicable en términos de honestidad. 

El “decreto ómnibus” era un chantaje demasiado obvio a la oposición y una trampa demasiado indecente para la ciudadanía. Empaquetar medidas totalmente dispares para forzar su aprobación es prueba irrefutable de una arrogancia negligente. La oposición no cedió, y la ciudadanía no picará. Ya no. O, al menos, ya no la mayoría. El abuso de las triquiñuelas evapora su eficacia. Las “jugadas maestras” tienen un límite. La charlatanería empieza a ser contraproducente.

Un gobierno con pies de fango

“Provocan dolor social”, clama el cínico con su vocecita impostada. Pero todo es demasiado grosero. Tanto que algunos palmeros empiezan a abandonarle. Quizás huelan el cambio. Quizás quieran mantener un microgramo de dignidad tras años de vergonzosa sincronización en el mensaje.

En todo caso, Sánchez ya debería estar escuchando un tic-tac en su cabecita. Ahora sí dejará de dormir. El amado colchón peligra. La realidad se impone. La mayoría social nunca existió, y el apaño parlamentario que permitió la investidura se resquebraja.

El sanchismo ha abusado de la mentira y la contradicción hasta niveles distópicos

Este es un gobierno con pies de barro o, mejor dicho, de fango. Se enrocará en la soberbia. Se bunquerizará ensimismado, pero ya son demasiados los españoles situados al otro lado del muro. Sánchez está sitiado por escándalos propios y por razones democráticas. El sanchismo es ya insostenible. Es crepuscular. De aquí a elecciones será todo agonía. Todo serán coletazos, peligrosos coletazos de un animal acorralado. Es un gobierno débil, pero para nada inofensivo. 

Sánchez afirma que la democracia occidental está en peligro y, por una vez, tiene razón. Él es un claro ejemplo de esa amenaza. Es todo aquello que los politólogos progres critican a Donald Trump y, además, gobierna -o trata de gobernar- de la mano de la izquierda identitaria más trasnochada. Sí, Sánchez es la insufrible síntesis del trumpismo y el wokismo. Es amarga decadencia. Es la política sin ética. Es el conflicto sin fin. Elecciones ya, por favor.