¿Qué tienen en común Rubiales, Israel y Franco?
Las andanzas de Rubiales le vienen al Gobierno como anillo al dedo para que Koldo y Begoña dejen de copar titulares
Hemos entrado en un trimestre electoral nada fácil para Sánchez. En julio del año pasado fue el presidente el que decidió el calendario, en esta ocasión, agobiado por el caso Koldo, el caso Begoña y la amnistía, las tres convocatorias consecutivas en el País Vasco, Cataluña y Europa son un engorro para el morador de La Moncloa.
Las campañas de los últimos años tienen una característica que se repite una y otra vez, Sánchez se crece ante la adversidad y al PP se le agarrotan las piernas ante la responsabilidad de saltar al campo en una gran final.
El arrojo sanchista no siempre obtiene el resultado deseado, los fracasos del PSOE en la Comunidad de Madrid o Galicia así lo atesoran, pero como en esos casos lo que está en juego no es La Moncloa a Sánchez le da bastante igual y el presidente parece divertirse viendo como el sudor frío empapa la frente de sus adversarios.
El líder socialista sabe que frente a sus embestidas en Génova siempre les entran las dudas y en esta ocasión ha decidido intentar copiar la estrategia que tan buen resultado le dio en julio de 2023. El presidente del Gobierno es experto en marcar el terreno, el juego y el trío de temas feminismo, antisemitismo y franquismo es su especialidad.
En pocos días hemos visto como Rubiales volvía a escena a todas horas y en prime time. Sobre el papel el Gobierno no tiene nada que ver con las presuntas tropelías de un ex presidente de la Federación española de fútbol con aires de Lazarillo de Tormes del siglo XXI, pero en realidad las andanzas de Rubiales le vienen al Gobierno como anillo al dedo para que Koldo y Begoña dejen de copar titulares.
La gira de Sánchez por el mundo árabe pidiendo que se premie la matanza del 7 de octubre concediendo un Estado a los terroristas palestinos no tendrá éxito alguno, dado que los países que lo apoyan como Malta o Bélgica no tienen influencia alguna en el consejo de seguridad de la ONU pero el presidente, como dijo Pérez Reverte nos tiene cogida la medida a los españoles y sabe que nuestro país es uno de los más anti israelís del mundo y que por lo tanto la apología de los malvados le da un rédito electoral.
Mientras el presidente aparece al lado de jeques, de credenciales democráticas nulas, dejamos de hablar de su situación en el frente interno.
Por si Rubiales e Israel no fueran una cortina de humo suficiente para que Koldo, Puigdemont y Begoña pasen a un segundo plano el presidente del Gobierno se ha ido al Valle de los Caídos a hacerse una foto con los huesos de unos muertos a los que no dejan que sus familias accedan. Lo de Franco parece funcionarle tan bien a Sánchez que ha llegado a pasearlo en helicóptero por encima de los tejados de Madrid aún a riesgo de que el féretro terminará en cualquier balcón de un vecino de El Pardo.
El cóctel de corrupción a lo Ceaucescu o a la nicaragüense con el matrimonio presidencial haciendo negocios al amparo del poder, el entorno político y personal del presidente lucrándose con la pandemia y el gobierno cediendo todo a los independentistas y poniendo en riesgo el futuro de generaciones a cambio de unas semanas más en La Moncloa no es el mejor cóctel para que el PSOE obtenga buenos resultados ni el País Vasco, ni en Cataluña, ni en Bruselas, de ahí que Rubiales, Hamas y Franco se convierten en mucho más que tablas de salvación para Sánchez, son su catapulta electoral.
Sánchez elige de que temas habla la sociedad y los medios de comunicación, el resto entran al trapo y él gana las elecciones. Es un Déjà vu de julio, pero no está claro que el resultado para Sánchez sea el mismo que el verano pasado.