Pobre RTVE si su independencia la cuida el Gobierno
Cualquiera que haya trabajado más de dos décadas en un medio público, ya sea autonómico o en RTVE, sabe que están siempre sujetos al control político más o menos estricto del gobierno de turno
A pesar de la alarmante situación que atraviesa RTVE, fruto del control desmedido del Gobierno de Pedro Sánchez, me temo que las protestas conocidas como los “viernes negros” no se volverán a producir. Salvo que vuelva a gobernar la derecha y trate de hacerse con el control del ente. Es posible que solo entonces se atrevan a articular palabra quienes ahora guardan sepulcral silencio en sus despachos de Prado del Rey y Torrespaña.
Cualquiera que haya trabajado más de dos décadas en un medio público, ya sea autonómico o en RTVE, sabe que están siempre sujetos al control político más o menos estricto del gobierno de turno. O lo que es peor, al control también del partido o partidos en el gobierno. Es la tragedia de los medios sufragados con los impuestos de los ciudadanos en una partitocracia como la nuestra: se hace ver que es la soberanía popular, representada en los parlamentos, la que elige qué tipo de medios de comunicación públicos quiere, pero al final son las ejecutivas de los partidos las que deciden en nombre de la mayoría social.
Y así fue y ha sido históricamente en RTVE. Con los hunos y los hotros, como diría Unamuno. Con años mejores y peores en función de cómo le fuera la feria a cada uno. Porque hasta la “limpia” del ERE que hacia 2007 supuso la salida de media plantilla, se puede decir que el personal de RTVE representaba ideológicamente a la sociedad española en su conjunto. El relevo, es decir, que unas veces mandaran unos y otras otros, evitó en muchas ocasiones la esclerosis irreversible del propio medio, pero no conseguía frenar, hay que reconocerlo, el deterioro evidente en el que han caído casi todos los entes públicos.
Pero así se avanzó, a duras penas. Hasta que se decidió que el relevo político no contribuía a recuperar la salud democrática de RTVE y que lo mejor era que la izquierda tomara las riendas de una vez y para siempre. Y nacieron los “viernes negros”. Un movimiento de protesta aparentemente asambleario pero dirigido por quienes habían llevado las riendas de la corporación en la época de Zapatero.
«El Gobierno ha tratado de mantener el control de los dos elementos que son claves en RTVE: la línea editorial y el gasto»
A las quejas contra la dirección del PP en RTVE se sumaron cuantos quisieron medrar, en una especie de “quítate tú pa ponerme yo”, apoyados también por muchos que creyeron ingenuamente que, efectivamente, el movimiento buscaba la emancipación política de la radio y televisión.
“Ni izquierdas ni derechas”, “no a una RTVE politizada ni en manos de ningún gobierno”. Eran las consignas de aquellas protestas que buscaban, en un concurso de méritos fuera del alcance teórico de los partidos políticos, a los mejores profesionales para dirigir la casa. Había que ver a Pedro Sánchez con su lazo naranja, defendiendo las peticiones de los trabajadores, cada vez que llegaba a un programa de TVE como líder de la oposición.
Una vez en el Gobierno, Sánchez se olvidó de todas las promesas. El concurso de méritos se frustró y la independencia de RTVE quedó, como casi todo lo dicho antes de llegar a la Moncloa, en la hemeroteca. Utilizó la fórmula del real decreto para nombrar a Rosa María Mateo como administradora única. Una medida que el Tribunal Constitucional posteriormente anuló al entender que no se adoptó conforme a la legalidad.
Años de deterioro con la credibilidad informativa del grupo en entredicho y la consiguiente pérdida del liderazgo informativo que se ostentaba hasta entonces. El dedo fue la fórmula empleada para nombrar a los responsables máximos en los Servicios Informativos. De la misma forma que el dedo acusador sirvió para apartar a quienes nunca se sumaron a semejante despropósito.
Desde entonces el Gobierno ha tratado de mantener el control de los dos elementos que son claves en RTVE. La línea editorial y el gasto. La primera no ha sido difícil. Como pasa con el mantra extendido precisamente por muchos medios públicos entre buena parte de la sociedad española, en RTVE hay muchos que creen que es mejor que te manipule un “gobierno progresista” a que lo haga la “ultraderecha”. Y actúan en consecuencia y sincronizadamente.
Más complicado es el control económico del presupuesto dedicado a la compra de programas. Las productoras “amigas” de Pedro Sánchez tratan de tener el interlocutor perfecto en Prado del Rey para que firme todos los contratos millonarios que le pongan encima de la mesa, pero no siempre lo han tenido. Y de ahí han venido las continuas crisis y caídas de presidentes y presidentas de la corporación.
La última la de Elena Sánchez, puesta a dedo por el Gobierno y cesada sin miramientos. Se dice que le puede sustituir quien fuera director de contenidos de TVE, cesado a su vez por el Consejo de Administración por sus malos resultados. Pero al Gobierno de Sánchez le da igual, sabe que nadie desde dentro va a alzar la voz.
Y luego dice la ministra y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, que lo que les preocupa es preservar la independencia de RTVE. Durante los “viernes negros” se acuñó la frase “RTVE será independiente o no será”. Me temo lo segundo.