La respuesta balmesiana

Balmes fue un conservador no reaccionario que defendía la libertad responsable que nos permite avanzar

Gregorio Luri es uno de esos pocos referentes intelectuales tan difíciles de encontrar en estos tiempos y por estos lares. El maestro ha escrito mucho y bien sobre la escuela y la educación, sobre conservadurismo (y neoconservadurismo), y ahora, para nuestro gozo, también edita. Su última publicación, Los muchos callan y los pocos gritan, es una gran noticia.

Aquí Luri ha escogido textos de otro gran sabio, de Jaume Balmes. Son citas brillantes. Resplandecen en días de nebulosa confusión. Tras leerlas, uno no puede evitar preguntarse cómo el pensamiento del filósofo de Vic ha permanecido tantas décadas en el olvido. Y es que nuestra sociedad lo desconoce tanto como lo necesita.  

Agitación política

La selección de Luri es tan inteligente que parece que la decimonónica voz de Balmes nos hable de la España actual con mayor precisión que la de cualquier analista contemporáneo. En estos momentos de agitación política, donde las pasiones se desconectan del buen juicio, es vital encontrar estos faros que nos iluminan y que, entre tantos cantos de sirena populista, nos protejan del naufragio individual y colectivo.

Gregorio Luri. Imagen: Flickr.

Ante gobiernos que olvidan el bien común, que incentivan y subvencionan la discordia, y que no sirven al pueblo, sino que se sirven de él, Balmes defiende el encuentro entre la moderación y la firmeza para atrevernos a decir no, por aquí no. 

Balmes fue un conservador no reaccionario, un conservador con intuiciones claramente liberales. Defendía la libertad responsable que nos permite avanzar, y la evolución frente a la revolución o la inacción. Sabía que la revolución destruye, empezando por las palabras, pero nada construye. Es pasión desatada, indignación sin razón. Es la ceguera del entendimiento y la moral. Es una traición a la verdad. Los demagogos toman el control. Los culpables pasan a ser inocentes, y las promesas pierden todo su valor.  

Parece que nos hable del mundo de hoy, y de algunos cínicos en concreto. De un gobierno que firma peligrosos pactos de pandillaje, es decir, de poder a cambio de impunidad. De unos personajes que, obsesionados con la poltrona, se olvidan de cuidar las instituciones. De una ambición política sin pensamiento político. Y de aquellos irresponsables que no quieren entender que “no se abre a medias la puerta de las revoluciones”, que estas arramblan con todo cuando se las intenta satisfacer con una primera concesión. 

Revolución de las sonrisas

En los últimos años, algunos han socavado los pilares de la democracia tratando de imponer una identidad pobre a sociedad compleja. Le llamaban revolución de las sonrisas, pero acabaron a pedradas. Y prometen volverlo a hacer.

¿Cómo evitarlo? Para liberarnos de las pasiones identitarias e irracionales, Balmes nos ofrece clarividentes pistas: “Meditando sobre la naturaleza del corazón del hombre, y ateniéndonos a lo que nos enseña la experiencia de cada día, puede asegurarse que el medio más adaptado para enfrenar una pasión es dejarla sin esperanza; y que el condescender con ella, el permitirle continuos desahogos, es incitarla más y más, es juguetear con el fuego alrededor del combustible, dejarle que prenda en él una y otra vez, con la vana confianza de que siempre será fácil apagar el incendio”.  

En definitiva, no ceder ante los asaltantes, y nunca dejarse arrastrar por la pasión de la inacción. Ante populismos y separatismos, debemos responder, y encontramos en esta cita de Balmes la mejor respuesta: “A ideas es necesario oponer ideas; a sentimientos, sentimientos; a espíritu público, espíritu público; a la abundancia de mal, abundancia de bien; a constancia en disolver, constancia en unir; a tenacidad en trastornar, perseverancia en organizar”.