La recolonización progresista de los museos de Cataluña
Los museos de Cataluña serán colonizados por el arte que podríamos calificar de progresista
Manuel Borja-Villel –comisario artístico de prestigio internacional-, después de ser director durante quince años del Museo Reina Sofía de Madrid –anteriormente lo fue del MACBA y la Fundació Antoni Tàpies de Barcelona-, aterriza como asesor museístico en el Departament de Cultura de la Generalitat de Cataluña. El objetivo: repensar el sistema museístico catalán.
La cuestión es la siguiente: ¿cuál puede ser el significado y alcance de la expresión “repensar el sistema museístico” en la filosofía museística de Manuel Borja-Villel? Avanzo la siguiente hipótesis: los museos de Cataluña –a petición de una Generalitat de Cataluña que conoce perfectamente las ideas del personal que contrata- serán colonizados por el arte que podríamos calificar de progresista. De esta manera, la Generalitat de Cataluña, a su manera, se suma a la denominada guerra cultural. Y toma partido, al respecto.
Las ideas de un comisario de arte
El ideario –la ideología- de Manuel Borja-Villel se encuentra –además de en sus entrevistas- en los libros Conversación con Manuel Borja-Villel (2015) y Campos magnéticos. Escritos de arte y política (2020). En síntesis: el arte –el museo- ha de intervenir políticamente en el conflicto urbano, el arte contra la distopía de la ciudad neoliberal, el museo como intervención enérgica en la modificación de lo urbano, museificar el espacio público como si fuera una galería de arte, el arte como recuperación de la otra memoria, el museo como crítica de las instituciones. En definitiva, un comisario y un comisariado de izquierdas.
El apostolado político
Nuestro activista apuesta por la “pedagogía radical”. Esto es, ofrecer “herramientas para que [la ciudadanía] pusiera en práctica su capacidad política a través de la institución”. Una manera solapada -¿qué herramientas? ¿Quién garantiza la neutralidad, objetividad e intenciones del museo educador? – de apostolado político. ¿Existe neutralidad cuando se invita a la Angela Davis del Black Panther o al Toni Negri que define como “filósofo y militante del obrerismo” olvidando sus relaciones con las Brigadas Rosas y el Potere Operaio y su condena a 30 años de prisión por participación directa o indirecta en atentados?
Manuel Borja-Villel matiza: “esto no quiere decir que sólo me valga la cultura con contenido político y no me valga la que no lo tiene. Eso es una simplificación muy tonta”. Pero, no rebaja el discurso: “lo que no hicimos nunca fue rebajarnos a un discurso light, un pluralismo de todo vale”. Palabra de comisario.
Lo que sí admite –faltaría- es el pluralismo progresista. Y lo que sobre todo admite y busca es que “llegue un momento en que los cambios que van produciendo entren en resonancia con otros y eso pueda provocar precisamente procesos más amplios que vayan más allá de la institución o del espacio o el grupo donde tú operas”. El triunfo del apostolado sectario de quien, ni corto ni perezoso, afirma que su visión de la historia del arte “no se limita de ninguna manera a un punto de vista activista”. ¿De verdad?
Repensar el sistema museístico catalán
Manuel Borja-Villel –como decíamos al inicio- ha sido contratado por el Departament de Cultura de la Generalitat de Cataluña para repensar el sistema museístico catalán. Nuestro personaje pasa de comisario a asesor museístico. Hipótesis: el Departament de Cultura de la Generalitat se ha vuelto moderno y quiere que sus museos sean colonizados por lo moderno. Por lo que se lleva.
La Generalitat de Cataluña acierta: Manuel Borja-Villel es el técnico adecuado para semejante trabajo. ¿Qué puede hacer? Es él quien toma la palabra: “pasar de un museo enciclopédico a un museo social”, “romper con las estructuras clásicas de los museos y dar voz a realidades y colectivos históricamente silenciados”, “prácticas que desborden la deliberación crítica orientándose hacia la desobediencia civil”, “cuestionar realmente el principio tradicional de la colección basada en la propiedad”, “contramonumentos, cuestionar, replantear, construir otro tipo de historias”, “el arte para cuestionar los mitos de Occidente” y “generar nuevos mundos”. Concluye: todo ello es “un deber ético y político por los retos y desafíos que afronta la sociedad”.
Un asesor recibido con recelo
Como no podía ser de otra manera cuando alguien entra en tu casa y nadie lo esperaba, Manuel Borja-Villel –un fichaje de prestigio nunca es bien visto ni acogido en el gremio- ha sido recibido en Barcelona con cierto recelo.
Hay más si tenemos en cuenta que los museos de Barcelona ya han empezado las tareas de romper con el museo enciclopédico y superar sus estructuras clásicas. Por lo demás, el MACBA, dirigido por Elvira Dyangani Ose, es uno de los museos más progresistas del mundo. Habla la directora: “quiero un museo disidente que no sea únicamente de rabia y rebeldía… no dejaré que el museo se acomode a o se aburguese… tenemos que hacer un MACBA como si el mundo que queremos ya existiera”. Y para espacios artísticos modernos ya tenemos en Barcelona El Hangar, La Escocesa, la Nau Ivanow, Fabra i Coats, la Illa Philips, Graner, La Caldera, La Seca, Escenari Joan Brossa y el Ateneu Popular de Nou Barris.
Los museos barceloneses ya han superado el désir de musée de los ilustrados franceses –Manuel Borja-Villel colaboró en la tarea durante su estancia en el MACBA- y se han instalado en la Nueva Museología pasando por los museos de arte moderno y contemporáneo del siglo XX y los centros de cultura contemporánea.
Recolonización, identidad nacional y guerra cultural
Así las cosas, el trabajo de Manuel Borja-Villel tiene su límite: ¿cómo modernizar lo que ya está modernizado? En cualquier caso, a nuestro asesor le quedan tres tareas.
En primer lugar, la recolonización de determinadas obras. Un ejemplo: complementar y resignificar la estatua de Cristóbal Colón en la Rambla con una serie de esclavos y tumbas a su alrededor como muestra de la dominación española en América. Otro ejemplo: al lado, o debajo, de la placa de la calle Sabino Arana de Barcelona se podría incorporar un texto para dar noticia del personaje. Propongo el siguiente: “entre el cúmulo de terribles desgracias que afligen hoy a nuestra amada Patria [Bizcaya], ninguna tan terrible y aflictiva como el roce de sus hijos con los hijos de la nación española y por momentos va cambiando el espíritu de esta raza”.
En segundo lugar, –más madera nacionalista-, podría contribuir –cito sus palabras- a “cómo se construye la identidad nacional a través del arte”. Una “línea de fuerza” que sería útil “justamente para tener una visión global de las condiciones históricas de nuestra identidad”.
En tercer lugar, podría incorporar –es un experto en el asunto- los museos de Cataluña en la llamada guerra cultural -surgida a finales del siglo XIX- que ha reverdecido con especial virulencia en la España polarizada de los últimos años. De esta manera, Cataluña podría tomar la palabra en la batalla ideológica en que prácticamente todo –educación, pedagogía, feminismo, aborto, movimiento LGTBI, paridad de sexos, ecologismo, arte, dibujos animados, literatura, xenofobia, autoridad, consumo, costumbres y un largo etcétera- se convierte en un arma arrojadiza para desprestigiar severamente al adversario convertido en enemigo.
Una guerra cultural que, de hecho, es un trasunto de la dicotomía derecha versus izquierda o conservadores versus progresistas. Así, de esta manera, la Cataluña caduca y rústica del nacionalismo catalán podría codearse con lo moderno.
Menos activismo
Aunque, lo mejor sería que los comisarios y asesores de arte dejaran tranquilos a unos ciudadanos que disfrutan por su cuenta de las sensaciones y emociones que provoca el arte, de las alegrías o tristezas que genera, de la aflicción o ternura que incita. Una concepción liberal del arte intolerable para los activistas.