Las raíces neandertales del cambio climático
La lucha contra el calentamiento global proporciona argumentos aparentemente válidos para que la ciudadanía acepte de buen grado sacrificios
En el principio, como sucede en todo fundamentalismo, se encuentra la revelación que ilumina y castiga: “Si continuas así, la Tierra será destruida”. ¿Alguien pone en duda la verdad revelada? Surge el maniqueísmo, surge el pecado, surge el anatema: “Eres un depredador, un biocida”, “estás contribuyendo, consciente o inconscientemente, a la extinción de la vida y el planeta”.
Más enfoques y más libertad
Y en eso que surge un número de geólogos que cuestiona el fin del mundo. Geólogos que proporcionan datos e informaciones que se contraponen a las medias verdades de algunos científicos, a las distorsiones de algunos gobiernos y de cierta prensa y, especialmente, al glamour ecologista. Geólogos que afirman que no existe unanimidad científica sobre el origen antrópico del calentamiento global. Científicos que no comulgan con el dogma climático. Pero –ojo al dato-, el cambio climático sí existe.
No, no son negacionistas. Solo hablan de la complejidad del asunto. Y, como afirma Hannah Ritchie -la investigadora de Our World in Data que encantó a Bill Gates- en su libro, Not the End of the World (2023), el fin del mundo no llegará.
Entre estos disientes, destaca la obra del geólogo Enrique Ortega Gironés, docente e investigador del Departamento de Geotécnica en la Universidad de Oviedo, miembro de la Agencia Internacional de la Energía Atómica y del Comité de Energía y Recursos Naturales del Instituto de Ingeniería de España así como vocal del Grupo Español de Materias Primas Estratégicas/Críticas.
Un científico del que cabe destacar un libro y una colección de sus artículos –en colaboración con José Antonio Sáenz de Santamaría Benedet y Stefan Uhlig- de obligada lectura para los interesados en el asunto del cambio climático y sus consecuencias. El libro: Cambios climáticos (2024). Los artículos pueden encontrarse en la página www.Entrevisttas.com. “Más enfoques / Más libertad”, se puede leer en la cabecera de dicha página.
Un temor arcaico
Resulta –señalan nuestro geólogo y sus colaboradores en el artículo Las raíces neandertales del cambio climático, 2024- que el hombre de nuestro tiempo, tal como hicieron los neandertales, se impresiona y asusta por los fenómenos meteorológicos violentos. Para los neandertales, se trataba de manifestaciones incomprensibles como los rayos, los truenos, los granizos o los fríos glaciales, De ahí, surgieron las creencias, los dioses y las religiones. Hoy, miles de años después, y a 300 años de distancia de la revolución científica y la Ilustración, el substrato neandertalense pervive. Como antaño, aparece otra religión: la del cambio climático.
El hombre de nuestro tiempo, tal como hicieron los neandertales, se impresiona y asusta por los fenómenos meteorológicos violentos
Religión que recupera el temor arcaico a los fenómenos meteorológicos naturales catastróficos. Religión que tiene un dogma: el ser humano es el responsable exclusivo del calentamiento de la Tierra. Religión de posturas radicales que rozan el ridículo y siempre tiene algún chivo expiatorio a quien culpar, desde el colonialismo a la contaminación automovilística.
La complejidad del asunto
A nuestros geólogos no les faltan hipótesis, datos, cálculos y gráficos –así funciona la ciencia- que evidencian la complejidad –también, las contradicciones- del asunto. Un par de ejemplos:
— Entre 1945 y 1975, en el marco de las habituales oscilaciones térmicas de la Tierra, se registró un acentuado enfriamiento del planeta, a pesar del incremento sostenido de las emisiones de CO2, fruto del desarrollo económico posterior a la Segunda Guerra Mundial y al desarrollo del automóvil. Alarma: se aproxima una nueva y catastrófica edad de hielo. No llegó.
— Durante las dos últimas décadas del siglo XX, la temperatura –como ocurrió entre la Primera y Segunda Guerra Mundial- se volvió a elevar. Un aumento que encajaba perfectamente con el incremento del CO2 en la atmósfera a largo plazo. Alarma: se aproxima un cambio climático catastrófico producto del aumento de la temperatura. Está todavía por ver.
Los modelos informáticos del clima son parciales e incorrectos
Fue entonces cuando se desarrollaron modelos informáticos para predecir el futuro. La alarma la plantean ahora nuestros geólogos críticos: un modelo informático es un cálculo cuyos resultados dependen de los parámetros elegidos. En el caso que nos ocupa, el parámetro era el CO2, olvidando así otros como la insolación, la termodinámica o la nubosidad atmosférica.
Las conclusiones de nuestros geólogos. Primera: el modelo climático del calentamiento global se basa en un parámetro parcial incorrecto como el CO2. Segunda: los resultados del modelo climático elegido nos brindan aproximaciones a la realidad, a veces alejadas de la misma. Tercera: modelizar el planeta y el clima es un trabajo arduo y complejo que todavía no se ha conseguido.
De la ciencia a la política y los intereses creados
La profecía –cosa de las religiones- del calentamiento global y sus catastróficas consecuencias, acompañada del lloriqueo del ecologismo chantajista, acabó contaminando y politizando el asunto.
Los argumentos dominantes no eran los estrictamente científicos, sino los que tenían que ver con lo político
El primer paso –dejando a un lado informes como los del Club de Roma, basados también en una simulación informática- lo dio la ONU en 1988 con el del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC). La quema de combustibles fósiles que emiten CO2 a la atmósfera vaticinaba el desastre como consecuencia del calentamiento global.
Señalan nuestros geólogos que muchos científicos manifestaron su asombro ante los resultados del panel promovido por la ONU. El problema: el IPCC ignoraba los trabajos científicos sobre la evolución climática que se habían hecho durante años con otros parámetros, entre los cuales destacaba la influencia solar.
Lo peor de todo fue/es que los argumentos dominantes no eran/son los estrictamente científicos, sino los que tenían/tienen que ver con lo político, lo geoestratégico, lo económico y lo ideológico. Añadan los intereses creados del movimiento/negocio ecologista y la ofensiva mediática.
Sacrificare, ¿para qué?
¿Por qué el calentamiento global ha generado tanto interés?, se preguntan nuestros geólogos. La respuesta: la lucha contra el calentamiento global –el asunto ha calado en la opinión pública- proporciona argumentos aparentemente válidos para que la ciudadanía acepte de buen grado sacrificios como, entre otros, el aumento del precio de la electricidad, el vehículo eléctrico, las restricciones en alimentación y desplazamientos o las pérdidas de puestos de trabajo.
Nuestros autores regresan al símil entre el dogma climático y la religión y sostienen que, gracias al cambio climático, se aceptan sacrificios en la vida terrenal para ganar la vida eterna y el paraíso celestial. Es decir, la salvación del Planeta.
De la emergencia climática a la plaga ecologista
El colofón que retener del trabajo de nuestros geólogos:
1. Las propuestas ecologistas se han impuesto de tal manera en la opinión pública, que hoy ningún partido político, institución o empresa, puede permitirse el lujo de prescindir de sus dictados. Es necesario aceptar la doctrina climática para garantizar los resultados en cualquier actividad, desde aumentar las ventas de las empresas, hasta conseguir subvenciones en proyectos de investigación, además de aumentar la cuota de poder en las aspiraciones de cualquier partido político; de partidos que compiten entre ellos por presentarse ante la opinión pública como adalides para detener el cambio climático. Lo importante ya no es promover políticas correctas para frenar el calentamiento global o proteger el medio ambiente, sino ser más verde que la competencia, a costa de lo que sea.
Gracias al cambio climático, se aceptan sacrificios en la vida terrenal para ganar la vida eterna y el paraíso celestial
2. Los ciudadanos han de tener el derecho a no ser manipulados y a acceder a una información correcta para poder tomar las decisiones adecuadas; intentar que la naturaleza se ajuste a los dictados de la política es errar a plazo fijo; la ciencia climática debe volver a una discusión científica abierta, a un dialogo entre científicos, sin exclusiones; la ciencia no se rige por criterios democráticos.
Lo grave del caso es que el catastrofismo ecologista, que avala la política, reduce nuestra capacidad de resolver los problemas al dar la sensación de que estamos acorralados. Las letanías ecologistas nos están atemorizando. Y nos paralizan.
Nota
A los interesados en el asunto, y en la actualidad, se les recomienda la lectura –existe edición digital abierta a los lectores- de la tesis doctoral de Antonio Barreda Escoda titulada Evolución de los extremos hídricos en Catalunya en los últimos 500 años y su modelización regional (Universidad de Barcelona, 2008). Su conclusión: “el análisis de todos los datos e información utilizados permite concluir que la variabilidad observada los últimos 30 años, así como durante el siglo XX, no es destacable respecto a otros periodos pasados anómalos en los que hubo una mayor variabilidad (gran ocurrencia de inundaciones y sequías)”.