Qué bien le suena Aznar al Gobierno
Muchos votantes socialistas puede que no hubieran optado por Sánchez de saber su cercanía con Puigdemont posterior a las elecciones
El Gobierno, que no el PSOE, (en estos momentos es importante matizar) salió en avalancha contra José María Aznar por sus palabras en una intervención que hizo en el Campus organizado por FAES. En la izquierda, como con los nacionalistas e independentistas, no hay nada que sepan utilizar mejor que unas buenas declaraciones del que fuera presidente.
Aznar acostumbra a hablar claro y concreto, pero si sus palabras no son suficientemente duras, algún dirigente las retuerce, y solucionado. Y es lo que ocurrió la semana pasada.
Me cuentan que el día antes de la intervención de Aznar, Feijóo tuvo una reunión informal con él, donde le avanzó que se estaban preparando para una gran movilización en la calle en contra de la amnistía que Pedro Sánchez está negociando de forma velada con Carles Puigdemont.
«Basta ya»
Al día siguiente, Aznar, con buenas o malas intenciones, lo soltó en su intervención en FAES y lo hizo con tanto aplomo y seguridad que provocó una reacción casi inmediata de La Moncloa. Después, el PP anunciaba la manifestación que se entendió, de forma excesivamente rápida, pero con razón, como una presión por parte del expresidente con el candidato.
El resto fue sólo. La seriedad y contundencia con la que habla Aznar, o puede que sea ese labio superior que parece inflexible a la emoción, provocaron una salida declarativa rápida de la portavoz del Gobierno.
Lo hicieron correr entre los periodistas que cubren las ruedas de prensa de La Moncloa. “Vamos a ir fuertes”. Y lo fueron. Es cierto que el “Basta ya” que pronunció Aznar sonó excesivo. La expresión utilizada contra ETA mantiene una única dirección, y todo aquel que la usa parece que esté comparando situaciones. Por otro lado, Aznar no es dado a ser torpe. Lo que quiere decir lo deja claro sin problemas. Y lo dijo.
Igual que la portavoz del gobierno, Isabel Rodríguez. La declaración de Aznar podía haber pasado sin pena ni gloria de no ser utilizada en la rueda de prensa tras el Consejo de ministros sobre la mesa. Y le añadió la palabra “golpista”. Aseguró que lo de Aznar era de “comportamiento antidemocrático y golpista”.
Juego del despiste
Y así, todo el mundo contento. Porque en España, una especialidad de las formaciones políticas es lanzar mensajes contundentes a los suyos. Y los suyos, los de cada uno, se les eriza la piel y aclaran sus ideas, para no despistar.
El gobierno Sánchez es especialista en despistar gracias a declaraciones que, bien retocadas y reformuladas, parecen otra cosa. Tratar a Aznar de golpista y asegurar que había llamado a la rebelión, término que no utilizó en toda la declaración, sale gratis y con muchos beneficios.
En una amplia movilización contra esa amnistía, podría sumarse hasta Felipe González y Alfonso Guerra sin ningún típico de problema
Lo cierto es que era normal. En realidad, tardaron demasiado. La lógica del Partido Popular, y hasta de Ciutadans, completamente desaparecido en el debate político, y de Vox, pero de forma más amanerada, es estar radicalmente en contra de un acuerdo con Puigdemont para que vuelva sin más a España. Esta idea es la que consideraba coherente el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y todos sus ministros. Hasta la mayoría de Podemos, aunque siempre estuvieron abiertos a encontrar soluciones más rápidas.
Sería ridículo, pero, en una amplia movilización contra esa amnistía, podría sumarse hasta Felipe González y Alfonso Guerra sin ningún típico de problema. Será imposible, pero podrían. Lo curioso es la forma en que la política cambia las prioridades de la noche a la mañana. Lo único positivo es que están condicionados esos cambios al resultado al electoral. Es la democracia. Claro que muchos votantes socialistas puede que no hubieran optado por Sánchez de saber su cercanía con Puigdemont posterior a las elecciones. Es el peligro de una repetición electoral. Así que ya saben.