Puigdemont es el mejor alumno de Sánchez
Así hemos llegado a unas elecciones cuyo verdadero resultado conoceremos cuando pasen las elecciones europeas. En función de cómo le vaya a Pedro Sánchez en esos comicios el Gobierno de la Generalidad de Cataluña será de un signo o de otro
Tengo para mí que los partidos independentistas catalanes, especialmente Junts y su líder Carles Puigdemont, se han convertido en alumnos aventajados de la escuela política que está creando Pedro Sánchez en España y que consiste, como ya saben ustedes, no tanto en ganar unas elecciones como en gobernar.
Así pues una victoria puede tornarse en derrota a nada que otros con peores resultados consigan pactar con más eficacia. Sin ir más lejos, cada vez que Pedro Sánchez habla de Núñez Feijóo se refiere a él como el perdedor de las últimas elecciones generales, cuando en realidad las ganó. Pero ganar y acabar en la oposición es como perder, en el código de la nueva política “sanchista”.
Hay quien dirá, no sin razón, que pactar, consensuar y llegar a acuerdos con otras fuerzas para formar un gobierno es una de las virtudes que nuestra democracia premia. El diálogo como principio y final de toda negociación. Aunque el cambalache se lleve a cabo y se haga en el mayor de los secretismos. Porque no siempre el precio que se paga por el apoyo de determinados “socios” entra dentro de la lógica democrática. Y menos en la cabeza de quien ha depositado el voto confiando en la integridad de los líderes a los que ha respaldado.
Por eso nunca sabremos los términos de muchos acuerdos. ¿Qué ha pedido EH-Bildu a Pedro Sánchez a cambio de sus votos en el Parlamento? ¿Y el PNV? ¿Se incluía la modificación de los delitos de sedición, malversación, etc, en los pactos del PSOE con ERC y Junts? ¿Y la amnistía para los del “procés”? Por no entrar en los términos de los que se habla de una hipotética consulta de independencia. Está claro que nuestro sistema premia los acuerdos, aunque sean para formar un Gobierno “Frankenstein”. El pacto será todo lo antinatura que se quiera, pero se acepta como democrático. Otra cosa es que con este proceder se esté forzando un paulatino alejamiento del ciudadano de las urnas, que es lo que está ocurriendo.
Un PSOE fortalecido puede llevar a que Salvador Illa haga valer la victoria del PSC y consiga el respaldo de la derrotada ERC y Sumar
El alto índice de abstención registrado en las últimas elecciones catalanas corresponde sin duda a la desmotivación y el desencanto. Si alguien como Sánchez nos dice que lo importante es gobernar y a los gobiernos se llega mediante pactos que se hacen a espaldas de la ciudadanía, al final son los propios ciudadanos los que dan la espalda a las urnas y a los políticos. Es el riesgo de la partitocracia que domina nuestro sistema democrático. Porque al final todo el mundo acaba sospechando que son solo los intereses personales los que mueven este cotarro; las ejecutivas de partidos dominadas por el liderazgo incuestionable de un político que cada vez se somete menos al escrutinio de su aparato y al que mueven impulsos que son un enigma. Más allá de la prosaica ostentación del poder.
Así hemos llegado a unas elecciones cuyo verdadero resultado conoceremos cuando pasen las elecciones europeas. En función de cómo le vaya a Pedro Sánchez en esos comicios el Gobierno de la Generalidad de Cataluña será de un signo o de otro. Un PSOE fortalecido puede llevar a que Salvador Illa haga valer la victoria del PSC y consiga el respaldo de la derrotada ERC y Sumar. La debilidad de Sánchez, por el contrario, puede suponer que Puigdemont exija, sí o sí, ser investido (tras ser amnistiado) a cambio de seguir manteniendo su respaldo al inquilino de la Moncloa. Illa, como buen exministro de Sanidad ya lo sabe, cada vez que se inflama Cataluña, un ibuprofeno.
Muchos piensan que no se debe permitir esta situación de “chantaje” permanente del independentismo, especialmente ahora que parece que está en horas bajas, y que tanto el Partido Popular como Vox deberían colaborar en la investidura del candidato del PSC. Y la verdad es que, en el hipotético y poco probable caso de que así ocurriera, no dejaría de ser esperpéntica la situación: Pedro Sánchez, que gobierna en España con los independentistas para evitar que gobierne lo que llama la “ultraderecha”, se apoyaría en Cataluña en esa “ultraderecha” para evitar que quienes gobiernen sean los independentistas.
Aunque bien mirado, no deja de ser igualmente esperpéntico que una comunidad como Cataluña se debata entre un exministro de Sanidad de nefasta gestión en la pandemia y un prófugo de la justicia huido en el maletero de un coche. ¿Qué puede salir mal?